“El gobierno promulga una ley en el Congreso para que los cerdos, los chanchos, vuelen. Va pasando el tiempo, y se va viendo que los chanchos, a pesar de que por ley están obligados a volar, no vuelan.”
De las aves que vuelan…
Resulta increíble y patéticamente chocante la liviandad con el que diputados, senadores, legisladores de todo tipo, secretarios de estado, todo el estado; de todo pelo, color y condición, hacen gala, demostración de la más grande de las ignorancias, tendiendo al absoluto se podría decir. Y en momentos en que se viene encima un proceso electoral del que como estamos viendo y padeciendo como uno de los más largos y asfixiantes que se recuerde. Es muy interesante el escaso grado de racionalidad y la pereza mental que dejan a la vista de todos, cada vez que abren la boca. Es indudable que el electorado reaccione mejor a esas ideas fuerza, eslóganes primitivos y palabras agresivas, chocantes y sencillas a la vez y que con eso ganen más votos, su creencia tal vez. Lo que sí no es absolutamente imprescindible es que la estructura intelectual que las sustenta sea tan pobre, lastimoso, carente de lógica y razonamiento, y tan mentiroso.
Si esto fuese una historia, una fábula tal vez, podría empezar así: “El gobierno promulga una ley en el Congreso para que los cerdos, los chanchos, vuelen. Y así va pasando el tiempo, y se va viendo que los chanchos, a pesar de que por ley están obligados a volar, no vuelan. El gobierno entonces, no se da por enterado y se justifica diciendo que bueno, que el fracaso de la ley en realidad es que no se ha gastado lo suficiente para hacer que los chanchos vuelen y muy lejos de reconocer y de rectificarse, insiste y destina más recursos para asegurarse el éxito de tan loable y progresista iniciativa.”
Y también ocurre algo, un grupo grande de gente sensata indignada, se hace oír diciendo que los chanchos son chanchos, que nos son cóndores. Y así se produce un debate y enfoque ético, moral con al menos dos facciones frente a frente. Vemos una línea “oficialista”, quien pontifica acerca de la obligación de todos los ciudadanos de amar a los chanchos y que todos defiendan su inquebrantable derecho a volar, igual que los majestuosos cóndores andinos. Y por otro lado, vemos a la facción de los que consideran a semejante iniciativa un terrible, disparatado y desproporcionado absurdo.
Arribamos así a un punto sin retorno de semejante dislate, pero no cante victoria aún. Se le ocurre a un encumbrado funcionario que se trate en el Congreso una propuesta para que se penalice la posesión del raciocinio y de la verdad. Se dispondrá que cualquiera que sea el que diga la verdad o incluso intente decirla, será encarcelado. Veríamos y podríamos disfrutar de titulares en los principales diarios y en los circenses shows “periodísticos” de TV muy parecidos a algo asi:
“ Han sido detenidos unos ciudadanos al haberse encontrado que estaban en posesión ilegal de la verdad y el raciocinio”
Posiblemente la noticia podría continuar:
Parece que los acusados, insistiendo en señalar los hechos, argumentan que al presidente, legisladores, etc no los eligen los ciudadanos, que sólo convalidan; argumentando cosas como “aquí no hay representación alguna cuando no existe la libre elección de representantes, no los eligen los votantes” “que tampoco existe la representación de los llamados partidos políticos”. Los detenidos, que se encuentran a disposición de la justicia con cargos y acusaciones de haber intentado el acto de decir la verdad, y logrando ofender de esta manera a las personas que pacíficamente intentan opinar. Además el trámite judicial permitirá determinar si ha existido o existe un atentado grave contra la forma de Estado y los gobiernos del mismo; y aparentemente si todo eso se demuestra, serán ejecutados de forma inmediata al haber obrado de esa manera y tratado de destruir el bien común y la justicia social.
Y así, el consenso político partidocrático, más el miedo a quebrantar lo que es normalizado por el Estado como políticamente correcto, más el agregado de la apatía o impotencia de la sociedad civil, tienen como resultante una serie de efectos cuyas causas no son determinadas medidas del gobierno, sino de la total ausencia de libertad política, aunque no le parezca así, aunque usted no lo vea.
Y los unos y los otros, digamos reformistas y reaccionarios, para hacer una diferenciación clásica, ¿qué hacen?, bueno, como es norma ya, también echan mano a recursos que son los efectos, como el desempleo, mejor dicho la falta de trabajo; la inmigración, la pobreza o la corrupción. Todo esto sin ver y sin importar casi que sólo se puedan encontrar soluciones a los problemas, si se neutraliza la causa que los produce, siempre y cuando haya interés en eso por supuesto. Esto que se puede llamar democracia formal o política, inexistente, aunque no lo quiera ver, no es la solución de ninguna manera a los problemas reales y concretos de la vida pública. Pero debe ser el sistema que permita que las soluciones puedan ser halladas libremente, con garantías en las libertades y derechos individuales de todos los ciudadanos. Porque la libertad no es un concepto ni un producto del que tenga que ocuparse el Ministerio del Interior, la libertad no consiste sólo en la supuesta seguridad del ciudadano para poder circular sin temor a ser agredido, violentado; sino que es la causa fundadora y fundante de derechos y acciones de gobierno.
“Las consecuencias son inevitables
el invierno es peor que la primavera
y el verano lo mejor e incuestionable
La fe es un grave sufrimiento
es como amar a un extraño en vano
que no se presenta por mucho que
uno llame, desesperado
¿Por que siempre conviene
alegrar a la gente?
tambien de vez en cuando
esta bien... asustar un poco
Las consecuencias son inevitables
tuyo es, solo, lo que no tiene dueño
olvidas poco a poco todos tus sueños…”
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