Ella, sentimental y novelesca por aquel entonces, prometió no llorar nunca más por un amor. Endureció sus emociones y tomó a los hombres como si fuesen peluches a descartar en cuanto le provoquen el primer contratiempo.
Dicen que todas las cosas deben ser contadas cuando llega el momento… si es que llega; sino uno seguirá eternamente encadenado a un secreto. Pero, porque siempre hay un pero… en gran medida la gente, las personas de este mundo, parece que no sienten temor alguno, o incertidumbre, es posible…, pero cuando se presenta una oportunidad hablan de ellos, de sí mismos con una tranquila sinceridad, y es posible que personas sensibles son capaces de rasgar, herir, así como así, sentires de otros. Situaciones donde personas “sensibles y directas”, como si no se dieran cuenta enarbolan excusas de la forma que más le es conveniente. Como alguien que “tiene el don de saber lo que piensa otro”, de pronto cae en la trampa… Entonces podemos preguntar ¿En realidad, sabemos algo de nosotros mismos?... ¿Sabemos qué? ¿Es posible que estemos atados a lo que se llama realidad, por una sola línea? Tal vez sí, tal vez no. Una historia, esta historia, ¿es una sola línea en el tiempo?, ¿o se trata de algo que no es de este mundo?. Ella en el fondo sabía que juzgar errores de otros es simplemente fácil y encima te hace sentir bien, decía. En el fondo, también sabía que a pesar de su aparente coraza, era una romántica incurable, sabía que era cínica e intransigente, y… dicho con cierto eufemismo… era una ingenua… Tal vez. – DEL EDITOR -
Los ex…tremos no se tocan (V)
José Pepe Juliá
“Las despedidas no existirán nunca más en mi vida”, se juramentó Mabel, para no volver a experimentar las tristezas y los ahogos sentimentales que arrastra toda separación. “Con una vez es suficiente”, se dijo y aunque haya sido hace años, ella jamás ha podido olvidarla. Lloró la distancia que por culpa de una mudanza la separó de Mariano, su primer “hombre” cuando los dos desandaban sus dieciséis recién cumplidos.
Ella, sentimental y novelesca por aquel entonces, prometió no llorar nunca más por un amor. Endureció sus emociones y tomó a los hombres como si fuesen peluches a descartar en cuanto le provoquen el primer contratiempo.
Llegó a pensar seriamente en enredarse en amores con el mismo género, pero conociéndose, dejó esa posibilidad para más adelante.
Es por eso que hoy, jueves, será para ella un día común y corriente aunque la oficina de al lado permanezca en silencio y haya perdido la identidad que ostentaba en la puerta. El acrílico rectangular que testificaba que el dueño de ese espacio era “Daniel Conde”, seguramente ya es parte del equipaje del que está embarcando en este preciso momento hacia Japón. La última vez que Mabel tuvo contacto con Daniel fue ayer en la despedida oficial que la empresa le ofreció reconociéndole el éxito por la firma del acuerdo. Sin mirarlo, le deseó buen viaje, buena estadía y mala memoria para que no tenga que recordarla a la distancia. Aceptó un beso y una caricia en la mejilla de parte de su ex jefe. No quiso escucharlo cuando él intentó susurrarle algo al oído y con una mano lo apartó sin importarle que su secretaria Mónica los estuviese observando. Sonrió victoriosa al verle la cara de perrito abandonado. Ya tenía bastante Mabel con las escenas de desolación y abatimiento que Daniel, el martes, después de la cena, en la que iba a ser la última noche juntos, en la mejor suite de ese nuevo hotel cinco estrellas en la ciudad, y que ella se propuso que tenía que ser ahí, le exigió, entre distante y superficialmente “amorosa” como las delicadas y aparentemente sedosas sábanas de la cama, de esa pretendida suite presidencial. Su mente fría y calculadora estaba esperando el momento en que él le rogara escaparse juntos. Ahí sacaría a relucir su verdadero perfil. “No está en mis planes escaparme y mucho menos con vos”, le dirá paseándose desnuda y sensual por la mullida alfombra y asestará el golpe final: “No soy de las que se sacrifican por un hombre”. Al ver que jamás le iba a proponer una fuga romántica, disimuló sus pensamientos y obligó a Daniel a transitar una vez más por su desnuda y lujuriosa geografía, que ella, casi con un perverso dominio, conoce a la perfección y sabe aprovechar consiguiendo beneficios aún más allá de los límites que le impongan cuatro paredes.
“No!. Estoy ocupada en temas más importantes”, le contestó cómodamente sentada en el sillón de su oficina a Mónica, cuando le preguntó cuánto tiempo le tomaría olvidarse del que se fue a Japón. Los ojos sensuales, ígneos de la secretaria al intentar irse, le dieron a entender que su respuesta no había sido tan convincente como hubiese pretendido. “Mónica vamos a tener una charla”, ordenó y con un ademán la obligó a sentarse. Ella siempre está cerca de su jefa cuando la requiere desde su escritorio o cuando se acerca Mabel al suyo para pedirle que confirme algún dato importante. Sentadas frente a frente Mabel descubre el color café en la mirada desafiante de Mónica y se siente identificada. Ella también es de mirar así en situaciones que presumen cierto riesgo. Se sintió emulada al comprobar que las uñas perfectamente esculpidas de su secretaria tienen el mismo rojo intenso que las suyas. No pudo evitar Mabel que sus ojos se posaran en los voluptuosos y encumbrados senos de Mónica, que se asoman provocativos por el estratégico escote de su blusa y sospechó que también los hombres sentirán la misma y semejante apetencia de tenerlos entre sus manos como la que está sintiendo ella. Se incomodó gratamente cuando los suyos tomaron protagonismo ahora examinados por la mirada cargada de avaricia de su asistente. Y… desabrochó, sensual y disimuladamente, un botón de su camisa para quedar en el mismo grado de seducción.
Mónica, tomando la iniciativa, le preguntó si estaba en sus planes apoderarse de espacios vacíos, mientras arqueaba las cejas con un balanceo de su cabeza hacia la oficina deshabitada.
“Eso es algo que no te interesa”, le contestó molesta al sentirse interrogada y le mantuvo la mirada hasta que Mónica, obligada solamente por el rango inferior dentro de la empresa, no tuvo más remedio que pestañar fingiendo carraspear como poniéndole puntos suspensivos a la respuesta. Sin achicarse frente a su jefa dijo: “A mí sí me interesa lo que pienses”. En el aire quedó nítido el tuteo usado por primera vez. Mabel, lejos de molestarse, no se lo recriminó. Fue como dejarle la puerta abierta para que lo siga usando, algo que Mónica no desaprovechó: “Porque yo sí quiero ocupar el espacio que dejarías vos al conquistar otro escritorio”. Se sorprendió Mabel. Era como estar frente a sí misma evaluando posibilidades de ascensos.
“Tené cuidado, no te apresures. No me conocés”, con el índice le señala la puerta dando por terminada la charla. Mónica, al caminar hacia la salida con la corta y ajustada falda que permite el lucimiento absoluto de sus piernas, sintiéndose observada, con desfachatez le dice: “No va a faltar oportunidad para conocernos”.
Mabel, tan reacia a quedarse sola, como tan segura de sí misma, se reclina en su sillón y desde la mullida comodidad, mientras mordisquea la punta de su lapicera le pregunta: “¿Tu departamento o el mío?...”
Los Cuentos de Pepe
LobosMagazine 2019
“ Ha pasado tanto tiempo
Finalmente descubrí tus besos
Me enredaste en tu mirada
Me abrazaste con todos mis defectos
Ha pasado tanto tiempo
Finalmente sé que estoy dispuesta
Es tan difícil encontrar un amor
Ya no me importa lo que piensan los demás
Corazón, tú sí sabes quererme como a mí me gusta…”
LobosMagazine 2019 LM™
EDITOR: JOSE LUIS SAN ROMÁN