La palabra democracia se ha vaciado absolutamente, pasando a ser la descripción de aquel que la usa.
La virtud básica del hombre, del ser humano es su racionalidad, y sus tres valores fundamentales son: razón, propósito, auto estima. El hombre es un fin en sí mismo, y no un medio para los fines de los demás; debe trabajar por su propio interés racional y lograr su propia felicidad como el propósito moral más alto de su vida.
Democracia enferma ¿cómo hemos llegado a esto?
(*) del Editor
Podemos señalar un pequeño detalle que una vez más sorprende que se haya pasado por alto, dado lo evidente del mismo. Y es que una vez más, ahora, todos se hacen una pregunta “fatalista”, que otra vez empieza a escucharse y fogonear el caldero del “yo no fui”, el famoso ¿Cómo hemos llegado a esto?
Es muy evidente que es una pregunta abierta y que se lanza siempre con una determinada intención; esto es, culpar a una figura en concreto, ya se sabe muy bien que cuando todo se hunde o parece que se hunde, lo importante es tener a quien echarle la culpa, no vaya a ser que la echen a usted, no? Si no quiere hacerse cargo. Y también sirve el tratar de buscar una nueva guía o ruta histórica que encaje a la perfección en determinado relato, y en función de las simpatías de su público. O quien cree que es su público. Con toda esta especie de casta iluminada que cree que su público, sus votos, son sus súbditos; sabe qué? Que al fin de cuentas es casi así, por cuestiones de ignorancia y por aprovechamiento de unos de la ignorancia de otros.
Podemos enfocar esa pregunta, casi siempre histriónica y falsa hacia un aspecto algo más mundano y alejado de las cuestiones históricas, filosóficas o políticas. Y es que la crisis, esa crisis en la que está inmersa hoy la Argentina, no es nada que no ocurra a diario en cualquier rincón del país desde hace décadas y décadas. Y así nos encontramos ante una cuestión simplemente cuantitativa y no cualitativa. Nos han ido inculcando y enseñando a vivir en un mundo de ideas e intenciones, divididas entre “lo justo” y “lo injusto”; “los buenos” contra “los malos”; un mundo donde “tener razón” y “hacer el bien” da legitimidad a los medios que se utilicen.
La palabra democracia se ha vaciado absolutamente, pasando a ser la descripción que desea aquel que la usa. En un tiempo, ésta remitía a un modo de organización estatal en el que se daban, entre otras, tres características:
a-Un procedimiento de sustitución pacífica en el poder, basado en algún tipo de sufragio.
b-Control y limitación de la acción de quien ostenta el poder, basado en la división del mismo y su estricta sumisión a las normas, lo que incluye un procedimiento establecido para la modificación de esas normas, o si no, el requisito quedaría vacío.
c-Delimitación de determinadas materias y cuestiones sobre la que el poder no puede actuar ni decidir, principalmente relativas a los derechos fundamentales.
Podemos decir que un ciudadano puede hacer todo lo que no esté expresamente prohibido, pero una institución pública sólo puede hacer lo que tenga expresamente permitido.
Nos encontramos con órganos legislativos que en infracción de sus reglas de funcionamiento, aprueban normas que contravienen lo básico de esos controles del poder. Seguidamente, una Administración Pública se niega a cumplir con los procedimientos legales establecidos, que incluyen la ejecución de los mandamientos judiciales.
¿A nadie le suena conocido esto?
¿Le parece algo nuevo?
Hartos de ver esto desde hace décadas y décadas. Práctica habitual en toda la Argentina, tanto en las administraciones municipales, provinciales y la nacional.
¿A nadie le choca esa corrupción cotidiana? ¿Esa prepotencia tolerada y que afecta muy directamente a los ciudadanos que se encuentran indefensos ante ella? Esas estudiadas grietas, esos pequeños detalles que, educados en la sumisión, los ciudadanos llegamos a ver como normales e inofensivos. Eso de “bueno, así son las cosas, ¿qué le vamos a hacer?”. En definitiva, lo que pudre una sociedad.
Democracia enferma?
Sí. Y el verdadero mal de nuestra democracia somos todos nosotros.
Quienes voto a voto hemos propiciado el desastre institucional en el que vivimos.
Quienes confundimos democracia con alternancia en el poder.
Quienes hemos decidido desprendernos de nuestra soberanía y ponerla en manos de nuestros supuestos representantes.
Los derechos individuales jamás se encuentran sujetos a un voto público
Los que preferimos bajar al bar a escandalizarnos con los despojos que va dejando la corrupción política a borbotones en los titulares de la prensa, en lugar de exigir medidas efectivas de control ciudadano de la acción política.
Los que aceptamos encantados los privilegios que desde los diferentes gobiernos nos llueven sin mover un dedo, conscientes de que no podemos pagarlos e inconscientes de que, por tanto, serán otros los que deban hacerlo.
Los que vivimos en la ensoñación según la cual, siendo nosotros imperfectos, lograremos colocar en el gobierno a otros imperfectos que encontrarán soluciones excepcionalmente perfectas a nuestros problemas.
Los que vamos a votar sin leer ningún programa electoral. Las siglas no bastan, sin importarnos las tropelías cometidas bajo sus alas.
Nosotros somos los que renunciamos a pensar por nosotros mismos, haciéndonos totalmente dependientes de los titulares de nuestro medio favorito.
Y claro, así es imposible que una democracia funcione no?. Y siendo la democracia, como es, un sistema imperfecto, se necesitan columnas legales insobornables para mantener su esencia, y esto es la participación ciudadana en el diseño de sus propias vidas y entorno… ahora… la pregunta es: quieren?. Bien es sabido y lo hemos estudiado en la escuela, la democracia nace como respuesta al abuso de poder de las oligarquías. El parlamentarismo es el mecanismo de control (o debiera serlo) de la acción del gobernante. La justicia es la que, desde la más escrupulosa de las independencias, garantiza (debería) la mejor y más ambicionable de las igualdades: la igualdad ante la ley. Y de esos tres principios, no hemos sabido defender ninguno. Así es NINGUNO.
La diferencia entre un estado de bienestar y un estado totalitario, sólo es cuestión de tiempo.
Y así en una eterna distracción, “olvidemos” la necesaria reforma de la ley electoral y de partidos políticos, por donde se filtra la ignorancia. Es más interesante “luchar contra la dependencia”. “Olvidemos” una reforma fiscal que revierta en el bolsillo del contribuyente, es más importante le dirán: “luchar contra los precios”. “Olvidemos” consultar a los ciudadanos acerca de ¿qué estado quieren?, es más fácil continuar con el conchabo fácil no? Y decir “yo mando y también mandas”. También “olvidemos” que somos administradores del dinero de todos, es preferible montar “secretarías de observación de ombligos” no?, y regular esa actividad, obviamente.
Y en medio de toda esta maraña y patraña, nuestra libertad, la libertad de todos atada al poste de nuestros miedos.
Y así, al igual que en muchos deportes, se ha ido convirtiendo a la democracia en una lucha ritual. Se inculca el temor que sin ella acabemos todos en un todos contra todos, alternado con despotismos, en una anarquía como entreacto del eterno retorno de los dominios absolutos. Y esto es aún mayor si se sugiere la libertad en algún ámbito relevante. Un temor que no es nuevo, sino una fobia a realizar cambios reales, muchas personas ven las libertades individuales y que esto lleve a comerciar libremente; temor a que esa libertad de comerciar, de mercado, llevará al caos, y esto, en el tiempo a alguna forma de despotismo. Por esto mismo es que vemos que los más apasionados adoradores del “ídolo” democrático sean también apasionados detractores de las libertades individuales y del libre comercio voluntario entre las partes, lo que en definitiva es un real rechazo de la libertad en su conjunto. En reemplazo de una batuta de mando, de un cetro Real, de un Rayo de un dios dictando sentencias arbitrarias e injustas, lo reemplazan por una telaraña de la regulación opresiva, tejida lenta y finamente por leguleyos y burócratas al servicio de los populistas, que actúan en “nombre de la libertad”. No les importa si al implementar esos controles, regulaciones, etc., esto quite incentivos a la movilidad, la creatividad, el progreso. Lo que sí importa es que la araña estatal tenga su parte a como dé lugar.
La idea de libertad de esta clase de gente, de estos “demócratas” de nueva casta es clara: “ser libre es poder votar, poder depositar su voto mediante una boleta ya diseñada y completada por otros y meterla en una urna cada dos o cuatro años”. Y esto determina una representatividad tremendamente limitada, una pequeña y ruin “oligarquía partidocrática” de intereses propios de cada uno de esos sujetos, grupos de presión, de llamados medios de comunicación en los que sobresale la voz del que más grita, y esto para ellos no es algo lamentable, es su esencia, es absolutamente necesario. Quedará así a la vista que los más bajos instintos y las peores perversiones tienen su representación y el aplauso de la vulgaridad preponderante y obligada, necesaria para ellos; y a eso se le llaman elevados ideales y nobles propósitos. La responsabilidad, el esfuerzo, crear bienes y propiedad, son los pecados capitales de quienes quieren imponer límites a lo que la política de muchos ignorantes en ejercicio de ella, puede hacer sin contar con nosotros. Así, para fortuna de muchos otros “nuestros representantes” harán todo lo que esté a su alcance y como sea por “liberarnos de responsabilidades” y “ofrecernos a cambio “El Paraíso de la Abundancia”.
No cuenten con muchos, no con muchísimos de nosotros.
El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento. Stephen Hawking
“durante millones de años
La humanidad vivió como animales
Entonces algo pasó que liberó
El poder de nuestra imaginación
Aprendimos a hablar
-Ahora…
Todo lo que necesitamos hacer es
Asegurarnos de seguir hablando…”
LobosMagazine 2018