…un constante emprender un regreso al pasado edénico de una adolescencia cuyo recuerdo ha distorsionado a voluntad y comodidad para mayor gloria de sí mismo…
Una mañana te sientas solo en tu bar favorito con café, al sol, sin hacer caso a toda la ola de cretinez enciclopédica de casi todo el mundo, esto en términos de que no es una estadística; y como a veces los perros al sol que lamen sus heridas comprobando que aún se está vivo, habría que definir la palabra “vivo”, pero tomemos la más simple.
Alguna vez, en la presentación de un libro de una escritora, para nada embanderada en lo que se llama feminismo hoy, dijo algo así como “que no hay algún planeta, algún reino de las fantasías como tampoco algún argumento de ciencia ficción, tan grandes como las visibles tonterías que puede llegar a hacer un hombre de mediana edad, que actúa como si estuviese perdiendo un tren hacia algún lugar, que se le pasa vida dicen, y que quiere volver a sentirse muy joven, solo en apariencia, tal vez.
O tal vez como hacer un camino hacia un pasado que supone un edén, posiblemente de un tiempo de adolescencias donde los recuerdos es posible que vaya acomodando a voluntad y posiblemente a comodidad para una mayor gloria de sí mismo, supongamos.
Hay muchas cuestiones de la vida de las personas que hemos visto muchas veces tratados en series de TV, HBO, Netflix o alguna otra; y siempre ha habido un tema de una dimensión casi ilimitada, casi infinita como la estupidez masculina, dijo también ese día la conocida escritora.
Al decir hombre de mediana edad así nomás, es porque el hombre varón de estos días, y abarcativo, se enfrenta a varias etapas críticas a lo largo de su vida. Un día deja de tener dieciséis o diecisiete, y podemos asegurar que un año tras otro afronta una crisis, y es que ya no tiene diecisiete. Y otra y otra hasta que se acaba. Al principio, la de los cuarenta y la de los cincuenta. Ahora han aumentado como una epidemia en cada cumpleaños, año a año cumplido, una especie de histeriqueo masculino, digno de un guion de Woody Allen.
Y vemos cada día un interesante corral de hombres con sus cabellos perdidos, el aumento de calado por cervezas sin placer, comportarse lacrimosamente y preguntarle a la mujer más cercana, esposa o lo que sea, ¿porque ya nos son como un bebe?. Será que todo se desdibujó y se cayó cuando el “sistema opresor” les impuso ponerse a andar. Claro, es que babear y cagarse encima era lo auténtico de un bebé “rebelde” y esos tiempos no volverán.
Y hablando de series, hay una, “En Terapia” (In Treatment, 2008-2010), que es una adaptación de la israelí Hagai Levi, hay un caso emblema, el de Paul. Se trata de un psicoterapeuta que intenta ayudar a sus pacientes sin darse cuenta, y se va dando cuenta, que está peor que ellos, y se dio cuenta cuando se estrelló contra el suelo. Una primera temporada que, todo un clásico en todo sentido donde una interpretación brillante de Gabriel Byrne se asiste a una intensa torpeza masculina que bien podría merecer ser un importante fresco un mural en alguna capilla famosa, como una nueva mirada a los problemas de estas épocas. Y si hay que hacer una síntesis filmada para promoción, sería algo así como que el tal Paul la mete donde no debe meterla, tal vez. Estalla un idilio enfermo con una chica muy joven, Laura es ella en la serie, con un arrastre de la relación basada en la experiencia médico-paciente, en esas consultas, transferencia emocional, afirmarán los expertos. El hombre, Paul, sabe que todo va a salir mal, pero… sigue, por mostrase poderoso tal vez, va y la mete… o intenta. Y viene una sucesión de terremotos o demoliciones, usuales. Y todo por unos pocos minutos de supuestas glorias, demostración de que su poder aun le permite conquistar lo que su poder le plazca. Que sigue siendo poderoso.
El fenómeno, que parece una maldición oriental, está tratado de forma arquetípica en la ficción. También otro personaje que desgraciadamente tal vez está de actualidad, Kevin Spacey. En “American Beauty” medio como que se enamora, en una plena crisis de los cuarenta y pico, de una amiga de su hija adolescente. También en la novela “Lolita” de Nabokov, sobre el egoísmo-poder-impotente emocional de muchísimos hombres de mediana edad obsesionados con una niña, y también con no tan niñas, y a las que encima, siempre acaban defenestrando, por un motivo o por otro, pero básicamente por su poder fallido. Lolita, es la historia de una adolescente que seducía a los adultos. Y es que bueno, esa niña también…!
Y pasará que llega el momento donde se cae en cuenta que no se es inmortal, y es un éxito darse cuenta. Y tal vez mucha gente, llegado el momento, es posible que entre en pánico, en principio mirándose al espejo y verá el cansancio donde cada día todo lo agota, después pereza, sin ganas de hacer cosas que lo diviertan, que lo hagan sentir bien y sin el fantasma de los prejuicios, hacia adentro, y también sin prejuzgar lo que no entiende. Y es posible que en la mitad de la vida intente hacer un balance sobre logros, lo vivido o dejado de vivir. Y encima a cada vuelta del mundo se incorpora una nueva oleada de adultos, que a simple vista lo vienen a pasar por encima. Y lo invadirá la nostalgia de tiempos en que era uno de ellos, mirara atrás y pensará en la maldición bíblica de la estatua de sal. Pero no dramatice tanto. El resto no tiene la culpa. Y tampoco se sienta culpable.
Un canadiense, filósofo, Charles Taylor puso estas palabras: “al individuo se le ha sacado de una rica vida de comunidad, revocables, a veces destinadas a fines específicos, y terminamos en relación unos con otros por medio de roles parciales”. Estudios psicológicos sobre sexualidad exponen acerca de la testosterona, la tienen hombre y mujeres, éstas en menor proporción. Funciona como antidepresivo, cuando es baja hay ansiedades, depresión, fatiga. Pero el tema es más cultural que biológico; todo depende de la actitud dicen esos estudios. Se sabe que en algunas culturas a las mujeres les daba un “sofoco” que se veía por tradiciones como una suerte de limpieza del organismo, y en lugar de sentirse mal, lo veían como algo bueno. ¿Y en el hombre? En el caso de los hombres la bajada de hormonas dependerá de cómo sea la respuesta a preguntas típicas de la edad, de que he hecho, y si ya no queda nada por hacer y que todo es una mierda. Y es posible que encarando de forma positiva y con calma, todo sea más tranquilo. También afirman los estudios que puede haber un condicionamiento por la sociedad, que hay mucha mitología y convencionalismos de que es así. Continúa el estudio exponiendo que a los hombres siempre les ha preocupado mucho su rendimiento sexual, y desde aproximadamente los 23 años empieza lentamente, esos lapsos de tiempo que se hacen más laxos en su rendimiento, y se inicia un proceso de andropausia pero desde un punto de vista psicológico, no una falencia física. Y ahí el problema, si quiere retomar la juventud perdida porque la sociedad le dice que está a las puertas de la vejez, y ahí la presión escénica.
Y también está la raíz social del tema, donde en una sociedad competitiva como la nuestra, muchos de los hombres se encuentran en una edad que perciben ser empujados por quienes vienen detrás y adelante todavía hay otros. Les impide ser el dios. Se da una presión de grupo y aparece eso de que creen que no llegan.
La Crisis de la Edad Adulta “Passages: Predictable Crise of Adult Life” un best seller estadounidense de los setenta sobre estas crisis de edad, trataba el fenómeno del envejecimiento como un viaje a otra dimensión, que otra que Matrix, Interstellar o 2001 Odisea del Espacio. Decía en un pasaje, como un consejo tal vez: “No puedes llevar contigo todo cuando partes para el viaje de la edad madura. Vas a ir muy lejos. Lejos de las pretensiones institucionales y de las incluidas en el orden del día de otras personas. Lejos de las valoraciones y acreditaciones externas, cuando lo que tú buscas es la validación interior. Te alejas de los roles y penetras en el yo”
Y ese es el gran drama y empiezan los problemas. Y es que se trata de un proceso, posiblemente una aventura dentro de uno mismo, y que después de bucear por aguas pantanosas, arrastrase reptando, en cavernas, saltar al vacío en fosas y como en la película Blade Runner ver Rayos-C brillar en la oscuridad de la Puerta de Tannhäuser. Y entonces se ira llegando al final de esa odisea y habrá un encuentro al fin con el propio “yo”, supongamos que sí, pero tal vez no se esté preparado porque no es nada sencillo gestionar emociones, más aun cuando hasta el momento eso era “cosas de mujeres”; pero no, es algo muy delicado y difícil de llevar y descubrir que ese famoso “yo” tuyo, como decía un gran amigo chef, escritor y mejor poeta Fabián Malagraba, desde la isla de Palma de Mallorca aportando un modismo- definición de aquellas tierras “descubrirás que ese yo tuyo es en definitiva un puto gilipollas”.
"A veces hay cuestiones que no entiendes sin que haya que explicarlo, por lo que tampoco se entenderán por más que se esxpliquen" (Anónimo)
Puede ser que el horror pase a tu lado,
pero no, chico no, ni aún así lo reconocerías
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