Un político cuyo móvil es la ambición del poder silenciará a todos con palabras que atenten contra la libertad.
Que no se trate de cambiar por cambiar
Un político cuyo móvil es la ambición del poder silenciará a todos con palabras que atenten contra la libertad.
Los ciudadanos no podemos en ningún caso perder de vista que cualquier promesa de paraísos terrenales venida de otro, no deja de ser más que la formulación mágica de un deseo. Las personas son, somos diferentes; lo que para uno es el cielo, para otro puede ser el infierno. En una sociedad libre, cada cual puede y debe buscar su propio “cielo”. Muchos no lo conseguirán tal vez, muchos no sabrán cómo es “su cielo”. Pero todos podrán intentarlo.
La falta de transparencia y restringir libertades de los ciudadanos son posibles comportamientos de un político que no tiene ideas claras ni principios definidos. No obstante, esos no son los principales riesgos que enfrentamos al elegir funcionarios públicos que no conocemos. Un comportamiento sumamente peligroso es su facilidad por adoptar las ideas que le conviene y promulgarlas por medios de difusión masiva. Adoptar las ideas que le conviene, aquí está el nudo del problema. Esto de adoptar las ideas que le conviene para ese momento, a determinado candidato, es casi un ejercicio de instinto puro; no de pretender y aspirar a llevar sus ideas adelante con propuestas para el ejercicio de la función pública, intendente, gobernador, etc; y este actuar confunde, se hace muy difusa la línea que separa la simulación de la real posición política en lo que hace a idearios de un determinado sector político concreto; más allá de los aspectos ideológicos. Más allá de la cantidad de seguidores o votantes. Que sea real; no impostado.
Es peligroso que el mensaje de esta clase de políticos esté en contra de la libertad de los individuos, que se disfrace de falsas promesas o que genere enfrentamiento entre los ciudadanos. Es por eso que es importante informarnos sobre los candidatos, evaluando su gestión previa y sus discursos.
Son los que viven de prestado, no les importan los hechos, las ideas, el trabajo. Les importa sólo la gente, como número. No preguntan “¿ Es esto cierto?” preguntan “¿ Es esto lo que los demás creen como cierto”? No juzgar, sino repetir. No hacer, sino dar la impresión de que se hace. No crear nada, sino dar espectáculo. No habilidad, idoneidad, sino amistades. No mérito, sino chantaje.
Los ciudadanos tenemos que empoderarnos al conocer nuestras libertades y a nuestros representantes, exigir sus responsabilidades y nuestros derechos.
El ejemplo de Fidel Castro; decía respetar las libertades del pueblo, de los ciudadanos, pero sus acciones y discursos del pasado demostraban su deseo de poder y autoritarismo. Esta era señal suficiente para que los cubanos no lo eligieran; lastimosamente muy pocos se dieron la tarea de verificar esta valiosa información.
El poder en sí es peligroso, pues tiende a generar placer a quienes lo ostentan y ambición por demás. Si además, el político electo apoya prácticas totalitarias o sufre un complejo por sentirse Dios; querrá tener todo controlado por él y creerá que su perspectiva es la única adecuada. Por lo tanto querrá implementarla a cualquier costo, incluso sometiendo a quienes no están de acuerdo con él. En este caso, podremos estar casi seguros de que buscará ampliar su poder y rango de acción, así como silenciar a cualquier disidente. Y esto se da a nivel de países, provincias o estados y municipios o ciudades.
A veces, elegimos a un candidato porque promete hacer las cosas de forma diferente, pero no es cuestión de buscar un cambio porque sí. De nada sirvió cambiar a Batista por Fidel, de nada sirvió elegir a Chávez con su correspondiente binomio Maduro, por citar algunos ejemplos. Cualquier actual mandatario pudo o puede hacer, o haber hecho cambios en “la forma de hacer las cosas”, no en “los asuntos de fondo”. Aún hay mucha tela que cortar, pues el sistema que permitió la corrupción y los abusos de poder sigue vigente, y la crisis económica no apacigua en los países de la región.
No se trata de cambiar por cambiar, ni de elegir entre diversos niveles de someter las libertades individuales y los sistemas republicanos. Se trata de apostar por países más prósperos, con ciudadanos más prósperos. Está en nosotros elegir y pedir que los líderes de opinión y los representantes políticos respeten la libertad de los individuos. Al fin y al cabo, no importa quién asuma los cargos públicos ni el poder que éstos implican, lo que importa es que nosotros gocemos de absoluta libertad.
Ser libres significa tener poder de elección sin regulaciones ni palabras que nos restrinjan u obliguen a tomar otras decisiones. Ser libres y hacerse cargo de los actos que devienen de sus derechos. Mientras no seamos libres de seguir nuestros sueños, estudiar o comprar lo que deseamos, seguiremos atados al subdesarrollo.