… la pregunta es… ¿a quién le interesa que el público piense? Al poder de turno no
El escenario electoral es dantesco; y ya que el término refiere a Dante Alighieri y la Divina Comedia podemos tomar una licencia: “el río se convertido en un gigantesco hervidero de cabezas y cuernos, un escenario dantesco y dramático…”. Nunca antes la política argentina ha sido ha tenido una cara más decadente y bochornosa que la de estos días, por más que se rasguen las vestiduras en nombre de una supuesta democracia y su lastimoso camino de estas décadas, los mismos vividores de la política. Los programas informativos en los medios de difusión, los lastimosos llamados debates y las tertulias de televisión se basan en una constante crispación y excitación, y no difunden otra cosa que sectarismo “partidista” o mejor dicho de facción a la que pertenecen
Y una vez más nos precipitamos a una nueva crisis económica de la cual, por motivos electorales, no habla ninguno de los partidos, ni tampoco los grandes medios de comunicación. Los indicadores están en caída libre y nada se dice al respecto. ¡Como si aquí no pasara nada!
Vemos la actualidad, entendida como producto de gran consumo, donde la relevancia de una noticia es inversamente proporcional al enorme tráfico que genera, está salpicada de sucesos supuestamente graciosos, vulgares, en realidad irrelevantes, pero sí susceptibles a la polarización ciega, sorda y muda que beneficia al poder. Se trata de sucesos que ni siquiera llegan a serlo, anécdotas de comedia bufonesca a lo sumo que no hace tanto habrían sido desplazadas a los andariveles del “scrolleo” cuando hay aburrimiento, a los almacenes de curiosidades y chimentos, de tonterías breves y amenas al que los lectores solían bajar cuando se habían hartado de leer.
Hoy vemos en el borde del hartazgo, que cada vez es más escaso ese periodismo en situación calma que partiendo de un hecho verdaderamente relevante y que ciertamente debería interesarnos por el motivo cuenta que nos trae y nos toca, informa en profundidad. Un periodismo que partiendo de la objetividad y el esmero enriquece el contenido con perspectivas bien razonadas, de manera que el lector, oyente, televidente, además de informarse, piensa y reflexiona y contempla lo que sucede con una mirada aguda y reposada.
Si los argentinos fuéramos capaces de leer, analizar y pensar una décima parte del tiempo que dedicamos a enardecernos con estupideces, las cosas serían tan distintas que da hasta miedo imaginarlo… ¡por la desesperación que provoca!
Ahora… la pregunta es… ¿a quién le interesa que el público piense? Al poder no. Muy por el contrario, a quienes “mandan” les interesa que la actualidad discurra como uno de esos trenecitos del túnel del terror, donde los sustos se suceden sin más pretensión que entretenernos, porque el negocio consiste en que obviemos los auténticos terrores.
Y también a la prensa le resulta mucho más interesante centrarse en esta actualidad basura, porque prácticamente se elabora sola y con muy poco esfuerzo se consigue un tráfico gigante, estupendo. A cualquiera de esos medios le basta con proyectarla tal cual, apenas necesita redacción y menos aún verdadera prospección. Vemos a diario que muchísimas veces la información en sí misma consiste en englobar un clip de video de un tercero, al que se le añade un titular y una entrada, un subtítulo atrayente. Luego, se proyecta en las redes sociales o se encaja como una cuña en programas televisivos y el chismorreo, la banalidad y la exacerbación de la ignorancia hace el resto.
Ahora bien, lo más llamativo es que ni siquiera nos damos cuenta. No es sólo que hayamos aceptado consumir y compartir toda esta bazofia con sorprendente naturalidad, es que nos hemos vuelto adictos. Necesitamos como mínimo una dosis a la semana, un asunto estúpido e irrelevante pero “gracioso” con el que poder dar rienda suelta a discusiones ridículamente intensas y, por supuesto, polarizadas. Tan polarizadas que cada cual es capaz de ver en una misma imagen realidades completamente distintas. Así, para unos un bofetón es una caricia y para otros la caricia es una tentativa de homicidio. Según afinidades partidistas, la misma imagen da lugar a interpretaciones antagónicas. Diríase que la memez, ahora a la estupidez y por gracia del uso masivo de redes la palabra es “memez”, convertida en noticia viene con una señal luminosa que nos indica qué dirección hay que tomar, según seamos de los de este lado o de los del otro lado.
Y mientras tanto consumimos este MacPeriodismo con una fruición enfermiza, el poder sigue a lo suyo, a salvo de los focos y las miradas indiscretas. Argentina es por estos días el caso del impresentable Insaurralde, o del ministro de economía-candidato anunciando por ejemplo una estupidez con bombos y platillos tal como lo que será un supuesto partido de fútbol en el mundial de 2030, mientras la pobreza indicaba en simultaneo por sobre el 40%, donde 6 de cada 10 niños y adolescentes de hasta 17 años son pobres y no consiguen acceder por completo a los alimentos, educación y salud necesario, entre otras cosas no menores por supuesto, que sirven para tapar, ocultar, o cualquier acto de algún otro, sea un famoso o un desconocido, que por el mero hecho de ser desagradable resulte rentable distribuirlo a la velocidad de la luz. Lo llamamos la sociedad de la información, pero en realidad es la sociedad de la difusión de la memez. La información consistiría en advertir de todo cuanto es importante. No estupideces.
Nadie puede negar lo que él mismo ve con sus propios ojos: todo lo que sucede en la “res pública” está siempre a la vista; no hay lugar a la conspiración ahí, ni para lo oculto y lo secreto. Es indudable que todos pueden vivir como si hubiese democracia. Todo el mundo lo ha visto durante más de cuarenta años de triunfo rotundo de la mentira.
También es indudable que la mayoría puede vivir como si hubiese una epidemia causada por un virus: lo hemos visto todos durante más de dos largos años, cuando la práctica totalidad de la población hacía el más espantoso de los ridículos llevando unos trapos raros en la cara, y no se ve los que tapan el pensamiento.
Nadie puede negar, salvo siendo cínico, que en Argentina, bajo la égida de esta “monarquía” impuesta por una dictadura partidocrática, ha triunfado totalmente el fraude y la estafa, la mendacidad y la frivolidad. Es tan fácil ver y medir la corrupción, que únicamente los más idiotas lo podrían poner en duda.
Nadie puede negar tampoco, que solamente las personas decentes “fracasan en su éxito social” y que son consideradas tontas por la mentalidad de la mayoría; aquella que se conduce a duras penas, a través del desorden ético causado por la religión del Estado que profesan, que disfrazadas de defensa de la ciudadanía y del pueblo, sólo son regímenes para someter y anular la libertades individuales. Una mayoría incapaz de articular ninguna moralidad. Una mayoría absolutamente desmoralizada.
Pero del mismo modo, nadie puede tampoco negar que ignorar la realidad, hacer como si no existiese, fingir constantemente que actúan las cosas que no existen, no evita ni mínimamente el efecto de las que sí lo hacen. Y por lo tanto, con absoluta indiferencia hacia quienes quieran llamar a lo que van a terminar viviendo como la ira de Dios o sencillamente la consecuencia de todo acto fallido por su inadecuación a las leyes eternas de la Naturaleza, el asunto es que es inevitable. Nada puede evitar ya el horror que supone el enfrentamiento con su fracaso de quienes a causa de su idiocia se han obstinado en él, o el de los inocentes que sufrirán igualmente las consecuencias a causa de su inacción y su quietismo.
Sin embargo, por ahí alguien trollea a un pretencioso, lastimoso candidato a presidente por ejemplo, y en cuestión de minutos esta memez, que viaja a la velocidad de la luz por la red, se convierte en la clave maestra de la bóveda, no ya de la política, sino de la existencia misma. Y ahí termina todo. Total, después la culpa será siempre de los otros.
Para crear la sensación de debate político, sostendrán los devenidos en líderes, mitos y mentiras que entretengan al pueblo en estériles discusiones y peleas, mientras ellos se perpetúan en un poder descontrolado. Uno de los engaños más recurrentes es el de "las dos Argentinas", hoy un cuento de traidores que comparten el poder en el Estado. Como si no se hubiesen puesto de acuerdo en la supuesta transición democrática, para impedir con su deslealtad al pueblo argentino la ruptura con el “antiguo régimen”, consiguen del refrendador la legitimación a esta altura de la civilización del “sufragio pasivo censitario”, como si estuviésemos en el siglo 18.
Va siendo hora de reflexionar y afrontar los hechos en su verdadera dimensión y crudeza. Si queremos dejar de ser súbditos, si queremos iniciar una singladura como ciudadanos de pleno derecho, no podemos dejarnos someter. Un ciudadano no se reprime, no debe arrastrarse como una serpiente para jugar un papel sumergido y ser tan manipulador como aquellos que lo esclavizan. Una vez que ha sido corrompido queda anulado por la propia fuerza de su contradicción.
Si los argentinos fuéramos capaces de leer, interpretar, analizar y pensar una décima parte del tiempo que dedicamos a enardecernos con memeces, las cosas serían tan distintas que da hasta miedo imaginarlo… ¡por la desesperación que provoca!
“---bebe de los sermones
De los oradores que saben lo que te sienta bien… Okay
El burdel está abierto
Y te quejas del horario
Quieres vacaciones en prime-time
El nuevo orden mundial sabe lo que hace
Y no lo sabes apreciar
Te sobra mes
A final del sueldo
El suelo tiembla bajo tus pies
Este es el terreno de juego
Y tu aportación serán
Ladridos de perro
¡Guau, guau!
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EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN
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