"Llegó el Circo Águilas Humanas", se leía en esos afiches amarillos y violetas que iba pegando con engrudo ese hombre bajito con su carrito donde llevaba esas latas pegoteadas, sus brochas y rollos de afiches.
Saguilas Sumanas.
Vuelven esos delincuentes al pueblo y con ellos la inseguridad. Doña Etelvina se lo estaba afirmando a Don David en la puerta de la panadería, en cuanto divisó la caravana. Por la avenida con bulevar, por la mano que da la bienvenida a los visitantes del desvencijado pueblo, pasan un semirremolque, dos camiones más chicos, cinco casas rodantes, dos camionetas y una combi. En perfecta fila india recorrieron los ochocientos metros que separan la Ruta Nacional del centro del casco urbano. Se adueñaron del camino por completo, interfiriendo el poco tránsito matutino. Dieron vuelta a la plaza y encararon otra vez hacia la avenida por la mano que despide a los pocos que se aventuran a sumergirse en el paisaje del pueblo congelado en el tiempo. Y a medida que van pasando, los comerciantes salen de sus mostradores y los habitantes comunes de sus ostracismos para corroborar esa presencia no deseada.
Vuelve el “Circo Águilas Humanas”. Para el beneplácito de los menores y el descontento de los mayores.
Solo se escuchan las toses ahogadas de los motores en cada acelerada. El desfile desafiante de los despintados carromatos se asemeja a la entrada triunfal de soldados invasores. La marcha se detiene en el descampado municipal cien metros antes del empalme con la ruta. Acomodan los vehículos en un enorme semicírculo dentro del predio. Y empiezan a descender unos hombres robustos y otros no tan desarrollados. Algunas mujeres esbeltas y otras menos agraciadas. Una cantidad importante de niños que estiran sus músculos como desentumeciéndose de un largo viaje.
Los bandidos a los cuales doña Etelvina les tiene miedo, vuelven con renovados bríos. Según Don Gervasio que los había visto en plena acción en el pueblo vecino, están más reforzados que la última vez que se asomaron, dos años atrás
Los del pueblo saben que en menos de una hora, cuál hormigueo laboral, los bestias levantarán la sombrilla gigante y las damas gobernaran los fuegos y las ollas.
Don Juan, el almacenero comenta en voz alta que en esta ocasión no le va a fiar a ninguno de los intrusos. Le habían quedado debiendo un par de paquetes de arroz y dos botellas de aceite. Don Joaquín, el diarero, tomaba la misma determinación. Fueron muchas las revistas y los diarios que se habían convertido en deuda incobrable. A don David, le habían pagado pero con un cheque sin fondos haciendo tambalear la economía de su panadería por algún tiempo. A don Goyo, el carnicero, le pagaron hasta el último centavo. Los atajó, un día antes de la huida, cuchilla carnicera en mano y a fuerza de gritos y amenazas de cirugía mayor, rescató el valor de su deuda y un poco más que se dividió entre los demás comerciantes para mitigar en algo el descalabro financiero.
Recuerdan que los tres efectivos policiales que tiene el pueblito a bordo del destartalado patrullero los persiguieron un par de metros hasta que la orden del comisario los hizo regresar. Por si algo mas grave pudiera pasar en el pueblo, fue el argumento del funcionario. Aunque en el consenso general, había quedado la sensación de maniobras turbias entre el encargado del cumplimiento de la ley y el mandamás del circo.
En un pueblo chico, lo que sobra es la memoria.
Ya se puede ver la estructura tubular que recorta el horizonte mirando hacia la ruta. Falta la lona con gajos de colores que está esperando ser desenrollada.
Y de sopetón, el lugar tranquilo y sin apuros, se vio envuelto en una voz aguardentosa y casi profesional, que brotaba de los parlantes de una de las camionetas intrusas. Recorriendo la avenida y las calles suburbanas anunciaba el advenimiento del mejor espectáculo nunca visto en Sudamérica y Continentes vecinos. Y a modo de rúbrica la voz impostada del aparatoso locutor, que además de Maestro de Ceremonias, se encarga de realizar las arriesgadas acrobacias en las alturas junto a sus hermanos, remarcaba las eses correctas y las agregadas en lugares erróneos: De ahora en más sustedes serán testigos súnicos del espectacular Circo Saguilas Sumanas.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2017