Por qué casi todo el mundo acaba pensando de la misma manera (aparente), como si fueran clonados mentalmente?
El Pastorcito Mentiroso y el Lobo
Los alimentos de autocensura que alimentan la corrección política
Quizá alguna vez, seguro le ha pasado, en alguna conversación con amigos o conocidos y ante la exposición de algún argumento usted haya escuchado esa respuesta… así casi como un susurro: “eso …, si es verdad… pero no se puede decir”. Y la pregunta es: ¿Puede haber algo más absurdo y aberrante que no poder decir la verdad? Se vive en una sociedad donde sólo puede hablarse públicamente de lo políticamente correcto. Muy pocas veces la verdad. ¿Por qué se difunden con tanta facilidad las ideas más absurdas? ¿Por qué casi todo el mundo acaba pensando de la misma manera, como si fuesen clonados mentalmente? Miedo? , Comodidad? O “porlasdudismo”? ¿Qué es lo que impulsa a “intelectuales” o informadores, ésos que tienen la obligación moral de actuar como conciencia crítica de la sociedad, a autocensurarse de manera tan vergonzante? ¿Qué fuerza o mecanismo mantiene atadas y amordazadas a muchas supuestas mentes pensantes, prisioneras atolondradamente (de atolondrados, con a – del latín ad- y la palabra tolondro) en las mazmorras de la corrección política? Favores? … tal vez la clave se tenga en dos términos fundamentales: manipulación y miedo.
Un ciudadano común no establece sus criterios sobre cualquier tema buscando toda la información disponible y procesándola minuciosamente. Por supuesto, casi “todo el mundo” descarta ese método por el costo, el esfuerzo y demás conocimientos que requiere y que no está obligado a poseer. Entonces a la hora de tomar una posición ante cualquier asunto, y más aún si se trata de “la cosa pública”, la gente suele recurrir a prácticas más bien intuitivas, reglas heurísticas; procedimientos prácticos de carácter intuitivo, puros atajos capaces de obtener una conclusión con muy poca información. Una de las reglas heurísticas más interesantes es la que los latinos llamaron el Argumentum ad Populum (y esto? pensará usted, parece complejo pero no lo es: “es responder a un argumento, refiriéndose o usando la supuesta opinión que de eso tiene la gente en general; si la gente cree que una mentira es correcta, pues…entonces…); mientras los anglosajones se dieron el gusto de llamar Bandwagon Effect, esto “subirse al carro” “ “… de arrastre” o “…de moda”. Y esto que es?, digamos que un mecanismo que impulsa a muchas personas gregarias por naturaleza, necesitadas de la aceptación del resto o, simplemente perezosas para elaborar su propio criterio, a adherirse a “lo que piensa la mayoría”, a “apuntarse a caballo ganador”…, por las dudas; “si los demás creen algo…alguna razón tendrán”. Y ni hablar si se trata de quienes están a cargo de administrar la cosa pública. La cosa pública sí.
Las encuestas de opinión poseen una enorme capacidad manipuladora: pueden persuadir a mucha gente de la mayor atrocidad simplemente haciéndoles creer que eso es lo que piensa la mayoría. Y si no hay encuestas, pues habrá “propaganda” disfrazada de periodismo.
Y entonces? Cualquier idea por falsa y perniciosa que sea, la mayor insensatez, la más colosal “majadería” (esta sería tal vez la palabra más simpática, para definir: necio, ignorante, etc y que no suene tan duro,… ya en esta madrugada de viernes…); y ésta se convierte en un dogma de general aceptación tras ser repetidas y repetidas por los “medios”. Los “medios”. Por eso, no siempre las encuestas o sondeos de opinión tienen un propósito inocuo, mucho menos bondadoso. Su fin no es ilustrar sobre la realidad o sensibilidad social, sino modificar los criterios del público, modelar la forma de pensar de la gente. No sólo manipular por poder, a veces por puro instinto para disfrazar su ignorancia o…, pero bueno, quedémonos sólo en ignorancia. Los medios ejercen una influencia superlativa, especialmente la TV, con múltiples e insondables vías para manipular, tanto más eficaces cuanto más carentes de principios bien asentado se encuentre la población.
La autora Elisabeth Noelle-Neumann explico los mecanismos que fomentan la adhesión a los dogmas: los sujetos son mayoritariamente cobardes e inseguros, necesitan la aceptación del grupo.
Para lograr una generalizada autocensura, para generar dogmas y tabúes, no basta con fomentar una determinada manera de pensar: es necesario infundir temor. En La Espiral del silencio (1977) Elisabeth Noelle-Neumann explicó los mecanismos psicológicos y sociales que fomentan la adhesión a los dogmas. Los sujetos son mayoritariamente cobardes e inseguros, necesitan la aceptación del grupo, un sentido de pertenencia. Muchos renuncian a su propio juicio, o evitan exponerlo en público, si no coincide con el que perciben mayoritario. Callarán o abrazarán los planteamientos opuestos, para no sentirse aislados, rechazados por el resto, contemplados como herejes, Algunos, incluso, mantendrán dos criterios contradictorios, una suerte de esquizofrenia: el suyo privado, vergonzante, reservado para su interior, y el mayoritario, ése que garantiza la aceptación de otros. Muchas personas todavía poseen una cierta conciencia de la verdad, pero mucha cobardía para reconocerla públicamente. Así, la espiral conduce a que las creencias percibidas como mayoritarias acaben siéndolo realmente. Por este motivo, los medios de masas, especialmente la TV, difunden con tanta facilidad argumentos sectarios, absurdos, tergiversados, propagadores del miedo.
Romper la espiral de la autocensura
Todavía peor aún si vemos como en sistemas cerrados, de acceso restringido, en los que no se asciende en la escala social o se encuentra un buen trabajo por el mérito o el esfuerzo sino por los favores o las relaciones personales, “el felpudismo”, el miedo se multiplica. Decir la verdad, hablar abiertamente con honestidad, denunciar las injusticias, puede llevar a perder favores, contactos, envidiables puestos o, en el caso de los intelectuales (bueno… intelectuales es una manera de decir), golosas subvenciones. Allí donde impera la injusticia es peligroso tener razón. Y como sigue esto?... también desaparece el incentivo para la excelencia intelectual, para formar y estructurar adecuadamente el cerebro, esa costosa y esforzada tarea que lo prepara para ejercer el pensamiento crítico, lógico y racional. Por eso existen demasiados sujetos que creen saberlo todo por repetir las consignas políticamente correctas escuchadas en TV. O del ignorante de turno a cargo.
Cuando un puñado de personas supera el miedo, se lanza a decir o a escribir abiertamente lo que piensa, cuando osa romper los tabúes… todo comienza a cambiar.
Veremos que si ese desafío a la corrección política se realiza con convicción, sin temor, medias tintas, complejos ni disculpas, si se aportan argumentos profundos, coherentes y racionales, ¿Qué pasaría?, que las nuevas ideas despiertan a quienes albergaban la verdad latente. Empieza entonces a disiparse el miedo y esa nueva corriente va ganando adeptos a medida que muchos se convencen de que será mayoritaria en el futuro. Entonces cada vez más individuos pierden el complejo pues se sienten acompañados. Este proceso, este camino puede ser lento, sí, pero no hay muros suficientes para encarcelar permanentemente a la razón. Y quedará a la luz el apoderamiento, la usurpación de la cosa pública a manos de la ignorancia, a manos de ignorantes.
Entonces, para evitar la degradación social, para poder prevenir lo que Hannah Arendt llamó “la banalización del mal”, permanecer callado por miedo al qué dirán, sólo lo hace más vulnerable. Mostrarse siempre con un sentido crítico, “viendo venirse encima“ argumentaciones falsas, y más aún cuando son repetidas por la TV (créase apenas la décima parte) u otros juglares momentáneos. Si lo encuentran firme, actuando de forma razonada y sin temor a lo que puedan pensar los demás, Y sobre todo no desaprovechar la oportunidad de exponer sus argumentos con firmeza y contundencia, al oír eso de: “es cierto pero… no se puede decir”.
Un día sucedió lo que se temía. El Lobo se apareció de verdad cerca del rebaño del pastor mentiroso. Y entonces el pastorcillo mentiroso sintió mucho miedo, y, al ver que se acercaba cada vez más, empezó a gritar con todas sus fuerzas:
¡Socorro! ¡Socorro!. El Lobo quiere matar a mis ovejas (a mis mentiras)! – Por favor, por favor, vengan a ayudarme!
Los pastores y habitantes del pueblo lo oyeron, pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensaron en acudir a auxiliarlo. Mientras el Lobo, se abalanzaba sobre sus ovejas comiéndose uno a uno todo el rebaño de ovejas, el pastorcillo mentiroso corría despavorido.
Moraleja: cuando la gente pierde la confianza por tantas mentiras, empieza a hacer daño, al mentiroso nunca se le cree, ya a pesar que un día diga la verdad, y como dice el refrán para esa fábula: “en boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”.
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