Sábado. Nueve de la noche. Saturada de parientes y amigos de ambas familias está la iglesia. Si fuese un recital o una obra de teatro, se diría que es un éxito total.
En el fondo, tal vez, pensamos que al final de cuentas nunca podemos elegir nada por uno mismos, como que todo llega dado ya, de antemano, que sólo se están interpretando papeles que nos han llegado así como así… ¿Quién lleva entonces las riendas? …que pregunta! Cuando ya casi amanecía y la tormenta había dejado paso a una luna rara. Como que la historia por venir no es una historia en el sentido que creemos deben ser las historias. A veces son sólo simples bromas, no tan simples a veces, tal vez si. Como premoniciones de que algo puede ir mal y explote grotescamente en las narices de todos. La historia que podríamos contar, tal vez no sea tal, posiblemente una simple hipótesis, que se aproxima a la realidad, cuando la realidad puede tener o tiene la imagen, la forma, el gusto, el olor, de una broma, o sencillamente la realidad vestida de broma. Sencillo tal vez, pero…¿será que las cosas sencillas son las que más cuesta ver?. Un mundo de lo que sabemos y lo que no sabemos, mezclados en una nube, unidos, cubiertos por la máscara de la realidad… Y como presintiendo que algo puede ir mal; cuando ya nada se puede arreglar… tal vez. – DEL EDITOR -
El Otro y Él…
José Pepe Juliá
Para que un secreto siga siendo secreto se necesitan dos componentes: Alguien que lo confiese y otro alguien que no lo divulgue. O un tercero cómplice.
El Otro y Él se encontraron a las seis de la tarde, como habían acordado por celular. El lugar tenía que ser discreto y un bar de mala muerte reunía las condiciones necesarias para que el encuentro fuese sin testigos. La trama gruesa del plan, a llevarse a cabo el próximo sábado a eso de las nueve, nueve y media de la noche ya estaba establecido. Él, hombre de negocios tan acaudalado como cuestionado. El Otro, un actor de cuarta sin pantallas ni telones.
—Te voy a decir lo que tenes que hacer—dijo Él en tono autoritario.
—¡¡El que pone las reglas soy yo!!—tajante, lo desafió El Otro.
Esa actitud lo tomó con la guardia baja. Él, que está acostumbrado a que obedezcan sus decisiones, no esperaba que lo desafiaran así y antes que pudiera articular palabra, El Otro le arrebató el poder.
—2000 en efectivo que incluye sentarme en este “barsucho” y negarle a cualquiera que estuve acá.
Él, que siempre fue el que manejó las cifras de todos sus negocios, amagó con restarle protagonismo al querer imponer el precio que valdría su actuación. Pero otra vez El Otro lo desactivó.
—Más 5000 el jueves a pagar aquí mismo y 5000 el viernes, si es que no te arrepentiste. Eso sí, lo que pagaste no se devuelve. Tu tiempo es tan valioso como el mío. El sábado te voy a demostrar lo que valgo.
Acostumbrado a negociar con empresarios tan inescrupulosos como él, se sintió golpeado. Perder la iniciativa en los vaivenes de oscuros negociados no era aceptado por su ego. Pero lo que estaba en juego era demasiado importante.
El Otro lo sacudió otra vez—Soy un profesional y como tal no tengo que dar muchas explicaciones. Ya sé lo que tengo que evitar, tengo el libreto bien aprendido. No es la primera vez que me toca representar a un hombre despechado que impide la boda de su supuesta amada y después borrarse cuando el escándalo estalle en la Iglesia.
Escándalo. Palabra que le despertó cierto temor por el después y sus consecuencias.
Ella, ajena a la mentira sufrirá de una manera cruel. La cree sinceramente enamorada. Quizá tanto como él. Pero “negocios son negocios y eso de mezclarlos con los sentimientos no es admisible si uno es amante de los porcentajes y comisiones por labores bursátiles” pensó Él. Y para exculparse aún más le comentó a El Otro que el padre de Ella, le había exigido firmar un contrato nupcial donde los billetes se repartirían si el divorcio rondara los umbrales de la casona del Country. Si Cupido les reclama la devolución de sus flechas deberán dividir las cédulas verdes de los alta gama. Y lo que más le molestó es que le exigió que de ese trato no tuviera que enterarse nunca su hija. Era un pacto entre caballeros. La ambición de su futuro suegro le pareció desmesurada. O mejor dicho desubicada. No permitiría que nadie le reste brillo a su propia avaricia.
—No quiero ni necesito detalles de alcoba o de cajas fuertes— lo interrumpió El Otro—No es conveniente para mi trabajo y tampoco para vos. Puede encarecerse la mano de obra.
Rápido para los negocios Él optó por callarse y desembolsar los 2000. El jueves, justo después del Sí en el registro Civil y para no volver a verlo hasta el sábado, apoyaría el resto del trato todo de una vez, en la misma mesa en la cual El Otro empieza a contar disimuladamente el anticipo, mientras comenta— ¿Qué cosa loca esto de las ceremonias?—con sonrisa entrecortada guarda el manojo de billetes en el bolsillo interno del saco—Es más importante para la sociedad el “Si hay alguien que tenga algo que decir…” de un Cura Parroquial que el “Los declaro unidos en matrimonio” de un Juez de Paz.
* *
Sábado. Nueve de la noche. Saturada de parientes y amigos de ambas familias está la Iglesia. Algunos, asiduos concurrentes, otros con retaceadas incursiones y los más por obligación. Si fuese un recital o una obra de teatro se diría que es un éxito total.
Él, ya ubicado cerca del altar, se incomoda con los comentarios que por lo bajo va desgranando su madre, madrina insustituible y excluyente, aunque su consuegra ubicada en el ala opuesta, tenga el mismo rol dentro de la ceremonia. “Son más los de nuestra familia que la de ella. Te dije que no son tan unidos como nosotros” fue la acotación que casi lo saca de su fingida tranquilidad. Le pareció inoportuno decirle que el único vínculo que aglutina a todos ellos es el dinero que podrían embolsar si el abuelo, se declarara incapaz de seguir respirando.
Nueve y diez. El organista ensaya por segunda vez la introducción de la marcha nupcial y eso lo empieza a poner nervioso. No logra visualizar a El Otro. Supone que es parte de su estrategia para impactar a la audiencia con su interpretación de despechado. El Cura finge toser para llamarle la atención, como si él fuese el culpable de la demora. La madre de Ella situada junto a su padre, espléndidamente vestida, a la distancia le hace un mohín de aprobación. Gesto que nunca tuvo de su madre. Se entretuvo viendo el contraste de actitudes de los que tendrían que saludar en el atrio. Ni se imaginan que eso jamás ocurrirá.
A las nueve y veinte las enormes puertas de la Iglesia se abren despacio al compás de la marcha compuesta por Mendelssohn, soltero seguramente por aquel entonces. A pesar de tener obstaculizada la visión, distinguió la luminosidad de Ella. Radiante. Bella. Espléndida. No pudo dejar de mirarla el tiempo que acompasadamente le tomó recorrer la alfombra. Hasta se convenció que Ella jamás la pisó. La veía como flotando a bordo de su felicidad. Intuitivamente buscó a El Otro en la multitud. Se desesperó en hallarlo y hacerle señas para que suspendiera la operación. Posponer el trámite. No lo encontró.
Ella y su sonrisa apta para salir corriendo los dos juntos y mandar todo al diablo antes del caos, terminaron de convencerlo de que lo que iba a pasar podría explicarlo y pedir las disculpas del caso. Se quiso convencer que El Otro no tendría el talento necesario para imponer una mentira a fuerza de una sobreactuación poco convincente. Por algo no ha trascendido aún a nivel popular.
Cuando Ella estuvo a dos pasos, Él descubre un brillo extra en sus ojos. La quedó mirando y fue como redescubrir a una Ella tan resplandeciente como enigmática.
El Cura los apuró para que quedaran de espaldas al gentío. Él sabe que en cualquier momento tendrá que girar cuando la voz impostada del actor eche a rodar la inmundicia que impregna toda calumnia. La ceremonia se desarrolla con el anticipado lloriqueo emocional de las madrinas, con la mirada adusta de su padre y la sonrisa de costado de su suegro. Esa mueca de superioridad lo preocupó.
Su mente, ajena a lo que dice el cura, lo lleva a recorrer el camino desde el inicio a la relación. Sabe que no merece el final próximo a producirse y que tratará de recomponer la dañada imagen de Ella después del descalabro mentiroso.
Se declarará cómplice de falso testimonio. Incitador de embuste con premeditación y alevosía. De haber actuado bajo la influencia de algún compuesto químico al ser extorsionado por su suegro. Y ya no le importa firmar lo que le pidan porque ha quedado convencido que no habrá nada ni nadie que desate el nudo que ata sus corazones.
Sacudió la cabeza al sentirse felizmente primitivo, cursi y elemental.
La voz del cura reverberando en las arcadas del altar lo devuelve al ras del piso: “Si hay alguien que tenga algo que decir, que hable ahora o calle para siempre”…Se le aflojaron la mandíbula, las rodillas y todo aquello que sostuviera articulaciones. El silencio, interrumpido por los berrinches de algún chiquillo aburrido, se hizo espeso y a medida que los segundos trepaban para convertirse en minuto, Él respiró profundo.
* * *
Volvió a llenarse los pulmones del viciado oxígeno eclesiástico. El Cura para ir adelantando pasos le hace una seña, imperceptible para los demás, que lo obliga a mirar los anillos apoyados en una pequeña bandeja de plata. Sabe que después vendría el beso a la novia y el desfile desandando el camino que Ella hizo pero ahora colgada de su brazo.
Cuando pensaba en lo bien que hizo El Otro en no cumplir con su actuación, sin importarle los 12000 que se llevaba sin actuar, escuchó el rechinar de las centenarias bisagras de las puertas de la Iglesia.
“¡¡Yooo!!!”, fue el grito fuera de tiempo y mal interpretado. Dando a entender que jamás lo había hecho ante tanta audiencia. Le salió ahogado, como con vergüenza. El padre de Ella, desencajado, quiso intervenir y pero Él lo tomó de un brazo. Se haría completamente responsable de la situación.
El Otro ahora sintiéndose el centro de atención, sacó de su interior al actor frustrado actuando para abrazarse a un premio, al intérprete con ansias de laureles consagratorios y arrancó con la dramaturgia propia de escuela de actores mediocres.
—¡¡Como podes hacerme esto!! Te di lo mejor de mí. Nunca imaginé que podrías tener un doble discurso—sonaba convincente y sus movimientos torpes, pero sentidos, le daban una sinceridad de angustias sentimentales.
Las miradas iban y venían desde la entrada hasta el altar, como si estuvieran viendo un partido de tenis. Para escuchar lo que dice el recién aparecido y para enterarse de los gestos de los novios.
—Habíamos quedado en empezar una nueva vida. Recorrer el mundo abrazados al sueño de nuestra libertad. Me prometiste demostrarles a todos que a pesar de ellos, saldríamos adelante porque el amor que nos tenemos va mas allá de lo que puedan decir.
Él, tratando de contener a Ella que empezaba a mostrar inequívocos signos de desconcierto, quería decirle a El Otro que le pagaría el doble de lo pactado para que salude y se retire ovacionado en ese preciso momento.
Estaba dispuesto a desenmascarar al actor y hacerse cargo que él lo había contratado. Diría que fue un chiste de mal gusto. De una broma pesada. No tuvo tiempo. El Otro volvió a tomar el centro de la escena a medida que avanzaba por la alfombra tan roja como su cara al expresar el desencanto que a esta altura parecía real. Él empezó a preocuparse por la cercanía. Dos pasos y un escalón los separaban. No habían acordado eso. Era desprestigiarla en el medio del pasillo y salir como había entrado.
—Lamento mucho hacerlo público porque era nuestro secreto y él, señoras y señores, sí, él no me deja otra alternativa que confesarles a ustedes y en la mismísima Casa de Dios que somos pareja desde hace tres años.
Se abalanzó sobre el padre de Ella, le incrustó un soberano beso delante de todos y desapareció por la puerta donde suelen escabullirse los siempre solícitos monaguillos.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2019
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“Dejan los tambores de sonar
y un gong anuncia la retirada,
se discute la capitulación
mientras se aproximan carcajadas.
Obtuve un premio por miedo a padecer
de cinco años de indolencia.
Es la semana grande de la crueldad
y en nuestro honor celebran una fiesta...
y ya no hay nada que arreglar
es el día de la gran broma final..."
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EDITOR: JOSÉ LUIS SAN ROMÁN