La cultura de la mentira se expresa de muchas formas en Rusia. principalmente un mecanismo de defensa propia frente a un Estado brutal.
La Nueva Rusia
Entrevista a Peter Pomerantsev
Por Germánico (desdeelexilio)
Grandes obras de la ficción política distópica como 1984 o Un Mundo Feliz, por citar las dos más célebres, podrían estar siendo superadas por la realidad en estos momentos, en un país que es, geográficamente, el más grande del mundo con diferencia: Rusia, la Rusia de Putin. Es enteramente acertado y justo denominar así a la actual Rusia, a la nueva Rusia, dado que a pesar de cualquier apariencia de pluralidad, democracia, derechos humanos o libertades, la única voluntad imperante en ese vasto espacio territorial poblado por aproximadamente 150 millones de almas es la de Vladimir Putin, presidente electo en un sistema político y económico hecho a su medida y a la de la camarilla que se encarga de gestionarlo con impertérrita indiferencia hacia la población y la suerte que ésta pueda correr tras pasarles por encima el rodillo de su Estado cleptocrático. Debes darles gran parte de tus ganancias, si es que tienes la osadía de obtenerlas y, en ocasiones, no es suficiente, por lo que algún sicofante (delator) te acusa de un cargo falso y se pone en marcha la maquinaria de la Dictadura de la Ley Putiniana: la tragicomedia se desarrolla en juzgados en los que los alegatos de los acusados despiertan las risas de unos fiscales y unos jueces que ya saben de antemano cual va a ser el veredicto. Cuando sales del laberinto judicial y penitenciario tus bienes pertenecen a otro, normalmente a algún funcionario o amigo de alguien y tú estás marcado como delincuente.
En este país, donde la realidad supera a la ficción, se cambian continuamente los decorados y los ropajes de los actores y actrices en una obra en la que de contínuo se recicla todo y en la que se improvisa para satisfacer la última moda de comportamiento adecuado. Por supuesto siempre se debe aludir a la benevolencia, inteligencia, poderío y sabiduría de Vladimir Putin. Un pequeño desliz en la alabanza puede suponer una caída a los abismos. Y no hay mejor lugar para difundir la grandeza del líder que la televisión rusa, en la que se alternan la propaganda indisimulada al régimen con programas que pretenden distraer o incluso obnubilar al espectador hasta hacerle perder la consciencia de quién es, dónde vive y en qué situación se halla. Toda clase de reality shows se retransmiten en diversa cadenas, en esta democracia iliberal, y llegan a todas las partes de ése universo cerrado que es la gigantesca y sutilmente sojuzgada Rusia.
Peter Pomerantsev estuvo dentro del entramado de deconstrucción de la realidad y conversión, y reciclado de los pedazos del destrozo en post verdad entretenida y alegre, en un circo que oculta que el pan se reparte por cuotas de poder e influencia. Como productor televisivo tenía los más extravagantes encargos. De ello habla en su libro y nos habla, “La Nueva Rusia, donde nada es verdad y todos es posible”.
Tras leerlo y alucinar con lo que escribía, saliendo de cada página como de un duro alucinógeno viaje, me pregunté si esta obra de no ficción no merecería un lugar de honor en los estantes de ficción, manteniendo una copia indispensable entre los ensayos de no ficción.
La entrevista
1.- El filósofo político francés Jean François Revel decía, al principio de su obra: “El Conocimiento Inútil” que “la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”. ¿Qué hay en ello de verdad, a tu juicio, para el mundo en su conjunto y para Rusia en particular?
La cultura de la mentira se expresa de muchas formas en Rusia. En primer término, es un mecanismo de defensa propia frente a un estado brutal. También sirve de señal de ausencia de privilegios: si eres de confianza, entonces no mereces confianza.
Como a muchos rusos les parece normal mentir, o digamos parecer astutos, autoridades en su casa, Putin puede fácilmente ser visto como un héroe cuando engaña o miente a los líderes de orden mundial. Esta es la treta de la que Putin se ha servido para presentarse como un rebelde del orden global.
De una forma más generalizada hemos observado cambios en la naturaleza de la mentira. Durante la Guerra Fría, los soviéticos mentían, por supuesto, pero haciendo todo lo posible para sentir que sus mentiras eran verdad. Cuando, por ejemplo, crearon historias falsas en la década de los ´80 sobre como la CIA inventó el SIDA como un arma, elaboraron cuidadosas falsificaciones para probar el caso. Gorbachov se indignó cuando Reagan acusó a su pueblo de difundir falsedades para minar a los EEUU. Hoy, cuando Putin le dice al mundo, como hizo durante la anexión de Crimea, que “no hay soldados rusos en Crimea”, no es que trate de hacer pasar una falsedad por un hecho, lo que nos dice es que los hechos no importan. Donald Trump, de forma similar arroja los hechos al viento. Esta es una parte de su atractivo. Hay una alegría rebelde en desechar el peso de los hechos. Los hechos son desagradables: te dicen que vas a morir o que has fracasado. ¿Quién quiere hechos?
Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado? Pienso que los hechos están profundamente vinculados a un discurso ilustrado sobre el progreso racional. El comunismo, a pesar de sus despropósitos, todavía reclamaba ser una visión racional del futuro. Por tanto, necesitaba al menos apariencias de “hechos”, y los hechos fueron una parte de su mascarada. Necesitaban de hechos que demostrasen que estaban encaminándose hacia su futuro. De igual modo, el capitalismo democrático, en ascenso hasta el “crash” del 2008, estaba tratando de probar que se encaminaba a un futuro feliz de capitalismo globalizado, una suerte de utopía de revista de economistas. Ahora nadie cree en aquellas visiones. Así que, con la desaparición de la idea de un futuro racional, los hechos pueden tranquilamente ser arrojados por la ventana. Puedes ver lo mismo en Polonia y en Hungría. Mientras se disponían a incorporarse a la Unión Europea, tenían una idea coherente de un futuro práctico, con regímenes que se adherían a un discurso basado en los hechos, para demostrar que estaban cumpliendo un plan racional. Ahora que están en la UE ya no está claro hacia dónde se encaminan y se han deslizado hacia un discurso político salvaje que no se atiene a los hechos.
2.- ¿Si Dostoievski, Tolstoi o Chéjov levantasen la cabeza y vieran la Rusia de hoy, qué crónicas cree que escribirían, si tuvieran la libertad para hacerlo?
Este período por el que pasa Rusia ahora está mucho más cerca de Gogol y de Bulgakov, del surrealismo teatral y de la crueldad. Cuando vives en la Rusia de Putin, te percatas de que Gogol y Bulgakov eran realistas.
3.- Tú trabajaste dentro de las entrañas de la maquinaria de propaganda más sofisticada de nuestro tiempo. ¿Puedes darnos alguna pista de cómo funciona?
Creo que la clave está en que el Kremlin ha combinado el entretenimiento de Occidente con la centralización de los soviéticos. De modo que hay, o hubo, reuniones semanales entre la Administración Presidencial y los directores de los principales canales de televisión en las que se decidiría la agenda de la semana, las listas negras y demás. Luego se permitió que los canales improvisaran dentro de ese marco. La historia principal era, y sigue siendo. “no hay alternativa a Putin”. Así que uno podría, e incluso debería mostrar partidos de oposición títeres, siempre que resultaran ridículos al compararlos con Putin. Así que en la televisión rusa se encuentran espectáculos de debate político muy entretenidos, pero están todos organizados de tal manera que siempre hacen que Putin quede bien. No están permitidas las figuras reales de la oposición, por supuesto, pero hay muchos que aceptan participar en esta farsa. Del mismo modo, con Occidente, la idea es mostrarlo como un Occidente en declive, invadido por minorías sexuales e inmigrantes. Así que nadie dice, como en la época soviética, que Rusia sea un paraíso. El objetivo es mostrar que no hay una alternativa fuerte, ninguna esperanza que albergar. Esta es, por consiguiente, una propaganda en negativo: todas las alternativas al putinismo son peores. No es la propaganda agitadora que conocimos en siglo XX.
4.- Se cree que Rusia ha interferido en procesos electorales como el norteamericano o en el proceso separatista catalán con hackers, trolls y a través de noticias tergiversadas o directamente falsas a través de sus canales internacionales. ¿Es el deseo del Kremlin destruir a la Unión Europea y tumbar al gigante americano?
Bueno, los soviéticos ya tenían una fuerte tradición de los que se llamaban “Medidas Activas”: miles de oficiales de la KGB dedicados a crear operaciones de desinformación encaminadas a dividir las alianzas occidentales, desacreditar a sus líderes, sembrar confusión, debilitar la moral y demás. Hoy, con internet, es infinitamente más fácil hacer ese tipo de operaciones.
En principio, Occidente es sólo un conjurado truco lingüístico consolidado por el Artículo 5 de la OTAN: que el ataque a uno de los miembros es un ataque a todos. Si uno puede socavar esa idea apoyando movimientos en Occidente que se oponen a ella, entonces Occidente desaparece. De igual modo con la UE. Si uno apoya movimientos que la odien, entonces puede debilitarla. Sólo necesitas echar una mano a tendencias ya existentes, no es difícil.
Peor por encima de todo el objetivo del Kremlin es evitar el cambio social en su propia casa. Para ello necesita desviar la agenda hacia aventuras extranjeras, provocar confrontaciones y ruido y de ese modo distraer del estancamiento doméstico. Así que son los fuegos artificiales que se necesitan. ¡Y sólo estamos felices proporcionándolos!
5.- Edward Snowden, que se horrorizó al descubrir que los servicios de inteligencia americanos controlaban todas nuestras comunicaciones, y vive ahora huido en Rusia. ¿Cree que es coherente, si lo que se defiende es el derecho de las personas a su privacidad, ponerse bajo la protección de Putin?
Tal y como Daniel Soar expuso en la London Review of Books: “¿qué es más importante, las fugas o el fugado? Dejaré los movimientos de Snowden a su conciencia. Pero las cosas que reveló merecen ser comentadas.
6.- El reciclaje permanente tanto urbanístico, como económico, como social parecen ser la norma en Rusia, como tú apuntas en tu libro. Putin proclamó que haría valer la dictadura de la ley, pero allí donde nada es cierto y todo es posible ¿no es imposible vertebrar un Estado de Derecho?
La ley se usa en gran medida como un instrumento para castigar y cómo un teatro para dar lecciones, juicios-espectáculos.
7.- ¿Tiene miedo de posibles represalias por parte de los servicios de inteligencia rusos con usted por el libro que ha escrito?
¿Te refieres a peligro físico? No. A los periodistas se les castiga en Rusia si escriben sobre una corrupción concreta o si comienzan a explorar el vínculo entre el terrorismo y el estado. A nadie le importa la crítica de la cultura. Lanzarán sobre uno historias difamatorias desde los medios del Kremlin, por supuesto. Eso es estándar.
8.- ¿En qué está trabajando ahora?
Estoy llevando a cabo un programa en la LSE London School of Economics, centrándome en cómo se pueden reinventar los medios en siglo XXI para superar las polarizaciones, las cámaras de eco y la pérdida de espacio público.
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Germánico
No hay aprendizaje sin error, ni tampoco acierto sin duda. En éste, nuestro mundo, hemos dado por sentadas demasiadas cosas. Y así nos va. Las ideologías y los eslóganes fáciles, los prejuicios y juicios sumarios, los procesos kafkianos al presunto disidente de las “Fe” de moda, los ostracismos a quien sostenga un “pero” de duda razonable a cualquier aseveración generalmente aprobada (que no indudablemente probada), convierten el mundo en el que vivimos en un santuario para la pereza cognitiva y en un infierno para todos, pero especialmente para los que tratan de comprender cabalmente que es lo que realmente está sucediendo, nos está sucediendo.
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LobosMagazine 2018