Como si de una larga ficha de características técnicas se tratara, se ha instalado en el subconsciente colectivo una sarta de adjetivos ecológicos, verdes, inclusivos y perfectos, que glosan la perfección del mundo hacia el que nos debemos dirigir.
Dicen que si no eres capaz de explicar tu argumento, cualquiera sea, en pocas palabras, es que no lo comprendes realmente, que si no sabes glosar las virtudes de tu idea o de tu producto objetivo en una líneas o un par, no lo conoces, que lo difícil sin duda es hacer sencillo lo complicado y no al revés. Y esto no es cuestión de edad. Como los refranes, que son un imaginario refugio de sabidurías que resumen en una o dos frases años y años de experiencia y que son tan simpáticos la mayoría de las veces como también útiles. Podemos decir que también se observa en las formas de expresión y el lenguaje, un componente económico. Las palabras, nuestras palabras pueden medirse en términos de productividad, “no hay grandeza en la justicia social, ni en ellos, ellas, elles…”, cualquier obediente con una notebook es capaz de pergeñar absurdas y rudimentarias complicaciones de la vida como es posible ver tal vez La Colmena, tanto en la película como en el libro, de Camilo José Cela.
Pero… siempre hay un pero, tiene mucha mayor venta el mundo adjetivado. Como si de una larga ficha de características técnicas se tratara, se ha instalado en el subconsciente colectivo una sarta de adjetivos ecológicos, verdes, inclusivos y perfectos, que glosan la perfección del mundo hacia el que nos debemos dirigir. Quizá caigamos en la tentación de pensar que si estudiamos para el sobresaliente podremos sacar un aprobado o tal vez un notable, así también nos lo venden, pero a la inversa, puesto que si no sacamos un sobresaliente el mundo se autodestruirá sin remedio. Aun así, el argumento se apoya en arenas movedizas. El sobresaliente es posible para una mente media en una asignatura media. El mundo perfecto no solo es imposible, sino indeseable.
Una sociedad como la nuestra, que persigue quimeras tales como vivir en el mundo con consecuencias inocuas para el planeta, necesariamente está abocada al naufragio y a vivir deprimida por no haber alcanzado el ensueño perseguido
Y entonces, ya que de nuestro esfuerzo y estudio se supone el conseguir ese mundo soñado, feliz, perfecto; de su falta y de sus escaso rigor son consecuencia todos los males de la tierra, ya sea por el cambio climático (una contradicción en sí misma la idea/frase), ya sea por la lluvia ácida o tal vez la enésima glaciación, o tal vez las guerras o tal vez el aumento de la desocupación. Y en realidad los males del mundo pueden clasificarse en tres categorías: los provocados por el devenir natural, como un terremoto o la erupción de un volcán, que pueden tener consecuencias devastadoras, los provocados por los gobiernos y sus asociaciones, con consecuencias aún peores, pues se dilatan en el tiempo y se amontonan como las bolsas de basura en un contenedor llenos y los que puede provocar un individuo por accidente, estupidez o fanatismo.
Podemos decir que los primeros y los últimos son inevitables y cuando la mano del hombre tiene implicación, censurables. Podemos luchar por preveerlos o paliar sus consecuencias, pero todos sabemos que existe un cierto margen de incertidumbre con el que hemos de trabajar, tanto en la previsión de huracanes o temblores del subsuelo como en la dificultad de acertar en el momento exacto en el que algo en el interior del cerebro de un descerebrado hace clic y se convierte en un terrorista. Escapa a nuestro alcance porque el mundo es imperfecto.
Vamos a tener sin dudas que Una de las consecuencias más palpables de la persecución de la utopía de un mundo feliz es la frustración. Una sociedad como la nuestra que persigue quimeras tales como vivir en el mundo con consecuencias inocuas para el planeta, necesariamente está abocada al naufragio y a vivir deprimida por no haber alcanzado el ensueño perseguido. No me tomen por un fatalista descreído o por un cínico. Puesto que soy consciente que mi paso por el mundo tiene consecuencias y genero sin duda externalidades que pueden ser negativas, procuro que ese paso sea lo más limpio posible, lo más agradable para mis semejantes que esté en mi mano, siendo como soy plenamente consciente de que es necesario un equilibrio entre mi vida y la de los demás habitantes del planeta.
Y sí, todos, en mayor o menos medida, podríamos hacer lo mismo, pero es mucho más cómodo desde la acción del Estado imponer unas conductas, consideradas como positivas, sin mirar las consecuencias que estás pueden derivar. Diríase que todo se propone mantener constantes todas las variables de cada situación (céteris páribus), pero se pone en uso con la normal interacción, dando lugar al desastre. Pueden pensar acerca de las consecuencias que la “Ley Trans” por ejemplo, tiene para el feminismo radical tradicional para entender mejor lo que digo. Es un ejemplo. La verde Alemania dependiendo del carbón para generar electricidad otro.
Es como en una empresa donde el sueldo se fija por objetivos, las metas que como sociedad nos hemos de proponer, han de ser alcanzables si no los trabajadores o, en este caso, los ciudadanos se caen del empeño. La frustración por no alcanzar la remuneración esperada.
Y aun así parece que los Biden, los Gates, los Soros, o los Sánchez en España o algún Fernández perdido en la jungla prefieren cabalgar hacia el abismo de un mundo perfecto sólo porque forma parte de sus alucinaciones tal vez, no hacer nada real, mientras van en busca de lo perfecto solo de forma dialéctica. Y concluir, a esta altura del texto, que tal vez haya parecido extenso para decir lo que quería decir, que lo perfecto es enemigo de lo bueno.
No hay que ver el futuro
Para saber lo que va a pasar
No hay que ver el futuro
Para saber lo que va a pasar
No hay que ver el futuro
Para saber lo que va a pasar
A pasar
Y nada cambia
No nada cambia
Y nada cambia… (y todo cambia)
No nada cambia… (y todo cambia)
Por estos lados…
LobosMagazine LM ™ 2022
EDITOR: José Luis San Román
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