Argentina lidera cómodamente el ranking de países con mayor presión fiscal sobre las empresas entre 190 países.
En la Argentina se pagan hoy unos 160 impuestos. Y sólo cabe concluir una cosa: nuestros gobernantes son altamente creativos a la hora de idear excusas para expoliarnos impiadosamente. No sólo hay impuestos nacionales, provinciales y municipales (tasas), y al trabajo por cierto. Existen también regímenes de retención y percepción de impuestos ajenos, e impuestos encubiertos, sin contar obligaciones de información para que el organismo de contralor sepa cuánto pagamos por todo.
Y no sólo se trata de cantidad. También se trata en algunos casos de porcentajes, que en ocasiones llegan a niveles susceptibles de ser considerados lisa y llanamente confiscatorios. Y a ello podemos también sumar escalas o deducciones que no se actualizan pese a la inflación, haciendo caer cada vez a más personas en las “redes tributarias”.
La pregunta es… ¿Qué hacer ante este desolador panorama? Sin dudas, la Argentina necesita urgente reformar su sistema impositivo. Es total y absolutamente inaceptable que se trabaje prácticamente seis meses al año para sostener funcionarios, burócratas, empleados, ñoquis, y demás “yerbas” de clientelismo político y obtener a cambio servicios “de cuarta” o menos aun.
Es perentorio que el “día de la liberación de impuestos”, que promediándolo hasta ahora se produce a fines del primer semestre del año, empiece a retroceder en el calendario.
Es hora que se empiece a desandar el camino de esos 180 días de esclavitud anual que “supimos conseguir”. Tal vez un primer paso en la dirección correcta sería empezar a derogar legislación. Hasta un pequeño gesto de gatear como un bebe en esa dirección ayudaría.
Hay que ser conscientes y asumir que pretender que se deroguen los “impuestos progresivos” o se conciba viable bajar las alícuotas del “IVA” sería un poco “demasiado” para las presentes circunstancias, y cuando tampoco entienden otra cosa o no les conviene, a quienes viven toda la vida del Estado, algo asi como “Uróboro”, la serpiente mitológica que se muerde su propia cola. ¿Qué tal proponer en cambio tomar todos aquellos impuestos cuya recaudación es proporcionalmente mínima y empezar a desarticular el embrollo?
Si el Estado recauda el 90% de sus ingresos a través de tan solo 10 impuestos. ¿Y si se baja un 10% el gasto público y se eliminan todos los demás?
Y ni qué hablar del tiempo liberado para computarlos, declararlos y liquidarlos, que podría ser destinado a actividades más venturosas y productivas. Sería una brisa de aire fresco, una limpieza legislativa con fragancia a libertad.
Son décadas y décadas en las que la Argentina muestra un descenso en su PBI en relación a otros países y su participación en el comercio mundial. No es un problema transitorio. Esto es estructural y condiciona todas sus condiciones de desarrollo futuro. El Banco Mundial publicó en 2019 un informe sobre los países que más castigan a sus empresas con impuestos.
Argentina lidera cómodamente ese ranking. Veamos el ranking de los 29 países que más presión fiscal aplican sobre sus empresas en relación a las ganancias empresarias.
Argentina 106% 16) Australia 47.4%
Colombia 71.9% 17) España 47%
Brasil 65.1% 18) Japón 46.7%
China 64.9% 19) Rusia 46.3%
Francia 60.4% 20) R. Checa 46.1%
Bélgica 57.7% 21) Malta 44%
Italia 53.1% 22) EEUU 43,8%
México 53% 23) Filipinas 42.9%
India 52.1% 24) Lituania 42.6%
Grecia 51.9% 25) Uruguay 41.8%
Austria 51.5% 26) Ucrania 41.7%
Eslovaquia 49.7% 27) Turquía 40.9%
Suecia 49.1% 28) Países Bajos 40.8%
Alemania 49% 29) Polonia 40.7%
Estonia 48.7%
Argentina lidera cómodamente el ranking de países con mayor presión fiscal sobre las empresas, entre 190 países.
En el rubro otros impuestos que en este ranking no están considerados y que excluye por ejemplo el IVA, España tiene un porcentaje del 0.7% mientras Argentina 72.8%, Este solo indicador explicaría porque Argentina, año a año, viene siendo un país “menguante”. Cada vez más chico. Cada vez más miserable.
Normalmente los países gravan las personas físicas mucho más que las empresas. Esto tiene una lógica económica. Las empresas son las que ahorran y las personas las que consumen.
El “no plan” que lleva al país a una eterna “no solución”
La presión impositiva es la única responsable del “barrani style”, poniéndolo simple, es una expresión palabra “tomada prestada” de la comunidad judía local, se alude a aquellas operaciones comerciales que no se registran oficialmente, a fin de evadir las cargas impositivas que de otro modo deberían abonarse.
Números que asfixian: la presión impositiva es del 106%
Vemos que la lógica del populismo imperante es inversa porque no piensa en términos económicos sino políticos para su beneficio, y populismo imperante es lo que venimos viendo en los últimas casi cuatro décadas, para tomar una referencia bien simbólica. El populismo generalizado piensa en cuantos votos gana “redistribuyendo” la rentabilidad de las empresas. La crisis actual es producto de que ya no queda más para sacarle a las pequeñas y medianas empresas y a los emprendedores. Se ha llegado a un límite. Así como también se ha llegado a un límite con el concepto de que ante una necesidad hay un derecho, por algo muy simple. Las necesidades son infinitas y los recursos finitos. Por lo tanto tenemos un Estado infinanciable, un parásito insaciable que se financia con Emisión Monetaria que se traduce en más y más inflación.
El ahorro, cuando la presión fiscal es razonable, deriva en inversión y es la única forma de alentar el desarrollo de un país junto a la inversión en capital humano. Argentina destruyó tanto la educación como su capacidad para generar ahorro. Es como si a un barco le quitamos sus hélices y sus motores para que pueda navegar.
Esta presión fiscal a las empresas genera varios problemas. No solo haber imposibilitado el desarrollo, ya que no hay ahorro que sustente la inversión.
Si se pagan más impuestos de la ganancia empresaria (se pagan $ 106 cada $ 100 que se ganan) si una empresa tiene sus puertas abiertas es porque está en negro, o por lo menos una parte de su negocio está en negro para compensar este desquicio tributario. De no ser así ya estaría fundida.
Si además de esto tenemos un Estado cada vez más grande, improductivo, ignorante y embrutecido. Empleo público y gasto público cada vez más grande en relación al PBI, es totalmente lógico que el empleo privado sea menor y la economía sufra un proceso de estanflación constante.
Y esto también se refleja en una mayor concentración económica, por algo muy sencillo. Las pymes, generadoras del 80% de los puestos de trabajo no tienen excedente económico, y con dificultades para acceso al crédito (tampoco los bancos trabajan de banca) ya que el grueso lo absorbe el sector público, nunca pueden aumentar su escala, y solo pueden permanecer en pie aquellas que alcanzaron una envergadura que les permite tener economías de escala y de alguna manera soportar la infinita presión fiscal Argentina. El Estado que dice que la concentración económica es una de las causas de la inflación en Argentina, es el principal promotor de la concentración económica.
El Estado se financia fundamentalmente con impuesto inflacionario y las empresas son sometidas a un constante cambio en sus precios relativos que no permite proyectar más que el corto plazo, sumado a constantes cambios en las reglas de juego.
Una consecuencia poco analizada en la literatura económica de toda esta desmesura es que hoy Argentina no tiene instrumentos de política económica porque se carece de un factor fundamental. Credibilidad. Sin credibilidad se puede pasar de una inercia inflacionaria importante, como la actual, a una hiperinflación por una caída abrupta en la demanda de dinero. Y ya no alcanzaría no emitir dinero, ya que la gente sigue incrementando la oferta monetaria por aumento en la velocidad de circulación del dinero que es la inversa de la demanda de dinero.
Cualquier incremento en la cantidad ofrecida de dinero o aumento del gasto público en vez de aumentar la producción se traduce en incremento en los precios porque no hay credibilidad.
Cualquier medida racional puede tener una consecuencia totalmente contraria a la esperada, ya que todas, ante la desconfianza, se consideran transitorias y no permanentes.
En este contexto macro la actual administración solo puede esperar como mejor performance terminar su mandato en las actuales condiciones. Altísima inflación con crecimiento nulo de la economía. Su mejor performance es y será hasta el 2023: Estanflación.
Argentina en el 2023 deberá encarar reformas profundas y políticas de shock. El gradualismo no dará resultados por el nivel de deterioro macroeconómico y de confianza nula en que se encuentra nuestro país.
Requerirá de una profunda reforma monetaria para atacar la inflación. Pero eso solo no alcanza. Requerirá que la Argentina se vuelva un país competitivo. Con reformas impositivas, en el gasto público, en las leyes laborales, en el sistema financiero y en el régimen de coparticipación, además de una apertura de su economía con acuerdos bilaterales con la mayor cantidad de países posibles. Reformas tan profundas que la sociedad, en su conjunto, vea como irreversibles y no transitorias, sino no tendrán el efecto deseado.
De no lograrse, Argentina seguirá en su camino de ser cada vez un país cada más chico y con mayor miseria. La gran estafa y la escena final…
Las circunstancias requieren esta vez
Un nuevo modelo
Una nueva ley
La gran estafa y la escena final
Nuestras siluetas alejándonos
Siguen predicando, es cuestión de fe
Repítanlo mil veces
Para poder creer
La gran estafa y la escena final
Después de todo lo veíamos llegar
Aguantaremos juntos la respiración
La gran estafa, el canon imperial
Y todas las señales avisándonos...
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