Ensayo sobre la ceguera' es el reino de la desesperación, la fealdad de la desesperación, y la ley del más fuerte. No puede ser más triste, diría uno. Pero Saramago va más allá.
En 'Ensayo sobre la ceguera' sorprende la simbología contemporánea a la que Saramago da curso. Los hombres están ciegos, se mueven como autómatas, reciben órdenes que cumplen sin preguntar por la razón de esas indicaciones, y la sociedad se sumerge así en un letargo cuya metáfora es esta ceguera que llena de espanto a sus personajes.
Ensayo sobre la ceguera, habría que leerla después de ver los noticieros de la televisión, pues es una indagación en el ser humano envuelto en la ceguera del mundo contemporáneo, es una gran metáfora visionaria sobre la irracionalidad humana contemporánea, propia de un agitador de conciencias. Así que lo que cuenta no es surreal, exactamente, la surrealidad es la que estamos viviendo.
Saramago la definía como "la novela que plasmaba, criticaba y desenmascaraba a una sociedad podrida y desencajada". El autor se da el lujo de obviar los nombres de los múltiples personajes. Solo la exhaustiva descripción que hace de cada uno de ellos permite que el lector los identifique claramente, los describe por alguna característica sobresaliente como la mujer del médico, la mujer de las gafas oscuras o el niño estrábico, etc.
Ensayo sobre la ceguera es el reino de la desesperación, la fealdad de la desesperación, y la ley del más fuerte. No puede ser más triste, diría uno. Pero Saramago va más allá: "Lo que se trata de saber es si han aprendido con lo que han vivido y van a cambiar".
Ensayo sobre la ceguera' apareció por primera vez en español en 1996 y es uno de los grandes libros de Saramago. Es una novela que a veces cuesta seguir leyendo, por la dureza de lo que cuenta. Mantiene la fuerza narrativa desde las primeras páginas hasta la última. Es emocionante, profunda y terriblemente actual.
El Caos contado por José Saramago
El Ensayo sobre la ceguera de Saramago desgarra el alma porque descubre sin reservas las atrocidades del ser humano: retrata un mundo despiadado, similar a un infierno dantesco, donde cada cual debe luchar a brazo partido por la supervivencia.
Se dice que es en la tempestad donde se descubre la madera de la que está hecho un barco. De un modo similar se pone a prueba el carácter de una persona o sociedad en una situación caótica. En sus soberbias novelas Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez, el escritor portugués José Saramago plantea ciertas circunstancias excepcionales e inconcebibles que tal vez nos ayuden a conocer la madera de la que estamos hechos.
La ceguera blanca
En Ensayo sobre la ceguera, Saramago imaginó una inexplicable epidemia de invidencia. En lugar de quedar sumidos en la oscuridad, los afectados perciben que el mundo se oculta tras un mar albo. Algo así como una blancura resplandeciente, como el sol dentro de la niebla.
A los primeros que se infectan se les encierra en un manicomio vacío para guardar cuarentena. Abandonados a su suerte por las autoridades civiles y militares, permanecen aislados del resto de la población. Y es en ese cruel lugar donde Saramago nos desvela tanto lo miserable como lo digno del ser humano.
En aquel recinto infernal, sólo una mujer conserva la vista. Testigo ocular de violencias y mezquindades, no revela a nadie su clarividencia a excepción de a su marido, a quien susurra: “Si pudieras ver tú lo que yo estoy obligada a ver, querrías ser ciego”. ¿Qué ve exactamente?
No vivir enteramente como animales
En una situación de hambre, de hedor nauseabundo, gobierna el brutal imperio de la fuerza y el más inhumano de los egoísmos. Como dice un personaje, “siempre hubo quien se llenó la barriga con la falta de vergüenza”.
En una situación de hambre, de hedor nauseabundo, gobierna el brutal imperio de la fuerza y el más inhumano de los egoísmos
El Ensayo sobre la ceguera desgarra el alma porque descubre sin reservas las atrocidades del ser humano. Retrata un mundo despiadado, que se asemeja a un infierno dantesco, donde cada cual debe luchar a brazo partido por la supervivencia. Sin embargo, valerosas voces se alzan contra la indignidad y la barbarie: “Si no somos capaces de vivir enteramente como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como animales”.
Si puedes ver, repara
La esperanza en este mundo desalmado se refleja en las palabras de uno de los ciegos: “Si alguna vez vuelvo a tener ojos, miraré verdaderamente a los ojos de los demás, como si estuviera viéndoles el alma”. Saramago cuestiona nuestra forma de vida. ¿Podríamos estar simbólicamente invidentes a pesar de ver funcionalmente? Miramos, pero no vemos. Estamos ciegos si no percibimos de los demás salvo lo que nos beneficia, si no los atendemos más que para utilizarlos.
A pesar de su pesimismo, Saramago nos ofrece un horizonte de esperanza. Una cita encabeza el Ensayo sobre la ceguera: “Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara”. La mujer que conserva la vista salva con su admirable bondad a un pequeño grupo. Puede ver un mundo decadente y repara.
La lucidez
Los ciegos de esa ciudad sin nombre recuperan la vista del mismo modo que la perdieron: sin explicación y de forma repentina. Y lo imposible nunca viene solo. En los comicios celebrados cuatro años después, el setenta por ciento de los electores vota en blanco. Ante lo insólito del hecho, se repiten ocho días más tarde. En esta ocasión el voto en blanco alcanza el ochenta y tres por ciento. De nuevo el blanco: pureza inmaculada. Pero ahora la albura no ciega. En forma de insurgencia pacífica, el blanco en Ensayo sobre la lucidez es síntoma de clarividencia.
Los ciegos de esa ciudad sin nombre recuperan la vista del mismo modo que la perdieron: sin explicación y de forma repentina
Los terribles sucesos acaecidos durante la ceguera blanca habían sido condenados al silencio. Y lo que no se nombra parece no haber ocurrido. Ignorar lo ocurrido se convierte en otra forma de ceguera: “Para que la muerte deje de existir basta con no pronunciar el término con que la designamos”. Es la desmemoria. Resulta más cómodo olvidar todo aquello que no concuerde con una realidad idealizada y, por eso mismo, falseada.
Ante ese olvido, el pueblo se pronuncia y con ello se tambalean los cimientos del sistema. El voto en blanco masivo cuestiona el armazón de la democracia en ese país imaginario. Como respuesta, las autoridades políticas urden sórdidas tramas criminales para satanizar a quienes consideran enemigos de la patria.
El poder castiga con dureza vergonzosa la osadía de rechazar una democracia degradada. De nuevo en una atmósfera de intrigas políticas y mezquindades, se alzan voces que encarnan la altura moral del ser humano.
El desasosiego
Tal vez la profunda inquietud que sentimos al leer estas historias provenga de la revelación de una verdad angustiosa. Son realidades que apenas intuíamos y evitábamos asumir. Otro autor portugués, el poeta Fernando Pessoa, escribió en El libro del desasosiego: “Vivimos en un anochecer de conciencia, sin saber con certeza lo que somos o lo que creemos ser”.
Cuando se precipita el caos, se revela con nitidez lo mejor y lo peor del ser humano. Y vemos una verdad que puede ser desasosegante. Saramago advertía que “siempre llega la hora en que descubrimos que sabíamos mucho más de lo que pensábamos”.
*José Saramago nació en Azinhaga, Portugal, en 1922. Es un autor esencial que ha explicado como pocos el mundo que nos ha tocado vivir. Es el autor de 'El año de la muerte de Ricardo Reis', 'Levantado del suelo', 'Memorial del convento', 'El Evangelio según Jesucristo', 'Todos los nombres', 'La caverna' o 'El hombre duplicado', entre otras muchas. Le concedieron en 1998 el Premio Nobel de Literatura 1998. Murió en Tías, Lanzarote, en 2010.
“…Deseos tan ligeros como promesas
Una voluntad tan liviana como escasa
Y la sospecha persistente e impertinente
Aunque traten siempre de disimular
Acciones y facciones
Que no me convencen
Y el reflejo en el espejo está loco de atar
Todo este abanico de pantomimas
Todas las risas todas las rimas
No conseguirán engañarnos a todos
Aunque a veces parecemos tontos
No conseguirán engañarnos a todos
A todos no…”
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EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN
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