Sergio, el tuerto. Que no siempre fue tuerto. Era el provocador, prepotente y tiránico primo ....
Pestañas de Plata
El reinado de Sergio duró hasta que pasó lo que pasó. Después de aquel suceso, empezamos a mirarlo de otra manera. Y él también a nosotros.
Cuando ocurrió esta historia, los primos teníamos entre cuatro y siete años. Nunca quedó muy claro, para los mayores, quién había sido el culpable de ese acontecimiento nefasto en la casa de campo de la abuela. Podría haber sido Pablo. O Sebastián. Sin descartar al pequeño Jonathan. O tal vez yo, Guillermo, el más pacífico de todos.
En toda familia que se precie de tal, hay una oveja negra que se diferencia nítidamente del desteñido blancuzco rebaño que la compone. En la nuestra, el descarriado desde chiquito fue Sergio, el tuerto. Que no siempre fue tuerto. Él era el provocador, prepotente y tiránico primo. Su dominio absoluto de las voluntades ajenas era dictatorial. Se jugaba a lo que él quería, con las reglas que él imponía. Los demás primos teníamos que conformarnos con saber quién sería el segundo, peleándonos entre nosotros en esas desiguales competencias infantiles. Algo que provocaba el regocijo de Sergio.
Esa tarde sabatina y lluviosa de invierno, las tías conversaban animadamente en la sala de estar que antecede al amplio comedor de la casa. Y lo hacían con esa rara virtud de las mujeres, que es la de poder mantener dos, tres y hasta cuatro conversaciones al mismo tiempo sin perder detalles de ninguna. El aroma del té nos anunciaba que por un buen tiempo las atenciones de nuestras madres no nos corresponderían.
Nos juntamos sigilosamente en la cocina. Los aparadores de madera estaban a nuestra disposición. Los raros elementos culinarios que se guardaban en sus cajones y puertas, a los que teníamos prohibido el acceso, eran como tesoros escondidos a punto de ser descubiertos, siempre y cuando no se terminaran los scones o la torta galesa en el ambiente contiguo.
Sergio, como siempre, tomó el mando de la invasión a las lustrosas alacenas. Jonathan quedó de campana, escondido en la arcada que dividía los ambientes. Por nuestras manos empezaron a circular cucharones, espumaderas, diferentes pinzas y extraños aparatos para descarozar frutas, destapar botellas, pelar papas, romper nueces y cortar legumbres. Las ollas y las cacerolas no llamaron nuestra atención. A ellas las teníamos más vistas.
El chistido de Pablo pidiendo nuestra atención nos reunió en un cajón a media altura. Allí, una caja de terciopelo azul nos paralizó. Sergio forcejeaba con Sebastián para sacarla. Jonathan hacía rato que había abandonado su función de centinela y también participaba en los manotazos. Cuando por fin quedó ubicada en el suelo, los cinco primos arrodillados en círculo, esperamos ansiosos a que Sergio la abriera y ante nuestros ojos, aparecieron un montón de tenedores, cuchillos, cucharas y cucharitas, ordenadamente escalonados, cada uno en su ranura. La luz tenue de la cocina acrecentó el resplandor que escapaba de la caja. Según Sergio, eran los cubiertos de plata de la abuela Gertrudis.
— ¡Serán míos cuando sea grande!— susurro Sergio, aunque su intención era que lo escucháramos todos.
Con una avaricia impropia a nuestra edad empezamos a manotear los cubiertos. Dándole a entender a Sergio que parte del botín nos pertenecía. Y empezamos con el saqueo. Nuestros brazos no daban abasto para sostener lo que podíamos acaparar cada uno. Cuando quedaban dos tenedores, atrapé uno y al otro se lo adueñó Sergio, que sin darme tiempo a defenderme y con la maldad saliéndole por los ojos, me lo clavó profundamente en el brazo. El dolor me encegueció. Con bronca le devolví el pinchazo sin medir dónde.
Los gritos de nuestro primo corriendo hasta las madres nos quedaron por mucho tiempo suspendidos en nuestros oídos. Pero lo que más nos impactó, escabullidos entre las cortinas de la arcada, fue ver el desmayo progresivo de las mujeres a medida que descubrían el tenedor de plata incrustado en el ojo izquierdo del malquerido y despótico Sergio.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe ... el último de 2017