El hechizo permitía a quien lo heredaba, encerrarse en un lugar oscuro y mencionar en voz baja la palabra “WAKACHU”
Alguien ha escrito alguna vez en algún lugar, “que aunque los caminos de la búsqueda son numerosos, la búsqueda es siempre la misma…”
Y será tal vez, que se le dedican palabras a algunas cosas de la vida que no se comprenden…¿o sí? A cada una y a todas las cosas que nacen y se desvanecen en el viaje ante los ojos… serán tal vez buscar palabras ante la imposibilidad de encontrar una palabra igual a silencios que se encuentran en el interior
Y será que escribir no sea una cuestión de libre albedrío y sea un acto de supervivencia.
Y nos preguntamos cuántas veces debe un hombre levantar la vista antes de ver el cielo?
Y nos preguntamos cuántos años puede existir una montaña antes que sea arrasada por el mar?.
Y nos preguntamos cuántos años pueden vivir algunos antes que se les permita ser libres?
Y nos preguntamos cuántas veces puede un hombre girar la cabeza y fingir que simplemente no ha visto nada?
Y nos preguntamos cuántas veces debe un hombre levantar la vista antes de poder ver el cielo?
Y la respuesta amigos está flotando, silbando en el viento, la respuesta está flotando, silbando en el viento… y una búsqueda… tal vez – DEL EDITOR -
Wakachu
Soy Juan Cruz. Se acercaba año nuevo. Todos reunidos esperando las doce. Tíos, amigos de la familia, primos, nietos, hijos. Linda reunión, alegre, ruidosa. La noche era muy agradable, durante el día hizo mucho calor, pero ahora la brisa del mar, puso calma. Salí al parque a tomar un poco de aire. Entre el humo de los habanos y el Cinzano con Fernet que me tomé a escondidas, me da vueltas todo. Mi padre hablaba con “el gordo”, mi hermano mayor. Los más chicos jugando a las escondidas en el parque. La poca luz hacia más entretenido el juego. Bajo el farol de la galería estaba sentado mi otro hermano, Gonza con su novia. Meta besos y besos. Todo el día sobándose. Caminé alrededor de la casona y vi en la cocina a mi hermana Rocío y a su amiga Rosana, junto con Mauricia ayudando a mi mamá, a preparar la comida.
Me gusta mucho Rosana. Ella y Rocío eran amigas de chiquitas. Ellas tenían catorce años. Y ella también gusta de mí. Sus padres estaban de viaje y ella se quedó con nosotros en las vacaciones.
Empezó el conteo. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Feliz Año Nuevo! Griterío y corridas. En ese momento me encontraba pasando delante de Rosana, todos se daban un beso o un pico. Ella acercó su cara hacia mí. Me puse nervioso y solo atiné a darle la mano. Que incomodo fue todo. Quedé como un idiota, era evidente. Su cara lo decía todo. Vergüenza y tristeza, la puta madre. Que papelón. Que boludo que soy. Todo era algarabía y abrazos. Estaba tremendamente bloqueado y angustiado, por mí y por Rosana.
Subí las escaleras enfadado y avergonzado. Entre a la alcoba donde teníamos el billar. Me senté bajos los tacos y no quería bajar a la reunión. De pronto entra mi padre. Me consulta. Le conté. Y me dice con su hermosa voz:
“Ya tienes edad, para saber un secreto familiar, aunque no lo creas, tienes un poder que se viene transfiriendo de generación en generación. Los hijos menores reciben el don de revertir una situación anterior. Solo de tu persona. Donde solo puedes revertir un acto que tenga que ver con un sentimiento”. Riéndome y con bronca a la vez, le comento “que estupidez! ¿a qué viene esta pavada? Estoy enojado, me contás una pavada”. Me responde -“Un antepasado nuestro, ayudó a una indígena, no solo de morir de hambre, sino también a su bebé. La criatura era de ambos. Ella era soltera y fue expulsada de la reserva por su embarazo. Él era un estanciero muy adinerado. Y se había enamorado de aquella mapuche. Él no la abandonó nunca, pero formo otra familia. Muy enferma fue visitada por su amor, agradecida le dijo – nuestro contacto físico permitió que seas portador de un don especial, y solo lo heredara tu hijo menor, Y así sucesivamente. El hechizo permitía a quien lo heredaba, encerrarse en un lugar oscuro y mencionar en voz baja la palabra Wakachu””. Iba a mandarlo al carajo a mi padre, cuando veo de costado un pequeño closet, mi padre sonrió y me señalo con sus ojos el mismo. Encerrado a oscuras “grite” en silencio “Wakachu”!!. Nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.. ¡Feliz Año Nuevooo!, estoy delante de Rosana, me mira, me sonríe y la beso. Ella quedo con los ojos cerrados y sonrientes me dijo, “-felicidades-“. “Guauuu!, no lo puedo creer ¡funcionó! “–, pensé.
Mi padre eran muchas personas en una. Sensible, frio, cariñoso, impaciente, practico, justo, bromista, molesto, aventurero, inconsciente, protector, niño, deportista, místico, seductor, curioso, agradable, vanidoso, líder, inquieto, inteligente, solitario, antipático.
Tengo infinidad de anécdotas con él. Mis hermanos también. Siempre en las reuniones familiares, aparece en algún hecho en donde todos nos reímos mucho. Nos da gracia y nostalgia a la vez.
Estando en el secundario, en la clase de contabilidad, el profesor que era muy desagradable y autoritario, daba su largo y aburrido monólogo sobre la materia. Voz ronca, de bigote frondoso, fumaba continuamente. Siempre vestido de traje impecable pero de ojos rencorosos, anotaba en el pizarrón números y números.
Su mano izquierda dentro de su bolsillo, en la derecha el cigarrillo y la tiza. Deja la tiza, apaga su cigarrillo, e introduce su mano derecha también en su bolsillo.
De esa manera de frente continúa dando la clase. De pronto visualizo que la bragueta de su pantalón estaba abierta. Mi primera reacción fue reírme, pero decidí hacerle señas con mi dedo índice, para que mirara su cierre abierto. Ante mi insistencia, gritó desagradablemente. ¿Qué te pasa estúpido, que haces señas? Me quedé congelado de miedo y vergüenza. No podía emitir sonido alguno. ¿Quién te crees que sos, pedazo de idiota para interrumpir la clase? Andate a dirección ¡Ya!
Salí del aula avergonzado y humillado. Mis compañeros se miraban entre ellos sin saber que había pasado. Al bajar las escaleras, giré hacia la derecha para ir a dirección. Otra humillación debía soportar del rector y además ¿Qué le digo?
Antes de entrar a dirección, vi que no había nadie en el patio. Retrocedí, crucé todo el patio y me metí en el baño. ¡Wakachu!!
De pronto visualizo que la bragueta de su pantalón estaba abierta. Mi primera reacción fue reírme, me puse de pie y le dije al profesor –“perdón señor tiene la bragueta abierta y se le ven los calzones a lunares”- al mirase y confirmar el hecho, rojo de ira y vergüenza, se retiró del aula pidiendo perdón. Todos mis compañeros riéndose a carcajadas, me felicitaban por ser tan valiente.
La paso bien con él; mis amigos lo aprecian, mis hermanos siempre cuentan muchas anécdotas juntos a él. Mi madre lo adora. Pero también es un tipo duro y exigente.
Nunca te dice lo que tienes que hacer. Pero eso sí, hazlo bien. No le gusta prometer.
A todos nos enseñó a manejar de niños. Mis hermanos, yo y algunos de mis amigos aprendimos con él a andar en bicicleta. Aprendimos que es “ser” amigo. Aprendimos a beber. Aprendimos a saborear la vida. A encontrar nuestro camino. A elegir lo que nos gusta. A administrar, a estar siempre atentos. A leer los ojos. A tener historias para el futuro.
Mi hermano Gonza siempre contaba que cuando le estaban dando el diploma por finalizar el jardín de infantes, arriba del escenario, se meo delante de todos. Nunca pudo superar semejante humillación. Pobre que garrón. Cada vez que nos cuenta, se levanta y se va vergonzoso. Cierto día, estábamos todos reunidos y le pregunto – “Gonza, contate de nuevo cuando te dieron el diploma en el escenario cuando terminaste el jardín- me miró mal. Le digo –“aguantá antes de contar que voy hasta la cocina y vengo”- me metí en el baño de afuera y recordando el relato de Gonza, grite -¡Wakachu!!
Cuando regresé, le digo – “perdoná, contanos ahora”- y relata –“bueno, estaban llamando por los apellidos arriba del escenario y yo sabía que faltaban dos chicos y después me tocaba a mi”– continúa –“me puse re-nervioso, me empezaron a temblar las piernas. Hacía calor pero yo tenía las manos heladas. Cuando me nombran me quedé petrificado y cuando iba a subir al escenario, papá le hace señas a la locutora para que espere, me lleva detrás del escenario me dice “hacete un pis, por las dudas”-. Volvimos, me dieron el diploma y todos se reían porque no me quería ir del escenario. Ajajajajaaaa.
Papa está enfermo. Me comenta que el poder que tenemos, tiene de bueno que al retroceder en el tiempo, podemos estar siempre juntos. Le pregunto –“¿si algo te pasara, como morirte, podríamos seguir estando juntos?”- “Si, salvo que nazca un bebé después de mi muerte”
Mi padre entró a nuestra casa y me encontró llorando junto a mi madre. ¿Qué le pasó? Preguntó. Durmió mal, tiene una contractura muy fuerte en el cuello. Contesto mi madre. Tenía la cabeza girada hacia la derecha y no podía enderezarla. Era tremendo el dolor
Él se sentó en el sillón largo, me hizo acostarme boca abajo con mi cabeza apoyada en sus piernas. Esa tarea me partió al medio. Introdujo su mano debajo de mi remera y con la punta de los dedos quería ubicar algo en mi espalda a la altura del omoplato. Como una vara buscando agua en el suelo del desierto. De pronto tocó un músculo y presionó un poco. El dolor fue agudísimo. “¡Lo encontré!”, dijo. Comenzó a masajear el lugar cada vez más fuerte rápido, a los veinte minutos, con los nudillos comenzó a golpearme, siempre en el mismo lugar. Posteriormente paso a los golpes de hacha. Siguió una bocha de madera terminó luego de una hora pegándome piñas. Yo siempre en la misma posición. Se detuvo me dijo “¡parate!”. Y así fue, con temor me fui incorporando, me paré y giré mi cabeza hacia el frente. El dolor se había ido, lo miré y sonreí. –“¡guauuu! ¿Cómo hiciste?” - “¡magia!” Contestó.
Roció siempre le reprochó a papá el papelón que le hizo pasar cuando cumplió los nueve años. Luego de la fiesta en casa, mis padres decidieron llevar a todos los compañeritos de Ro al parque que está a tres cuadras de casa. Él fue el animador del cumpleaños. Los agarraba de los tobillos y girándolos velozmente como si fueran la hélice de un avión. Luego hacia de caballo y organizó un concurso de domadas. Los revoleaba a todos, menos a Ro que salió campeona. Los chicos golpeados pero felices, querían más, pero él estaba exhausto. Tirado en el pasto todos fueron en patota e hicieron una montaña arriba de él. En el tumulto y sin ver bien, manotea a alguien de la pierna de un jogging. Sin querer, le bajó a Ro el jogging. Ahí se pudrió todo. Roció estaba llorando de la vergüenza. Se terminó el cumple. Hoy con 18 años sigue ofendida con papá. Yo era bebé estaba en un cochecito con mi mamá.
Le dije hoy a mi padre –“pa, porque no usamos el poder de Wakachu? Me contesta que no le parecía bien cambiar hechos que nos son tan graves, y hay situaciones no agradables que son parte de la vida.
Bueno, entonces lo hago yo. ¡Wakachu!!!-
Tirado en el pasto todos fueron en patota e hicieron una montaña arriba de él. Roció enojada les gritaba a sus compañeritos que salgan de arriba de papá que lo iban a lastimar. Y así fue, una vez liberado, Ro lo abrazó muy fuerte y dándole un beso, le dijo “gracias, fue mi mejor cumpleaños”.
Lo noto flaco. La semana que viene tiene que viajar a Buenos Aires para hacerse varios exámenes. Mamá nos comentó que algunos indicadores de los análisis no habían dado bien.
El abuelo de Nico (el gordo) tenía una quinta de fin de semana que no le envidiaba nada a el jardín botánico. El césped parecía de plástico, las flores multicolores, los canteros y los arboles gigantes decían de la dedicación que el “viejo” (como Nico lo llamaba) le dedicaba personalmente, hacía de ese lugar un paraíso. El frente de la casa, era Babilonia. Fue así que el “viejo” se fue de viaje de placer con su señora. Ese fin de semana la quinta iba a estar “desocupada”. Tremenda fiesta organizó el Gordo!. Las redes explotaron. Vino un camión con el equipo de sonido. Otro con un bar armado en la caja y otro vehículo para el morfi. La noche era hermosa. Parecía que tocaba Queen. Una multitud. Las estrellas brillaban en el medio del campo y la luna hacía de custodia. La paz eterna del lugar fue alterada esa noche inolvidable. Pasaron las horas y el cielo empezaba a despertar. Las combis se llevaron a todos los invitados. Nico y sus socios, estaban exhaustos. Se sentaron a tomar la última cerveza y ahí quedaron. Dormidos sobre el pasto, debajo del sauce. El sol del mediodía los despertó. El Jardín de Yuyuan, se transformó en el límite entre Morón, Ituizangó y La Matanza. Un caos. Botellas, envoltorios, vasos, etc. La pileta y los baños, un asco. El verde del césped era marrón ocre. El parque pelado como una canchita en las salinas de Bolivia. El paisaje era otro. Totalmente distinto al de unas horas atrás. ¡me matan!!, dijo Nico, tapándose la cara. –“mi abuelo me desheredará, años cuidando este paraíso”-
Me suena el celu. Era Nico. Me dice –“estoy desesperado, bla bla bla …, me quiero morir. Che aguántame en el teléfono un segundo “– le digo.
Estaba en el laburo, me meto en el baño y ¡Wakachu!!!.
Al lado de la quinta del “viejo” había un campo lindero sin dueño, solo se separaban por tres hilos de alambre. El Gordo cortó el camino de tierra justo antes de la quinta del “viejo”. Cortó el alambrado del campo abandonado y por ese lugar ingresaban todos. Pegados a la quinta pero del lado desocupado se armó la gran fiesta.
Nico y sus socios, estaban exhaustos. Se sentaron a tomar la última cerveza y ahí quedaron. Dormidos sobre el pasto, debajo del sauce. El sol del mediodía los despertó. Se pararon, se abrazaron y Nico dijo –“que fiestón, y que hermosa es la quinta de mi abuelo”.
Papa falleció de cáncer. No sufrió. Un paro cardiaco mientras dormía.
Mucha gente fue a despedirlo. Dentro del ataúd, dejamos sus hijos y sus amigos, una botella de Jack Daniels y otra de Jim Beam, un atado de Parliament y un CD de Bob Dylan.
Yo lo veo seguido. Me mando un ¡Wakachu!!! y charlamos, jugamos al billar, o me lee algo nuevo.
Ya tengo 33 años. Estoy muy enamorado. Voy a ser papá.
Era tan solo un zorro, como otros cien mil.
Yo lo hice mi amigo.
Ahora es único.
“El Principito”
Gustavo Mamón Contrera
Dic 2020
“Cuántos caminos debe recorrer un hombre,
antes de que le llames "hombre"
Cuántos mares debe surcar una blanca paloma,
antes de dormir en la arena.
Cuántas veces debe un hombre levantar la vista,
antes de poder ver el cielo.
Cuántas orejas debe tener un hombre,
antes de poder oír a la gente llorar.
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
La respuesta está flotando en el viento…”
LobosMagazine 2021
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN
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