Hay quienes creen, muchos, que el Estado o cualquier otra instancia ajena a ellos mismos, pueden hacerles felices.
Soberanía Individual
Vienen y prometen, a todos, la felicidad, la seguridad y montones de dislates disfrazados de sueños y “derechos”, a cambio, por supuesto, de someter a todos a su dictado, a su percepción de la moral, a su moral en definitiva y a su forma inapelable de ver y entender la vida.
Encontramos que quienes creen que el Estado o cualquier otra instancia ajena a ellos mismos, (los que creen eso), puede hacerles lograr la “felicidad”, hacerlos felices. Y es esto asi? No, no es así.
Por qué no es así? Pues muy simple, porque desde el instante en que “dejo” en manos de otro o de otros, que ofrecen, que predican, que logre mi felicidad, que me conceda, que me haga feliz, ese otro, se esforzará, supongamos, por hacer lo que él cree que debe hacer para ello y no quiere decir esto, que haga aquello que “yo” deseo. Por supuesto, que es real y cierto, que en determinados momentos, se comparten deseos con otras muchas personas; pero no siempre es así, ni tiene por qué serlo. Y es por esto que es indispensable no caer en los encantos de la infinidad de propuestas colectivistas, de “izquierdas” o de “derechas”, o la denominación y calificación que se le ocurra, ni de cualquier otro sistema de tipo autoritarista o paternalista. Esos sistemas o figuras de ese sistema que le prometen a usted la felicidad y la seguridad y supuestos bienestares colectivos a cambio de sus dictados, de sus percepciones morales, no importa si usted, si el ciudadano disiente; no importa que usted piense, lo que prevalece es esa moral superior, a su forma de entender la vida y pretender para los demás y que los demás acaten. Y también es cierto y no cabe duda que es muy probable, muchas personas compartan y asimilen esos estilos de vida y esas morales, y sean en consecuencia, felices. Pero… todos? No!; y ahí es justo donde se empieza a generar el problema. Esas fuerzas colectivizantes de todo pelo y color, intentarán por supuesto, por medio de la coerción, imponer, si fuese necesario para homogeneizar a esa sociedad y así lograr y asegurar esa “felicidad para la mayoría”.
Como contraparte, un individuo independiente, consciente del valor de su libertad y del valor de la libertad de los demás ciudadanos individuos, jamás exigirá el sacrificio de los intereses de una minoría para satisfacer sus deseos propios. Y aquí está el punto; esto último es justo lo que ocurre cada vez que el Estado diseña y promulga leyes que afectan y lesionan la vida privada de los ciudadanos.
No se puede perder de vista de ninguna manera, cualquier promesa de la magia de paraísos terrenales, venida de otros, “eso” no deja de ser más que “eso”, “formulaciones mágicas” de uno o varios deseos, simples conjuros. Todas las personas son diferentes, somos diferentes, uno del otro. Y así, lo que para algunos puede ser “el cielo”, para otros resulta “el infierno”. En una sociedad libre, cuando hay una sociedad libre, y eso está en cada uno; cada cual puede y debe buscar su propio “cielo”. También, muchos serán los que jamás lo consigan, muchos no sabrán siquiera como es “su cielo”, ni que cosa buscan que definiría ese “su cielo”. Pero sí es muy seguro que todos podrán intentarlo.
Los sistemas autoritarios son estupendos solamente cuando el estilo de vida propio se corresponde y no interfiere para nada con el de la “autoridad”.
Podemos afirmar entonces, que los sistemas autoritarios sólo son estupendos, son “buenos” cuando el estilo de vida propio se corresponde con el de la autoridad. Y en cuanto el individuo cae en una minoría, en una instancia de disidencia, se convierten en verdaderas pesadillas. Es el nuestro un sistema autoritario? …. Por ahora podemos decir que es un sistema paternalista, con una premisa basada en el “bien común”; un “bien común” apoyado, fundamentado en los más miope de un conservacionismo moral, definido por lo peor de ese colectivismo centenario que ha ocasionado monstruosos desastres a la civilización moderna, que basa su preferencia en una sociedad de mediocres iguales a cualquier otro modelo, no importa cual, mientras sean obedientes mediocres; y desarrollado a golpe de enfrentamientos entre “mayorías”.
Y así, casi sin darnos cuenta, estamos en una sociedad, como la nuestra, en la que vivimos continuamente y sutilmente, bajo una tácita amenaza de levantarnos un día y encontrar que “por Ley”, hacer lo que hacíamos hasta ayer, incluso simples cosas que se nos daban por hacer y hacían felices, o para conseguir nuestras propias felicidades, simples como tomarse un café con los amigos al aire libre en un bar, o ampliar nuestro jardín y cambiar los árboles, o tomar un helado por la calle, o ir a ver un partido de fútbol, nos ha convertido en delincuentes.
LobosMagazine 2018
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