... él comprobó que la delicada silueta de ella estaba envuelta en un corto tapado negro, desabrochado estratégicamente hasta el botón indicado...
Habiendo escalera …
José Pepe Juliá
Se miraron. Se estudiaron. Se midieron con la misma profundidad con la que se miden los boxeadores cuando la campana suena por primera vez.El sonido más dócil de la campanilla del ascensor fue la que los puso en guardia. Él le cedió el paso. Ella torciendo levemente los labios, agradeció. Se rozaron sus manos cuando intentaron al unísono programar el viaje ascendente. La sensación de contacto se disipó cuando dejó que ella apoyara su índice en el número 18. Él, no escogió ninguno a pesar que su destino era el quinto piso. Le llamó la atención la prolijidad de sus uñas esmaltadas en un rojo furioso, casi tan desafiante como el rouge que le marcaba los límites de su pequeña boca. Con diplomacia la recorrió con la mirada. “De proa a popa y de babor a estribor”. Disimuló la sonrisa que quería escaparse de su descuidada barba, al recordar esa frase tan usada por su abuelo, fanático por todo lo relacionado con los barcos. Cuando se iluminó el casillero 6 él pretendía que el viaje no terminara nunca.
Comprobó que su delicada silueta estaba envuelta en un corto tapado negro, desabrochado estratégicamente hasta el botón indicado. Se asomaba el cuello de la camisa blanca. Las medias negras marcaban aún más los músculos femeniles de las piernas. Los tacos altos equiparaban alturas. Pudo leer del rectángulo de acrílico que le colgaba del cuello con cinta azul, la tarjeta que entregan en la entrada del edificio: Virginia Smith y un renglón más abajo Asesora Ejecutiva.
Ella, esperó hasta que el indicador digital llegue al número 10. Sabiéndose observada movió la cabeza arreglándose el manojo de cabello que sutilmente le cubría el ojo izquierdo. Simuló una tos suave como dando a entender que ya se había cumplido el tiempo para que deje de admirarla. Él se desentendió mirando hacia el espejo y tapó su credencial cruzando los brazos.
Ya a la altura del 15, él, recién advirtió que la fragancia con reminiscencias a flores extravagantes que inundaba el pequeño ambiente de paredes de acero inoxidable la protegía de aromas cotidianos.
La campanilla dictó sentencia. El 18 se iluminó y al mismo tiempo llenó de oscuridad su futuro inmediato.
Virginia, se arrimó a la puerta y al abrirse se despidió con un “Buenas tardes” que lo sacudió. Por lo inesperado y por el timbre cálido de su voz que no desentonaba con su contextura física.
Se apuró a oprimir el 5. Acomodó sus manos en los bolsillos.
Por el noveno piso, sonriendo dedujo que de los cinco sentidos le falto solo el del gusto para descubrirla casi por completo.
Antes de llegar al quinto volvió a mirarse al espejo. Giró su credencial y la leyó en voz alta, como presentándose: Juan Carlos Álvarez. Maestranza.
Volvió a sonreír, cuando la luminosidad del tablero marcaba el 5. El piso donde está el Salón de Conferencias. La campanilla lo volvía a poner en el ring. Pero esta vez para subirse a una escalera a cambiar un par de tubos fluorescentes.
Los Cuentos de Pepe 2018
José Pepe Juliá
“ Dices que la suerte no para en tu portal,
Que lo que Dios te da, Dios te lo quita
Y sé que no es tu fuerte, pensar en los demás…
… ya no me das pena… señorita
… y guardas las caricias en el congelador,
Ya no me das pena … señorita…”
LobosMagazine 2018
Lobosmag.com