Estos días que quedan de aquí a las elecciones ¿Te están pidiendo que mires el futuro con esperanza, o quiere que mires a otros con el resentimiento?
Todos tenemos claro el esfuerzo denodado de los sufridos ciudadanos-súbditos de este país para repulir los cristales de la óptica con la que nos han obligado a contemplar los hechos tergiversados, polimutilados y cubiertos de groseras “pegatinas” de propaganda desde la famosa transacción de 1983 hasta hoy mismo.
Por otro lado, podemos entender que haya quién, para su estabilidad emocional, no desee conocer otra versión de los hechos que aquella que reafirma sus personales impresiones sobre el mundo, su particular vivencia “cosmo-agónica” del mundo y su reacia, firme e inflexible, disposición a mantenerse “ad eternum” en la mentira. Contra viento y marea. Por las dudas si existe el “cielo”.
Pero, no creo que se le escape a nadie, a estas alturas de la película, que las fuerzas estatales se han dedicado, derrochando nuestra propia energía, a deformar el verdadero guión de la Historia, a fondo, para dejarlo de rodillas a su servicio.
Está deformación de los hechos no ha quedado en una simple cuestión anecdótica de simple redacción o de sibilina deformación del lenguaje, sino que más bien ha consistido en un impresionante despliegue de medios de toda forma y gusto y camaleónico todo color. Sutiles algunos, más descarados otros y absolutamente nefastos TODOS para la adormecida sociedad civil todavía desperezándose de su dictatorial, larga y tradicional siesta añorando goles de algún mundial de fútbol o lo que se amolde.
Mala suerte nos trajo, pues de hecho se pasó de ley a ley a otra cama diseñada por la incipiente “oligarquía de partidos” en ciernes. De “Ley a garrotazos” a “Ley de fantasías”, de retórica, mentiras y declamaciones en nombre de alguna democracia. Pero esta vez la amodorrada siesta ha sido sustituida por un coma profundo del que resulta difícil salir.
Podemos hacer patente, confirmar, sin ningún género de dudas, que el “estado de partidos” consecuente, necesitó, como una luciérnaga, de la oscuridad de la noche, donde todos los gatos son pardos, para lucir su traje de falsos tejidos y que nadie se percate de su impúdica desnudez.
Allí, justo dónde los partidos políticos, sobre todo los tradicionales y anquilosados y sus derivados, se han instalado confortablemente, es dónde la corrupción institucional auto-perpetrada se encuentra elevada hasta lo más sagrado. Allí justamente, donde los disparates son indiscutibles, radica el germen de la verdadera enfermedad que padecemos como Nación, y como ciudad llevado a lo cotidiano, al día a día.
Queremos vivir en una Argentina mejor. Todos queremos vivir en un país en una ciudad nuestra donde todos tengamos la oportunidad de prosperar, ser felices como individuos y no como rebaño, y disfrutar de la vida con la gente que queremos. Queremos ciudad y barrios seguros, donde la salud no sea una quimera, el agua y el aire sanos, una vivienda decente obtenida con trabajo, un par de supermercados cerca, y un bar de la esquina donde sepan cómo nos gusta el café.
Durante todos estos días y los próximos días por venir, un montón de señores y ocasionalmente, alguna mujer muy serios van a dedicar su tiempo a contarnos que ellos también quieren lo mismo, o algo parecido, para nosotros y nuestras familias. Nos contarán sus propuestas, con más o menos fortuna, e insistirán con vehemencia que lo que el país necesita son ellos. Y vale afirmar que también hay muchos de ellos que lo hacen porque sienten realmente la vida democrática, republicana. Y ahí están.
Cuando escuchan lo que esta gente les cuenta, las historias que explican, las medidas que dicen van a implementar, ruego que se fijen, ante todo, en lo que dicen directamente. Sé de sobra que casi nadie cree lo que dicen la mayoría de los “políticos” -esa gente metida en la política buscando el viento a favor-, pero en realidad, raramente mienten; son quienes dicen ser. Cuando no cumplen con lo prometido (algo que, no voy a negarlo, sucede a veces) es más por su exceso de entusiasmo o sorpresas que no esperaban que por malicia. Son gente extraña, estos políticos enquistados en el sistema social, mimetizados, que sinceramente quieren hacer algún bien.
Además de lo que dicen, también es importante escuchar con atención sobre los motivos que dan para prometer lo que prometen. Qué creen que es bueno; cuál es el origen de nuestros males. ¿Por qué?
Hay políticos que hablan sobre sus valores, sobre sus convicciones morales; sobre por qué algo es necesario, sobre qué quieren conseguir. Hay otros que gustan de hablar de los valores de otros, de lo que ellos opinan sobre otros líderes, o activistas, u otra gente al azar. De supuestas ideas que son en definitiva sólo espasmos emocionales.
Esto políticos suelen hablar del prójimo no con admiración o respeto, sino insistiendo que ellos son como usted, como vos, no como esa gente. Ellos comparten tus valores y tus ideas, son de los tuyos, no como esos grupos que no son como nosotros. Hablan de como otros te miran mal, o cómo son un problema, o una amenaza, o alguien que ha dado la espalda a la gente común. Insisten, además, de que esos grupos van por tu vida, de que quieren que cambies, de que te desprecian. Son élites, o intelectuales, o feministas, o activistas, o intrusos, u odiadores, o anti Nación. Estos políticos te van a pedir que los votes no por sus valores, sino por el resentimiento que dicen debes sentir contra esos otros grupos, que son los que tienen la culpa de que tu vida no sea mejor. Que no pueden hacer más que no pueden hacerse cargo de gobernar la cosa pública porque los otros, los malos no lo dejan.
Esos líderes utilizarán a menudo palabras grandes, como patria, o Argentina, o nación, o principios, o valores…
Hay muy pocas armas políticas más potentes que el resentimiento. Y no siempre se aprecia a simple vista. Vivimos en un mundo que es a menudo injusto, donde trabajar duro, ser responsable, y ser honesto a menudo no da para llegar a fin de mes. Cuando un “líder” toma un micrófono y te cuenta que entiende tus frustraciones y que va a contarte quienes son los culpables de tus problemas, aquellos que se han llevado tu felicidad perdida, es fácil prestarles atención.
Hay una diferencia importante, sin embargo, entre quienes buscan culpables y quienes buscan soluciones. Los primeros prometerán un castigo, y seguramente cumplirán con lo que prometen, porque los políticos de verdad suelen hacerlo. Los segundos quizás sepan arreglar el problema, o quizás estén equivocados, pero su objetivo no será ayudarte a ti, no hacerte sentir bien por ver sufrir a otros. Los políticos del resentimiento buscan darte una satisfacción, nunca resolver nada. Su objetivo es enojarte y mantenerte enojado.
El populista no apela a ideas, ni al odio; odiar es un sentimiento desagradable. Apela al resentimiento, a decir que tus problemas son el fruto de que alguien ha tomado algo que te pertenece y debe ser castigado
Estos días que quedan de aquí a las elecciones, entonces, hay que preguntarse qué está haciendo un político cuando les dirige a ustedes la palabra, si es que lo hace. ¿Está hablando de qué quiere hacer, o sobre qué debes enojarte, que debes odiar? ¿Está hablando de lo que él defiende o de lo que otros odian? ¿Está hablando sobre cómo construir un país, una ciudad mejor o quiénes son sus enemigos? ¿Te está pidiendo que mires el futuro con esperanza, o quiere que mires a otros con el resentimiento?
El populismo, esa palabra tan repetida y manoseada estos días, está construido sobre rencor, sobre o ellos o nosotros, sobre a quién toca envidiar, y echar la culpa de los males del país, de la ciudad. El populismo no es de derechas ni de izquierdas, puede estar frente suyo sin que lo notes, tal vez. El populista no apela a ideas, ni al odio; odiar es un sentimiento desagradable. Apela al resentimiento, a decir que tus problemas son el fruto de que alguien ha tomado algo que te pertenece y debe ser castigado. Castigar es placentero, porque parece justo. Raramente sirve para solucionar nada.
Estas elecciones, no votes a quienes les exigen que miren a otros con rencor como principal argumento. Y que estás mal por culpa de otro. La política no es una terapia, es un esfuerzo por arreglar problemas. Entre un político aburrido que habla en porcentajes, de proyectos para una vida mejor, y que propone ideas para ese fin y no ideologías y ensoñaciones; o un salvapatrias que clama contra los enemigos del país, de tu ciudad acércate siempre al primero. Después será tarde.
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EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN
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