El 14 de agosto de 2017 publicábamos nuestra primer Editorial en Lobos Magazine. Hoy 7 de junio de 2018, en la fecha en que se celebra el Día del Periodista en la República Argentina, reeditamos nuestra Editorial de entonces.
7 de Junio Día del Periodista
Que el periodismo valga la pena
Por estos días y ya casi es una constante y permanente que estamos viendo desde un lugar privilegiado, como en la primera fila y permitiendo el espectáculo del periodismo actual. Que deja mucho que desear por cierto.
Por otra parte no es esto dicho con ánimo de una generalización, obvio, y de paso dejar claro y reconocer y agradecer a los contados medios y particulares que aun representan el buen periodismo, informado, responsable y honesto; por sobre todo consigo mismo. Con sus grandes o medianas estructuras y más aún aquellos que con pocos y contados medios, herramientas, hacen lo mejor con respeto profesional a sí mismos y con humildad. Por supuesto que no es fácil seguir el ritmo, el paso a tanto desequilibrio, tanta locura, por supuesto. Aparecen “noticias” que ni suponíamos ni imaginábamos que íbamos a llegar a leer, escuchar; las sorpresas en el ámbito nacional como en el internacional, también y por supuesto, y cada vez en mayor medida en las ciudades, en cualquier lugar del país, del mundo, cada día más conectado, cada día más cerca, una ciudad, un pueblo, en y hacia el mundo; y por lo tanto el mundo es un pueblo, la aldea global. Por supuesto que no es nada fácil el trabajo de periodista, de informar, comunicar y también persuadir, por qué no? Un buen periodista, es, debe ser tan íntegro como pocas personas se imaginan, suponen, un oficio que tiene tanto peso en la sociedad, pero hay que hacer bien ese trabajo, o por el bien de todos es preferible no hacerlo en absoluto.
Si uno puede ir entrando, metiéndose en el mundo de la llamada “comunicación masiva”, cada transición, cada cambio en la cultura, en la forma de ver; de leer, de entender; el simple hecho, por ejemplo de ver cuántos tenemos y usamos Facebook en el celular y cuántos leemos un periódico, un magazine, newsletter, etc, leerlo en serio, habla de cómo se comunica hoy y cómo se llega al público. ¿Y qué es lo que se está entregando al público? Y sobre todo, para que lo tome más personal ¿qué tipo de público quieres ser? Porque si se dice que hay que saber exigir calidad en lo que leemos, vemos y oímos, no hay nada de malo en esperar buen contenido, porque es hasta irrespetuoso que a uno le hagan gastar tiempo leyendo, viendo y escuchando algo que no vale la pena.
Entonces?, en realidad todo empieza desde uno mismo. Dejar de conformarse con compartir tal o cual noticia u opinión para luego borrar el post, esperando que no muchos hayan visto que “la embarró”, o peor aún, que alguien “le haga tragarse sus palabras”. Las noticias falsas, deformadas, no veraces, hacen más daño de lo que se alcanza a imaginar, primero porque hay gente que nunca se entera de esa falsedad y entonces…qué? Jugar con la información es ir lanzando bolas de nieve a ver cuál rueda con mayor densidad o porque así se desmienta lo que refleja o significa esa información, va calando en las posiciones y opiniones de la gente. Esto es incluso peor aun cuando una noticia queda en el limbo y ya uno no sabe si “SI” o si “NO”, si en contra o a favor, cómo fue, qué pasó, en qué terminó. Esto abre espacio para que uno la complete a gusto, que uno asuma. Y vaya! Si estamos repletos de esas noticias falsas, y no hablamos de las que dan risa, humorísticas; sino de las que tensionan, estresan, crean conflicto, rupturas, esas que son peligrosas aunque no se perciba. Un ejemplo también válido y que es muy difícil de percibir en un primer momento, es cuando se representa a un “salvador” o “el mejor”, es muy común y sobran los ejemplos en el caso de la política ocupada por aquellos que no les interesan ni siquiera el discurso “que llevan hacia afuera”. Para muestra, sobran ejemplos y cada uno podrá discernir y ponerle nombre propio. Poner, otorgarle la representación pública a alguien que no la merece por mérito propio, que de forma impostada se presenta como alguien que no es; y que el público toma esto como real porque se encuentra con la disyuntiva de querer cambiar algo que creyó bueno al principio y era así, y como no satisface ya sus deseos y expectativas por otro lado, esa decepción se transforma en inquina y se agarra de otro/a como salvación sin verificar ni importarle si es merecedor del crédito de confianza; por éstos días el ejemplo es muy evidente y obvio; esto también es un mensaje falso, una noticia falsa. No sólo noticia falsa, sino incompleta. Y son el pan de cada día y el reflejo de ejercer y hacer uso de la comunicación afanado en otra cosa; también vender entre otras cosas, por encima de informar.
Ahora bien, entonces uno, todos o la gran mayoría consume entre los que le ofrecen; y los comunicadores, los periodistas, tienen la responsabilidad de lo que cuentan y cómo lo cuentan; por eso es el cuarto poder, se sostienen sobre la información que deciden informar o no; ocultar, exagerar, o incluso las especulaciones que aunque no hagan ninguna contribución al desarrollo de un tema y bien lo saben, ayudan a moldear opiniones y generar comentarios y discusiones fuera de contexto, dejando a la vista no sólo una segunda intención de el que escribe sino de quien publica. Como lector como receptor, tómese el tiempo de dudar, pregúntese si lo que lee tiene sentido, si dice algo de profundidad o sólo son palabras vacías o de distracción, mire fechas, si se citan fuentes, cifras, de dónde salieron, quien dijo qué, y si esa persona tiene la moral o el fundamento para hacer aseveraciones que valga la pena creer. No conformarse con menos que una investigación decente, que le informen realmente lo que es, hágase preguntas, dude. Y el comunicador, asumir esa responsabilidad que ha decidido tomar con entereza y altura. Así como cualquier trabajo en el mundo puede hacerse de la forma que no es escribir lo que parezca y que su espalda tenga un nombre reconocido que le de credibilidad es un poder que hay que aprovechar bien, sobre todo hoy en día, porque tal parece que la tendencia es aprovecharlo mal.
Por último se puede hablar de las veces en que el público, cuando sigue por ejemplo a los periódicos más importantes del mundo, las grandes ciudades, casi que no se puede librar del hecho que sus redes están invadidas de la cobertura de tal o cual matrimonio de la estrella de fútbol del momento y en el que otra estrella repitió vestido en una fiesta, etc; o en los mejores días, qué frase merecedora de Twitter, explote; salió a decir alguien de algún partido político, se entiende? Ese spam hasta fastidioso que llena las redes y que sale justo al lado de la publicidad de una plataforma de reserva de hoteles. Se consume como pan caliente, es ese chisme que hace que muchas celebridades estén en boca de todos, es lo que primero y más fácil se encuentra. ¿Dónde está la cobertura de tantos temas definitivamente más importantes que el vestido de no se quién? El problema no es sólo hacer el trabajo mal sino que al tiempo que un periodista no informa lo que debe o lo que valen los minutos de lectura de sus seguidores, otro está ganándose ese tiempo con artículos insignificantes. Una cosa es el ocio y otra cosa es que el periodismo llamado serio no sea mejor que el relleno. Basta con ver las entrevistas que se hacen a algunos precandidatos respecto de su postulación. Más allá de si ese candidato es o no un buen candidato, si a usted le gustan o no sus objetivos y propuestas, si es que la tiene obviamente, su tono de voz, etc, que no es tema de discusión en esta oportunidad, la entrevista resulta bastante pobre como patética. Preguntas sin un hilo conductor que merezca atención, preguntas que no van al caso con el tema de la entrevista, preguntas sin fondo e insistir en las mismas son las que lo llevan a uno hasta ese “apague y vámonos”, alguien ha dicho por ahí “el periodista no hace preguntas, el periodista estimula las respuestas”.
Y todos… periodistas y futuros periodistas, porque muchos quieren y queremos ver nuestra ciudad, nuestro pueblo, nuestra pequeña aldea global, nuestro país, salir adelante y florecer, íntegro, informado, que investiga y no hace juicios sin fundamentos. Y por supuesto que todos tienen, tenemos nuestra ideología, sesgos… pero para la ley, la política, la ciencia y lo que venga a la mente, hay alguien experto en hacer su trabajo. No hablar por hablar puede ser el primer paso para dejar un periodismo con piernas flojas atrás y empezar a calar en la sociedad de una manera que lo haga merecedor de cargar en sus hombros una responsabilidad de ese tamaño. Colaborar en el progreso del país, de la ciudad y la educación de tanta gente también se logra a través de las letras; es principalmente cuestión de visualizar el alcance de lo que usted escribe, informa, comunica, retrata, etc y hacer de aquello lo mejor que le sea posible. Siempre lo mejor.
LobosMagazine 7 de Junio de 2018
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