Para bien o para mal, para suerte o desgracia, pocas novelas de José Saramago tienen tanta vigencia como Ensayo sobre la Lucidez, que es una especie de experimento social.
Ensayo sobre la Lucidez es una novela escrita por José Saramago cuyo argumento y personajes se enlazan con otra novela “Ensayo sobre la Ceguera”.
La novela es una reflexión sobre los mecanismos del poder y las actitudes de los gobernantes ante una posible revolución pacífica protagonizada por un pueblo desesperanzado e incrédulo en medio de las elecciones que legitiman la democracia.
De Virus, Líderes y un Pueblo
Resulta una muy graciosa paradoja: Todo el mundo parece integrar a un consenso que afirma rechazar el fascismo. Y sin embargo, al mínimo contratiempo, los mismos integran sin fisuras otro consenso en el que:
Se exige unidad y cohesión: “Este virus lo paramos unidos”; “Juntos lo conseguiremos”; “unidos podemos”…
Se alaba a supuestos heroísmos de grupos y “colectivos”, donde se difuminan los méritos individuales en pro del “colectivo”.
Se busca imponer el principio de autoridad: cualquier decisión gubernamental avalada por alguien con un título universitario o una carrera de cargos en la Administración, o un buen padrinazgo, es incontestable, inapelable y no admite críticas o disensos.
Se repiten hasta imponer el gusto por términos épicos como “heroísmo”, “solidaridad”, “pueblo”, o su versión para millennials, “la gente”…(la “g” se pronuncia aspirada, larga)
Se pretende imponer y exigir moralmente una respuesta como pueblo unido, demostraciones de solidaridad grupal, como agradecimientos populares masivos.
Se produce un fomento a la delación y el linchamiento popular al infractor, ya lo sea en realidad o sólo lo aparente.
Se exige lealtad a los gobiernos y se afea cualquier crítica como una muestra de falta de solidaridad frente a la crisis.
Se alaban las medidas extremas, limitadoras de derechos individuales, y las muestras de poder y control.
Se promueven desde los gobierno actos de repudio contra opositores o posibles enemigos del “pueblo”.
Se exigen medidas gubernamentales de control de la economía, contra la malvada especulación.
Se justifica e incluso se promueve la pureza y corrección.
Y por supuesto lo más habitual:
Un perpetuo encasillamiento de la población en “colectivos” pretendidamente homogéneos (las mujeres, los homosexuales, los trabajadores, los empresarios… los, los…)
Un manifiesto desprecio por la división de poderes, por supuesto con la consecuente supremacía del ejecutivo sobre el resto.
Un visible culto al líder y la búsqueda de liderazgos carismáticos.
Un ensalzamiento del voluntarismo por encima de la lógica o los hechos.
Una exaltación del control estatal de todos los sectores de la economía.
Un gusto por los pretendidos campeones nacionales en economía.
Una búsqueda de la protección total por parte del Estado “mamá-papá”
Una pretensiosa exaltación de “la juventud” y de la acción por encima de la reflexión.
Una incansable búsqueda de malvados y enemigos, ya sea interiores o exteriores.
Esto es decir, los mismos que reniegan del fascismo, son profunda y vehementemente fascistas.
Que, o bien no tienen ni idea de lo que significa la palabra, o bien son unos hipócritas. No se sabe qué es peor.
Hoy, para bien o para mal, para suerte o desgracia, pocas novelas de José Saramago tienen tanta vigencia como Ensayo sobre la Lucidez, que es una especie de experimento social, donde se ve que la mayor parte de los habitantes de una ciudad sin nombre –en que el narrador se encarga de aclarar que no es Lisboa ‒ (Saramago era portugués) deciden de forma espontánea, sin ningún tipo de acuerdo previo votar en blanco en las últimas elecciones municipales. Y…para ser más exactos, más de un 80% de los ciudadanos son los que eligen esta opción, mientras que los votos válidos no llegan al 25% del escrutinio. Ocurre entonces que cientos de miles de personas de todas las edades, ideologías y condiciones sociales, deciden expresar, manifestar su descontento hacia los partidos políticos y hacia lo que se ha transformado la política en general - lo que representan o deberían -, votando en blanco, manifestar que nada ni nadie los representa.
Saramago reflexiona de esta forma, osadamente para muchos, sobre los engranajes y el funcionamiento de la democracia en la que vivimos, en general. Si bien en el primer capítulo el autor comienza y plantea la aparente apatía de la abstención electoral, el debate pronto acaba centrándose en torno a la opción del voto en blanco como señal del poder de maniobra del electorado para manifestar su descontento con las alternativas políticas. Y aquí, pensamos: ¿no es mayor la apatía del que vota a una opción política que no le representa porque no tiene alternativas que la de aquel que no vota? A lo largo de la novela en muchos momentos se recuerda que votar en blanco es una opción más en unas elecciones democráticas, una decisión tan libre y soberana como votar a un partido determinado y por más que a muchos de esos partidos les pese. Esto es porque la lectura política que se hace del voto en blanco es muy distinta a la abstención. En el caso del voto en blanco no hay lugar a la posibilidad de escudarse en desinterés o dejadez de los ciudadanos; el voto en blanco si se observa bien, es un dedo que señala, es el ciudadano que haciendo uso de los canales establecidos del sistema, muestra su inconformismo con ese sistema, o al menos, con las opciones políticas. Por esto es que se la da visión de peligroso y que los partidos preponderantes lo ataquen calificándolo de antidemocrático o antisistema ‒algo que pasa en la novela, pero también fuera de ella‒.
En ese contexto, los gobiernos no creen que ese descomunal gesto revolucionario – aunque no lo parezca - sea producto del azar y ve en ello una acción planificada y coordinada, producto de una conjura anarquista internacional o de grupos extremistas desconocidos, en un intento por “socavar los cimientos de la democracia”. Se tiene entonces que la relativa ambigüedad del voto en blanco permite a un gobierno interpretarlo a su manera, sin que en ningún momento se plantee ni remotamente la posibilidad de que el problema pueda estar en ellos nunca y los electores que votaron en blanco no son patriotas. Pero como no disponen de ningún método eficaz para identificarlos, se decide castigarlos a todos imponiendo la censura, implantando el estado de sitio, infiltrando espías, retirando de forma inmediata al gobierno, al ejército y a las fuerzas policiales a otra ciudad o planificando la construcción de un muro que los aísle.
Pero, sin embargo, la inquietud de los políticos contrasta con la impresionante tranquilidad de los votantes. Abandonada a su suerte, sin políticos, militares ni policías, la ciudad no solo consigue sobrevivir sino que lo hace incluso mejor. Entonces la situación se vuelve insostenible: “si el mundo descubre que una ciudad puede sobrevivir sin políticos la epidemia del voto en blanco podría extenderse por todo el planeta”. Es necesario poner en marcha las cloacas del poder: los culpables deben ser eliminados. Y si no se hallan, se inventan.
Y ahí, es entonces cuando descubrimos, pasada más de la mitad de la novela, que Ensayo sobre la Lucidez es en realidad la segunda parte de Ensayo sobre la Ceguera, que esa ciudad donde más del 80% de los ciudadanos han votado en blanco es la que cuatro años atrás se quedó completamente ciega. Saramago nos muestra entonces y queda a la vista, que ambas novelas son la cara y la cruz de una misma moneda, dos reflexiones acerca de la ceguera y de la lucidez que hay que leer de manera complementaria para que adquieran todo su sentido. Y es ahí, solo entonces cuando podemos lograr comprender esa “ambivalencia” del color blanco, donde en la primera novela representaba “la ceguera” y ahora representa “la lucidez” ‒por más que el gobierno se empeñe en difundir que el voto en blanco era una nueva especie de ceguera‒; y no deja de ser muy simbólico que la única persona que mantuvo la visión en Ensayo sobre la Ceguera se convierta ahora en chivo expiatorio y mártir en Ensayo sobre la Lucidez.
Es de destacar que fuera ya de la novela, Saramago declaró no ser defensor a ultranza del voto en blanco, pero sí que lamentó en más de una ocasión que la democracia esté tan deteriorada a causa de determinados poderes económicos y que los partidos políticos sean cómplices de esos poderes al mantener un sistema y unas leyes que favorecen más a esos intereses económicos que a los sociales.
Y… ¿Por qué los partidos políticos y los medios de comunicación nunca interpretan en clave política el voto en blanco en los resultados electorales? – nunca en ningún lugar - ¿Es justo que los votos en blanco se sumen al número total de votos del escrutinio a partir del cual se calcularán los porcentajes de representación? Según las normas, mayormente, un elevado número de votos en blanco, como los que ocurren en la novela, significarían elevar considerablemente el número de votos necesarios para llegar al 3% mínimo para tener representatividad, lo que dificultaría la representación de los “partidos” muy minoritarios (mendigos de los dineros públicos). De ahí entonces el surgimiento de movimientos que pretenden que el voto en blanco sea tratado como una candidatura y se le asignen los correspondientes escaños vacíos, e incluso existe un partido, Escaños en Blanco, que simula esa opción presentándose a las elecciones y dejando vacíos los escaños que consigue. La novela de Saramago tiene la virtud de poner sobre la mesa la alternativa del voto en blanco y sus consecuencias más extremas, generando un debate incómodo para los gobernantes y vividores en general de los dineros de los ciudadanos, pero necesario para la democracia.
El y los que tienen un poder político que les permite mentir sin demasiado riesgo de ser desmentido puede jugar a sus anchas con la realidad, no necesita ni ser eficaz, ni ser certero, ni ser oportuno, porque puede construir un mundo a la medida de su interés. La mentira es libre en un sentido muy profundo, no tiene límite alguno y si se puede sostener cabe que llegue a ser todopoderosa. La sabiduría común tiende a ser optimista respecto a la mentira, piensa que se alcanza antes a un mentiroso que a un cojo, pero es porque se refiere a mentiras que están en su nivel, mientras que el poder tiene la capacidad de mentir en un plano que aspira a ser inalcanzable, envolvente, definitivo.
José de Sousa Saramago, nació en Azinhaga, Golegã, Distrito de Santarém, Portugal el 16 de noviembre de 1922- Falleció en Tías, Isla Lanzarote, Prov de Las Palmas, Canarias el 18 de junio de 2010. Escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo portugués. En 1998 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca destacó su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”. La novela-ensayo, Ensayo sobre la Lucidez fue publicada en el año 2004.
LobosMagazine LM™ 2020
EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN
LobosMagazine es un medio totalmente orientado al público, un espacio de libertad de opinión, análisis y debate donde los dogmas no existen, tampoco las imposiciones políticas. Garantizar esta libertad de pensamiento depende de usted, de todos los lectores