Nos llamó la atención el ramo de flores que llevaba, hasta con orgullo se podría decir...
Un ramo de flores
José Pepe Juliá
Mañana de martes recién inaugurada de invierno. Estoy en el bar de siempre sentado en la mesa de siempre, con la taza del café con leche humeante y “sacarinado”. Acto defensivo éste de sacarle el azúcar, que no logra su eficacia al estar tan cerca las tres medialunas de grasa que redondean la oferta matinal. Estoy esperando que Miguel aparezca por la puerta vaivén corriendo como todas las mañanas. “¿Vos podes creer que el turro del despertador otra vez se quedó dormido?”, me va a decir en cuanto se siente, ya con la mano levantada para darle el presente a Jesús y así apurar la entrega inmediata de su correspondiente combo. Nuestra mesa, ubicada estratégicamente frente al ventanal que abarca la esquina de la avenida, estaría siempre ocupada por personas anónimas si yo tuviera la misma marca de despertador que Miguel.
“Vientos fríos del este, la temperatura llega a los 6 grados y tenemos una sensación térmica de tan solo 4 grados. Probabilidades de lluvias por la tarde. Luego mejorando. Para mañana, miércoles, seguirán las bajas temperaturas en horas de la madrugada pero el sol se asomará resplandeciente y hará que los grados trepen a los 12 de la escala Celsius”. El meteorólogo devenido en estrella televisiva acomoda la voz aterciopelada de galán teleteatrero y la altisonante de locutor a comisión de lo que tiene que vender y fantasea adornando el pronóstico desde el televisor que queda a nuestras espaldas. Otra cucarda que se cuelga nuestra mesa. Los noticieros nos soplan las noticias sin que tengamos que darle mucha importancia a las imágenes teniendo la realidad cotidiana a través del vidrio del ventanal doblemente polarizado. Desde afuera por el hollín del tránsito y desde adentro por el aire enrarecido de las fritangas y horneadas que a eso de media mañana irán delineando los menús ejecutivos del mediodía.
Miguel, despeinado y con una parte del cuello de la camisa queriéndose escapar por encima del pulóver que a su vez quiere independizarse de la campera, apareció cual “cowboy” de película del “Lejano Oeste” entrando al “Saloon” del pueblo. Le faltaba el sombrero y que la puerta vaivén midiera menos de la mitad de su estatura. Se zambulló en la silla y me preguntó “¿De qué carajo te reís?”.
No le contesté para evitar que me insulte. Tratando de llamar la atención de Jesús para que le trajera el desayuno me vuelve a preguntar: “¿Y? ¿Qué tenemos hoy?”.
Y los dos nos volvemos a sumergir en esa vidriera gigante con vista a la calle que nos muestra las miserias y las riquezas de todo ser viviente que la transita.
Todo empezó por casualidad una mañana cuando se escucharon unos insultos que fueron respondidos por bocinazos y más insultos. Por aquel entonces, le calculo unos cinco o seis meses atrás, siempre en la misma mesa pegada al ventanal mirábamos fijos y absortos el enorme televisor que nos entregaba las opiniones políticas, deportivas, del espectáculo y del arte que muy concienzudamente nos daban esas señoras y señores que zigzaguean según la conveniencia editorial. No nos habíamos dado cuenta que de espaldas a la calle nos perdíamos la realidad cotidiana. Y desde ese encuentro belicoso entre dos ases al volante con criterios diferentes con respecto al paso y al sobrepaso, le dejamos de dar importancia al artefacto rectangular. Nuestra atención pasó a depender de los acontecimientos producidos en la vía pública.
Tómense el atrevimiento de ocupar una mesa con vista al exterior de un bar y después nos cuentan.
Con Miguel somos testigos intencionales de hechos risueños, dramáticos, tragicómicos, tristes, injustos, rebuscados e impensados. Como si en esta esquina se resumiera todo. Imágenes en 3D, en multicolor y con sonido sensurround. Tenemos los mejores guiones cinematográficos con actores reales: La mujer que se esconde sigilosamente detrás del puesto de diarios para sorprender a su hombre y la sorprendida es ella porque la receptora del beso furtivo es su mejor amiga. El punga atrapado en plena faena porque el asaltado es un colega con mayor trayectoria delictiva. El que por mirar la anatomía de una agraciada señorita le dio un puntinazo a una baldosa agresivamente levantada y se fue rengueando maldiciendo en hebreo con traducción incluida. El héroe comedido tipo Boy Scout que escucha a la viejita decirle que jamás quiso cruzar la calle y la tiene que llevar de vuelta a la vereda de enfrente. El que por leer en su celular una pregunta se quedó sin respuestas tendido en el asfalto y a la espera de la ambulancia que lo lleve a un lugar donde no tendrá Wifi. Estas son algunas de las tantas historias que tenemos registradas. “Hoy está tranqui, ¿no? Comento mirando hacia la avenida. “Ahí viene la acción”, responde Miguel elevando las cejas, indicándome que gire el ángulo de la imaginaria cámara. Y allí, por la esquina contraria, aparece el que protagonizará el papel estelar de nuestro supuesto próximo film. Llegó casi al límite del tiempo libre que nos queda antes de cruzar la puerta vaivén hacia afuera para desarrollar nuestra actuación como actores de reparto de otra historia.
Así que apuramos el trámite de las hipótesis de la trama. Le calculamos unos 70 años largos. “Bien largos” dice Miguel, más ducho que yo en eso de deducir con mayor exactitud la edad de las personas. Cerramos en 76 los posibles abriles vividos por el señor que se paró a centímetros del vidrio. Lo que nos permitía ver detalles que se nos escaparían si estuviera más lejos. Nos llamó la atención el ramo de flores que llevaba, hasta con orgullo se podría decir. No como nosotros que si tuviésemos que llevar un ramo de flores por la calle lo haríamos escondiéndolo entre las piernas. Está bien vestido. Acorde a la baja temperatura ambiental. El pantalón negro nos daba a entender que la otra parte del ambo se refugiaba por debajo del sobretodo de cachemira negra que le llegaba hasta las rodillas. Los zapatos como recién salidos de una sesión de lustrado lucían impecables y el sombrero bombín de pana también negro, le daba el toque final para imaginar la trama argumental.
“Se va a encontrar con una señora mayor igual que él”, arriesgo dando un matiz romántico. “Va al cementerio”, derrumba mi tesis Miguel en tono de drama.
Y aquí es cuando comienza lo mejor de nuestras mañanas en el bar. Cada uno va armando su guión con su correspondiente argumento. Y lo hacemos en orden: la descripción de la trama con el protagonista, el entorno, los detalles y el desenlace.
El señor mayor al consultar su reloj nos da la pauta que el desenlace de la historia no llevará mucho tiempo. Arranco con mi teoría: “Está esperando a su amada. La forma de tomar el ramo de flores indica que no es la primera vez que calza uno en sus manos”. Miguel insiste en que la acción se basa en el drama: “Está esperando un taxi que lo lleve hasta el cementerio. Probablemente a una bóveda de mármoles de carrara, donde no solo está su esposa sino toda su familia que seguramente fue asesinada por la mafia italiana”.
El sentimentalismo de mi parte me hace imaginar el encuentro de la pareja en plena vereda, sin importar que estén obstruyendo el paso de los demás. Él se acercará tímidamente y ofreciéndole el ramo de flores la besará en la mejilla, para no incomodarla. Ella se dejará invadir por el aroma de las flores y suspirará emocionada. El la invitará a que se cuelgue del brazo. Ella sonrojada y cabizbaja buscará el calor de la manga del sobretodo y juntos desandarán el camino inverso a la vejez que los vuelve a alcanzar en cada paso. “Me fui a la mierda ¿no?”, le pregunto a Miguel que mordiéndose el labio inferior, elevando las cejas y la pera, me juzga inocente e inocuo.
El anciano le jugó sucio a la mafia italiana. La napolitana para ser más exactos. Justo a esta gente que de suciedad sabe un montón Se quedó con algunos vueltos. Quiso tener su propio “Que parezca un accidente” y le salió mal. Tan mal, que lo descubrieron. Se trajo a toda la parentela para la Argentina creyendo que los burlaría. Desconocía que la mafia tiene contactos internacionales. Y lo hicieron pagar de la peor manera. Cobrando el interés con vidas ajenas. No le dejaron ningún familiar para repartir su herencia. Y va al cementerio con su ramo de flores a purgar en algo su culpa. “Yo sí me fui a la mierda”, me dijo una vez expuesta su idea argumental.
Inesperadamente el ramo de flores pasó a tener un protagonismo relevante. Y especulamos con su origen. Asegura Miguel que de florería no es. Le falta el envoltorio estrafalario que le ponen ahora con papeles de colores. Además las flores son comunes. Ideales para los jarrones de bóvedas y tumbas. Por mi parte defiendo la estructura del ramo que, asegurados los tallos con un piolín, le dan mayor valor al hecho de haberlo armado con sus propias manos en su jardín. Y está destinado, sin ninguna duda, a ser el centro de una mesa para dos.
El Galán o Ex mafioso según la historia que se tenga que escribir volvió a consultar el reloj. Miró hacia la esquina y su rostro se iluminó. La perspectiva de la ochava no nos permite ver qué sucede.
Miguel impone un “Es un taxi” que se superpone al “Ahora llega la dama” de mi parte. Antes que se devele el misterio, nos pusimos rápidamente de acuerdo en que no importaría la edad de la señora ni la cantidad de muertos a visitar en la necrópolis.
Nuestro protagonista al extender sus brazos en dirección al lugar al que aún no tenemos acceso visual, limita en mucho la tesis de Miguel, salvo que el chofer lo lleve alzado al auto. Se agranda mi posibilidad de la dama enamorada. Que se desvanece al ver que el que llega es un señor petiso, pelado, bien vestido y casi con la misma edad. Vuelve a tomar cuerpo la tesis del taxista que sostiene Miguel.
Pero para sorpresa de los dos, nuestro primer actor y el señor recién entrado a escena se funden en un abrazo primero y después en un beso bucal con invasión lingual que desde nuestra ubicación les sería imposible de negar. Aún sorprendidos con el recibimiento que se brindaron vemos como el ramo de flores cambia de manos. Ni se dieron cuenta de nuestra intromisión voluntaria. Dicen que el amor entre otras cosas es ciego. Que no tiene edad.
Nos levantamos para llegar un poquito más apurados que de costumbre a la oficina. Miguel en tono jocoso me propone no entrar juntos al edificio de la empresa. Ya le estoy recordando que me gané el desayuno de mañana porque mi historia está más cerca que la suya.
Porque en definitiva al amor no le importa de quien es el estómago cuando se desbocan sus mariposas.
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe 2018
“Sí, persigue ese sueño hasta donde quiera que te lleve,
Vamos, persigue ese sueño para encontrar el amor que necesitas…”
Follow that dream
LobosMagazine 2018