No hay políticas de largo plazo, de cuyos resultados se beneficiarán y gozarán generaciones futuras y esto lleva a la paulatina destrucción de los bienes y recursos del Estado.
La mala política y la corrupción
Si se dice que el hombre es un ser racional, y la razón, único medio de conocimiento del hombre, es su medio de supervivencia. Entonces pensar o no, es la única elección que tiene y que controla todas las otras elecciones que hace. Su virtud básica es su racionalidad. Y entonces el hombre es un fin en sí mismo, y no un medio para los fines de los demás. También decimos que nadie tiene el derecho de usar la fuerza física contra otros; tratar unos con otros dando valor por valor, por medio de un libre y mutuo consentimiento, tiene que ser una premisa fundamental.
Ya en el campo de la política, en la cosa pública; y, si falla o escasea la racionalidad, fallan las ideas. Más que fallar, no hay ideas hoy. Y vemos el ciudadano que observa y escucha, dice: “yo de política no entiendo nada”; y es lógico que no entienda esa “nada”. No hay políticas de largo plazo, de cuyos resultados se beneficiarán y gozarán generaciones futuras; y esto lleva a la paulatina destrucción de los bienes y recursos del estado. Que deriva en estados con altos niveles de descontrol, y de ahí a la corrupción hay sólo un paso y los ciudadanos padecen y ven como su calidad de vida empeora día a día. Y estos estados corruptos son absolutamente incapaces de organizar a la sociedad y responder a sus necesidades.
Todos los días vemos como el uso político de las corruptelas del adversario político representa un fariseísmo moral cuando no supone una lucha verdadera por la mayor virtud, sino sólo una oportunidad de alcanzar el poder con la presunta maldad o debilidad moral del otro. Y que ocurre entonces?, se pretende intentar imponer la honradez con espíritu de partido y esto nunca será un acto honrado, racional. Sólo cuando se tiene el ánimo libre de temores, esperanzas y partidismos políticos se puede ver “la paja en el ojo ajeno”, como se dice comúnmente. Ventilando los pecados públicos y privados de los demás, ignorando los propios claro, y no presentando un proyecto político solvente se consigue el poder en una democracia de espectáculo, “el triste show de la política”, en donde el pueblo es espectador; al público, se le da cada día un “pedazo de carne” más indigesta moralmente, y se hace cada vez más adicto a los más obscenos linchamientos sin justificación y con una carcasa de muy baja estofa. La ley?, no importa, eso es otro tema dirán; y claro, que esto solo puede conseguirse con medios de comunicación que no haciendo ningún esfuerzo por situarse con un poco de independencia y de equidad, se convierten en verdaderos “barra bravas” de los partidos políticos, en el caso de que no sean sus mentores.
La corrupción por dinero es un nauseabundo tipo de corrupción, pero es lo único?. Tanto quien soborna con dinero como quien se deja sobornar, merecen sin duda, un castigo; pero mucho mayor castigo merece quien engaña con palabras. Los clásicos (filosofía clásica) sostenían que comete una acción peor aquel que corrompe a un juez con un discurso que el que lo hace con dinero, ya que nadie puede corromper a una persona honrada con dinero, pero con palabras si puede.
Aristóteles, en el Libro VII de su Política, habla de las corrupciones que son propias de cada régimen político. Maquiavelo desarrolló esta clasificación de Aristóteles, e incluso se atreve a considerar relativamente la importancia de la virtud según el cargo que se ocupa. Así, la estrategia de un general en la guerra es más importante para el pueblo que su virtud, y sin embargo, si se trata de un cargo de vigilancia o administrativo, que requiere más honradez de la que posee la mayoría, y un conocimiento que está al alcance de todos, la virtud será entonces primordial, a fin de que no se roben los fondos comunes, públicos. ¿Aristóteles estaba diciendo que los generales pueden no ser honrados, con tal que ganen batallas, y los recaudadores de impuestos idiotas, con tal que no roben? En parte sí y en parte no. No, porque ser honrado es un deber universal, pero si introducimos el concepto de utilidad pública y de política, entonces la honradez adquiere matices indeseables, por lo general, que no tiene aquella que está afuera del ámbito político. La política es aquí un microcosmos dentro del mundo de la ética.
Es usted capaz de definir la tendencia o ideas básicas (no hablemos de ideología) de cada gran partido en Argentina? Mencionar un líder que represente a cada partido, al menos, y lo que esa persona cree que representa cada partido a grandes rasgos?. Los partidos se han desvanecido; y sus ideas peor aún, o en el mejor de los casos en el desván; el problema es que ya nadie siquiera sabe qué significa cada partido político.
El sistema democrático debe estar hecho para que la gente comprenda fácilmente su dinámica. Pero con las leyes electorales, las leyes actuales que rigen la actividad política y los partidos políticos que tenemos, parece que se quisiera lo contrario. El actual sistema, no sirve, no ayuda. O piensa que sí?
Se debe buscar y exigir coherencia con respecto a lo que se supone que representan, que esos “lideres” lo hagan por convicción y no por conveniencia, que quienes aspiran a ser representantes o mandatarios demuestren algún indicio de ideas, algo… y no un pobre voluntarismo como todo y único bagaje. Y esto está bien visible ya sea en las postulaciones a nivel nacional, provincial y a nivel de la ciudad a nivel de municipios.
Todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos políticos. Eso es legal, obvio. Ahora…, es justo? Es lo correcto? Porque también asumen obligaciones. O se puede hablar de usurpadores de la política; que confunden y opacan la labor y el esfuerzo de quienes también son actores políticos, pero lo hacen con un sentido ético y haciendo lo correcto, los “buenos políticos”. Lo correcto de acuerdo a sus convicciones y razonamiento. De acuerdo a la Constitución Nacional.
La soberbia y el deseo de lucro son las principales causas de la corrupción. La avaricia del mal político, del corrupto que lucra unas veces de bienes privados y otras de los de la comunidad. Y la soberbia, corrompe al mal político cuando al convertirlo en despreciador de los demás, él mismo se supone derechos que los demás ni las leyes le otorgan y puede acabar prevaricando. Todo ello nos lleva a la conclusión de que la división más importante que se establece entre los políticos, no es la ideología o la de partido sino la que separa la virtud de la maldad, y éstas no pertenecen en exclusiva a ningún partido ni clase social sino que tienen que ver con el hombre como individuo singular. Y no está al alcance de cualquiera soportar la prosperidad política. Los que piensan que no hay más virtud que la de su partido tienden al exceso y al totalitarismo moral.
Se supone y se ha aprendido una cosa, que cuando un partido se prolonga en el poder y degenera en dinastía la corrupción es muy difícil de impedir. El pueblo no lleva tan mal el estar alejado de la participación política, (por el contrario, incluso se alegra de que se lo deje en libertad para dedicarse a sus asuntos y aficiones), y como la idea de que los políticos estén robando a la comunidad es común, entonces puede participar como enemigo del sistema político. No distingue, ni hace mucho esfuerzo, entre los malos políticos de los buenos políticos, que los hay.
El propio Aristóteles señala que de nada sirven las leyes más útiles y sabias contra la corrupción si los ciudadanos no son entrenados y educados en el régimen, democráticamente, si la legislación es democrática. Porque si la indisciplina es posible en el individuo, lo es también en el gobierno. Nadie debe considerar el vivir de acuerdo con las leyes como una esclavitud, sino como una salvación, una garantía.
La corrupción de los malos políticos es una constante de la libertad política, y podríamos decir que nace con la Democracia por su empeño en terminar con ella. El escándalo ante la corrupción es un indicativo de la sensibilidad democrática entre los ciudadanos, y una oportunidad de ataque a las filas enemigas entre los políticos. Por otro lado, hoy mismo, el narcisismo de los partidos políticos (lo que queda de ellos) elimina toda posibilidad de consenso entre ellos para gobernar el país; que tanta falta hace. Pero ¿qué es el país para esas reinas de los mares que son los autoproclamados líderes políticos? “Espejito espejito, dime si hay alguien más guapo o más guapa que yo”. Esto también es corrupción.