Quiere ser claro, conciso, con las palabras que tarde o temprano va a utilizar para confesarle a Carla el motivo de su encierro emocional. Sabe que es un tema delicado por las personas involucradas, incluida ella
EPILOGO CAP 13
Ella se quedó un rato más en el bar y salió, a la lluvia leve que caía. Caminaba y pensaba. Recordó algo que había leído por ahí alguna vez…”que el hombre, el humano, desdichado, a veces busca un consuelo en una especie de unión de su pena con la de otro…” algo así. Pensaba si ella era menos vulnerable de lo que creía, pero dudaba. Eso de cargar con inseguridades ajenas y propias la llevaba de una punta a la otra. Siempre se decía a sí misma que vive apasionadamente el presente, que no cambiaría por el pasado ni por el porvenir. Pero ahora dudaba…¿dudaba? De qué dudaba?. ¿Dudas o qué, era eso que le daba vueltas en su cabeza?,celos?ansiedad?–DEL EDITOR -
Cap 14
Tengo algo que decirte
Por José Pepe Juliá
Lo notó abatido. Con ausencia de vitalidad en el beso de reencuentro que le dio en la cocina. Carla estaba preparando la cena con tiempo porque quería adelantar algo de un artículo para la revista que, según los cálculos, estará en los puestos de diarios a mediados del mes que viene. Le pareció extraño que no le avisara que iba a llegar cuarenta y pico de minutos más tarde que lo habitual.
— ¿Te pasa algo? — le preguntó al verlo cabizbajo.
—No— monosílabo que la exaspera. Él, tan verborrágico y expresivo en los regresos, ni siquiera intentó sorprenderla con las caricias sensuales como lo hace siempre (a ella mucho no le gusta, pero lo espera) —No. No me pasa nada— le dice al percibir su mirada inquisidora y se deja caer en la silla.
Carla sabe que ese “nada” significa “mucho”. Mientras vigila el horno lo mira de reojo y deduce que el tema que lo preocupa es serio.
“¿Alguna discusión propia del tránsito inhumano de la ciudad?”. Desestima esta opción por conocerlo. Si hubiese chocado el auto estaría insultando en varios idiomas a la vez. Le inquietó pensar en que estuviera involucrado en algún accidente grave. La preocupación de Carlos está a la altura de culpable de atropellar a un peatón. Pero no cree que esa sea la causa.
“¿Algún problema de trabajo?” Lo descarta. Él no es de esos que arrastran hasta su casa las situaciones laborales. Ni las beneficiosas como las perjudiciales. Tiene la virtud de despojarse de todo vestigio laboral en la puerta de entrada y cuando le dedica tiempo extra en la casa, lo hace después de cumplir con todos los deberes del hogar.
“¿Algún cortocircuito con la madre?”. Lo desecha pero no por completo. Es muy dependiente de su mamá. Aunque duda, por el affaire amoroso que le descubrió y aún no ha sido blanqueado. Si el malestar manifiesto que lo preocupa es con Elsa, no durará más allá de lo que tarden en llamarse. Los dos se quieren demasiado y un desentendido dura lo que un suspiro.
Excluye la posibilidad que Rocío sea el motivo de su preocupación. Se lo hubiese dicho desde un principio.
“¿Luis tendrá algo que ver?”, se preguntó, atragantándose con su propia incertidumbre. Se ahogó con saliva espesa y culpable. Conociendo la inmadurez de su “ex”, no sería nada raro que se atreviera a contarle a Carlos la conversación que tuvieron en el bar. La alegría de Luis podría haber provocado una sobredosis de exposición social y la necesidad de manifestarse tal cual se siente. “Tenés que tomar la iniciativa, Carla”, se obligó. Tomó aire y decisión al mismo tiempo. Se insultó por no haberse animado ayer mismo después de la cena, a comentarle el pedido de ser la madrina de bodas. Estaba buscando el espacio justo, el instante oportuno de decirle a Carlos, con palabras precisas para evitar malos entendidos, que había hablado con Luis. En el preciso momento en que se disponía a confesarle lo que pasó ayer, mientras se iba sacando el delantal sexy donde una mujer estampada deja ver sus encantos desnudos, Carlos de un salto se para y la toma de la mano. “Vení”, le dijo y se la lleva hasta el sillón del comedor. “Me va a decir que dejó de confiar en mí. Que si hay secretos externos a la pareja no se llega a nada bueno. Que a partir de ahora muchas cosas dejarán de funcionar tal cual venían funcionando y tendremos que chequear a escondidas si lo que nos decimos es verdadero o si lo que hacemos es algo encubierto para mantener fantasiosamente la confianza mutua”. Todo eso procesó su cerebro en el corto trayecto que hay que recorrer desde la cocina hasta el sillón. Y en el tiempo que le tomó sentarse, se agendó lo que tenía que decir: Su verdad. “No me pareció demasiado importante comentarle que Luis quiere que sea su madrina. Viniendo de Luis es muy probable que antes de la fecha, se arrepienta del casamiento”. Esperanzada (no sabe porqué), en que si bien no conoce al Gonzalo que ocupará el lugar alguna vez reservado para ella, en una de esas da un paso al costado y todo queda en la nada.
Carlos desde que está sentado en la silla de la cocina, quiere ser claro y conciso con las palabras que, tarde o temprano, va a utilizar para confesarle a Carla el motivo de su encierro emocional. Sabe que es un tema delicado por las personas involucradas, incluida ella.
“A ver. Vamos por partes. Primero le tengo que explicar que Luisa me llamó hoy para darme una noticia en la cual Rocío tiene mucho que ver. Fue imposible negarme a encontrarnos en un barsucho de cuarta, teniendo en cuenta que por teléfono no quiso adelantarme nada”. Le pareció acertado el pensamiento. “Carla quiero que sepas que jamás dejaré de amarte”, le suena demasiado a novela mexicana. Da lugar a dudas que no existen. Además es un comentario fuera de lugar. Ella no tendría que enojarse. “En un principio creí que Luisa me iba a decir que se iba a vivir lejos, llevándose a Rocío o que tenía una enfermedad incurable y que me tendría que hacer cargo de nuestra hija cuando ella se fuera de este mundo”, va eligiendo las palabras para no cometer errores.
No sabe si es correcto, para no molestarla, expresar que siente una especie de ahogo, por lo inesperado de la situación. Le hubiese gustado decirle a su hija que era ella, Carla, la que le diera esa noticia.
Se acomoda para decirle de una buena vez: “Luisa está embarazada. Rocío dejará de ser hija única. Por lo menos con respecto a su mamá”. Así, directo se lo piensa decir.
Los dos sentados de costado en el sillón, mirándose de frente, piensan poner en sus bocas todo lo que estuvieron acomodando en sus cabezas y al unísono se confiesan: “Tengo algo que decirte”.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2018
“no quieres hablar del tiempo
aunque este de nuestro lado
y hablas para no oirme
y bebes para no verme
yo callo y rio y bebo
no doy tregua ni consuelo
y no es por maldad lo juro
es que me divierte el juego
…maldita dulzura la nuestra”
LobosMagazine 2018
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN