Cierra los ojos y espera… mientras hierve el agua y los sentidos se elevan y a un sencillo segundo de distancia, intensidad y tiempo, minutos largos como siglos, y es la poesía de los sentidos en el perfume de una taza de té…
Aquel beso con aroma a limón
Al correr las cortinas, la ventana de la cocina le advierte que el celeste del cielo empieza a enturbiarse con nubes proveedoras de grises.
Mientras espera que el agua que puso a calentar alcance la temperatura ideal, abre la alacena y se adueña de una caja de té que ostentosamente proclama desde el envoltorio su contenido aromatizado con altas dosis de esencia artificial de limón. El falso perfume cítrico invade uno de sus sentidos. Ese aroma le ha despertado el perfil nostálgico.
Fue, lo recuerda muy bien, una tarde cargada de siesta del verano anterior al que ella cumpliera los quince.
Aún hoy Griselda no logra recordar si fue algo consensuado o se dio por casualidad. El limonero del jardín de su casa fue el escondite perfecto para que Guillermo le arrebatara el primer beso de su vida, impregnado con aroma a limón. Conociéndose como se conoce, duda si no fue ella la que tomó la iniciativa.
Recuerda los ojos cerrados y los labios bien apretados de los dos cuando la distancia entre ellos se redujo a nada. Fue un contacto tan efímero como efectivo. En esos escasos segundos que duró el contacto comprobó que el cuerpo se le agitaba al acelerarse el ritmo de su corazón y sospechó que el cosquilleo en el estómago se asemejaría a la sensación que sintió su prima cuando le contó en secreto su beso con Leandro. Dedujo que Guillermo no experimentó la misma emoción. Su media vuelta para escaparse a jugar a la pelota dejó en claro que la tan mencionada “edad del pavo” tendrá por siempre un marcado sesgo masculino. Guillermo fue desterrado como posible Monarca del Reino Ideal donde ella será la única Reina.
A esta altura de la evocación Griselda se escudó detrás de un mohín ambiguo, equidistante entre la blancura de la inocencia y la turbiedad de la picardía.
“¿Puede ser que recuerde el primero y me olvide el cuándo, cómo, dónde y porqué fue el último?” Se preguntó y se encerró ella misma en una insondable encrucijada. Se dio cuenta que el tiempo transcurrido entre el beso del debut de labios apretujados de aquel entonces al beso de la última y apurada función en tiempos actuales abarcaba casi toda su vida.
No se considera una entendida ni mucho menos una experta, como lo es su mejor amiga, en eso de andar repartiendo besos. “Marcela sí que sabe de estas cosas” se dice, mientras llena la taza de té mirando por la ventana de la cocina como la llovizna empieza a empañar los vidrios. Se da cuenta que se le duplica la mala visión cuando sus ojos promueven acompañar el gris de la lluvia de allá afuera.
Su voz interior intentó rescatarla de la melancolía “¿A cuántos besos le marcaste un tilde?”, la interrogó sin previo aviso. Se hizo la indiferente. Pensó en arriesgar un número de tres cifras para mentirse descaradamente, pero cayó en la cuenta que jamás se le hubiese ocurrido armar una lista de besos con los respectivos sujetos que osaron rozar sus labios. Quizá podría animarse a confesar que hubo pocos que fueron inolvidables porque hubo muchos que apenas le resultaron fugaces; que hubo besos que se dejó robar sin querellar al responsable y que hubo otros que por las circunstancias posteriores le resultaron demasiado costosos; unos pocos que abrieron ventanas para renovar una necesaria bocanada de aire puro y muchos que cerraron puertas de dormitorios a veces innecesariamente compartidos.
Con el primer sorbo de té arriesgó la integridad de la delicada piel que recubre la comisura de su boca. Sintió el ardor. Como un torbellino de añoranzas la extrema calidez de la infusión la sobresaltó. La comparó con su primera experiencia labial y se preguntó qué habrá sido de Guillermo. Seguramente a lo largo de su vida Guillermo ha besado, quizá, a cientos de chicas con más libertinaje del que ella pretendiera ostentar ¿Quién habrá sido la afortunada que le dificultó salir corriendo después de un beso?
Sin darse cuenta le había entregado las llaves de su mente al memorioso duende de los recuerdos.
Al siguiente sorbo notó que el calor que le transmitía la tersura de la taza no fue la misma. No supo distinguir si era su boca la que se había habituado o si era el té el que había perdido los aires ardientes. Lo asoció a su segundo beso. Fue más osado que el primero y único que compartió con Guillermo cuando escondidos en el jardín de su casa los invadía el aroma de los azahares del limonero.
Recuerda que con Ignacio se animaron a entreabrir los labios revelando la audacia y el desparpajo propio de la curiosa e incipiente adolescencia de ambos. Con Ignacio perdió la cuenta de sus segundos besos cuando empezaron a mostrar una rutinaria e insulsa semejanza. Se dilapidó el encantamiento y se perdió la magia. Ignacio pasó a ser otro probable Rey que abdicaba antes de ser coronado.
Se sintió incómoda, inquieta y perturbada al rememorar los besos posteriores a Ignacio. Los de boca abierta para comprobar que en el idioma de los besos se pueden hablar otras lenguas. Que los besos a escondidas son los que se descubren con mayor facilidad. Que los besos con segundas intenciones conllevan más que un par de intencionalidades. Que los besos sensuales tienen escabrosas fronteras difíciles de determinar y se confunden con los besos furtivos… y con los besos invasivos… y con los besos infieles… y con los besos secretos.
Mientras la llovizna prepotente, dominante y dictatorial decreta que el sol tendrá que seguir subordinándose a su espesura, Griselda comprueba que con el último sorbo está besando una taza de té… con aroma a esencia artificial de limón.
José Pepe Juliá
“Los dos se encontraron en el mismo cuento,
Los dos se encontraron justo en el momento
Fue un beso de esos que bajan la guardia
Fue un beso de esos de darse las gracias
Fue un beso de esos de esos que valen por toda la química de la farmacia
Los dos intuyeron sus ojos cerrados sus bocas pegadas el canso aliento
Fue un beso de esos que cumplen un sueño
Fue un beso de esos que son el primero
Un beso de esos que ponen contento
Los dos se creyeron "in singing in the rain"
Tan locos saltaron sobre los charcos
Tan locos bailaron por los bordillos
Tan loco Tan locos saltaron la verja de un parque
A ciegas cruzaron por las avenidas
Tan locos pensaron hacerse piratas
Surcar en velero los mares de China…
LobosMagazine LM ™ 2023
Editor: José Luis San Román
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