"... entré a la Facultad de Medicina, recorrí los pasillos, subí los pisos hasta llegar a su aula. Me paro frente a la puerta... y lo veo, hablándole a la multitud de sus alumnos..."
LA BUSQUEDA
Luego de la reunión semanal, don José María propone ir a almorzar, ya siendo el mediodía, era hora de terminar. El fue presidente de la firma hasta hace cuatro años, como estaba cansado de llevar adelante la empresa, Carlos María su hijo era quien dirigía ahora, los destinos de la misma. Ellos tenían el cincuenta y un por ciento de las acciones de la empresa. La fábrica se encontraba en San Martin, zona del conurbano de mayor concentración fabril. Eran tiempos difíciles, alta inflación, el sindicato estaba fuerte. Los descubiertos bancarios estaban restringidos. Los intereses altísimos. El fisco implacable. Mi función como asesor externo, era acompañarlos en sus decisiones con respecto a la marcha del negocio. Las reuniones eran de suma importancia, ya que la semana se desarrollaba de acuerdo a las decisiones tomadas allí. Luego de planificar los problemas financieros de la empresa, un refrigerio, nos calmaría a todos. Don José María hoy con ochenta y tres años, tenía un poder intacto en la fábrica; tanto con los obreros como con los ingenieros. Su experiencia y su actual avidez de conocimiento hacía de él una persona especial, “un distinto”. Didáctico, y por sobre todo, un líder. Tenía nada más que el primario hecho, pero podía sugerir las correcciones de fabricación, que los demás profesionales no podían ver. Nacido en la década del 10, en el paraje de “La Mosca” en la localidad de Lanús, BA. Persona esbelta, alta y elegante, con vos seca pero amable. Su prolijo bigote hacía de intermediario entre su ceño fruncido y su dulce sonrisa. A pesar de mi juventud, me tenía aprecio y respetaba mis consejos.
Contrariamente a toda persona adulta, el aceptaba mis nuevos conceptos. Decía, que como yo era del interior, merecía respeto. Vivía en un hermoso departamento con vista panorámica al botánico. Viudo desde hacía una década, siempre me hablaba con amor de su mujer. Se le iluminaba la cara al comentarme algo de ella, pero ello, dejaba al final, una melancolía sentida. Como yo crecí en un pueblo, las anécdotas propias se suman a las de nuestros padres y abuelos. Estas, no eran del todo reales, pero que eran lindas y divertidas, no había dudas. Don José María, se divertía muchísimo cuando en medio de un tema económico coyuntural, yo, le mandaba uno de esos cuentos de borrachos o de polleras, que aclaraban la discusión. Me encantaba su carcajada, a veces hasta las lágrimas, que mi ocurrencia le producía. La de los demás socios, era más forzada; me parecía a veces, que se ponían celosos; “este pibe me hace acordar cuando yo era joven” decía.
A pesar de sus años, manejaba muy bien, tirando a “pistero”. Tenía una cupe BMW de color rojo. Era muy original “la vida era ingrata, pero buena. ¿Sabes por qué? Porque cuando tienes el BOY te falta el PLAY; y cuando tienes el PLAY te falta el BOY, como yo ahora, ¿te das cuenta?”
Cierto día tuve un siniestro con mi vehículo cerca de la fábrica, me sugirieron que llevara mi coche a un mecánico de confianza de ellos. Así fue. Luego de transcurrir un día de trabajo en la empresa, don José María se ofrece llevarme hasta el centro. Tomamos por General Paz, con rumbo a Rio de la Plata, como dicen los carteles. Le comenté, ni bien salimos de la fábrica, que tenía a mi hermano menor con problemas de salud.
Entre dichos y dirimes, me cuenta de su niñez. Don José María era uno de los más pequeños, de cuatro hermanos. Que siendo muy niño su padre los abandona, a quien jamás volvió a ver. Tendría, me dice él, como cinco años. Un hermanito casi bebe, una hermana de ocho, y su hermano mayor de trece. Eran épocas de mucha pobreza, comenzaba la guerra en Europa y la vida se hacía muy dura. “Lamentablemente, mi madre trabajaba todo el día y mi hermano mayor era quien nos cuidaba, nos alimentaba y por sobre todo, nos protegía. Mario, así se llamaba, era muy duro con nosotros. Dos años transcurrieron en esas condiciones, solo una vez, haciéndome el dormido, se acercó en silencio y luego de observarme, me acaricio la cabeza con su mano. Cada vez se hacía más difícil comer, ya que mi madre se enfermaba seguido, y no ingresaba dinero. Mario se había vuelto cada vez más violento con un permanente mal humor. Nos castigaba con rigor, no con maldad, era por su condición; por su niñez perdida, por impotencia, y por el más importante flagelo de un niño, que es la tristeza. Mi madre, ante esta situación, decide mandar a Mario a la casa de su prima, que siendo casada, no podía tener hijos. La despedida fue una mezcla de alivio y melancolía”. Pasando por la cancha del Club Atlético River Plate, siendo aproximadamente las 18 hs, con un sol de invierno límpido, con cielo despejado y la vista del rio sobre el horizonte, me hizo distraer por unos instantes del relato de don José María. Su tono de voz me hizo reaccionar, “de ahí en adelante, todo fue distinto”, continua. Hasta extrañaba la dureza de Mario. Estábamos todo el día en la calle, pidiendo, sucios, de casa en casa. Así hasta que mi hermana se enferma y luego de tres meses, muere”. Yo ya estaba arrepentido de haber comenzado el viaje hablando de mi hermano, ya que don José María era una locomotora que se había quedado sin frenos….. no era momento de interrumpirlo, solamente me preocupaba que todo en él se estaba transformando. Continúa diciéndome “mi madre con la muerte de mi hermana, consigue una pensión, y como yo ayudaba a un vecino que era “chatarrero”, ella, no necesitaba trabajar y quedo solamente, al cuidado de mi hermano menor. Yo solamente iba a dormir a mi casa. Pasaron los años, pasó mi adolescencia, y así encontré a la mujer de mi vida con quien me casé. Nunca más, desde que se fue, volví a ver a Mario, a quien, con el tiempo, extrañe como a nadie. No había día que no pensara en él. Ni mi padre, ni mi hermana tuvieron ese deseo en mí.” ¿Qué fue de él? Pregunté. No me había escuchado, por que siguió hablando como si estuviera solo, sin cambiar su tono. Extremadamente concentrado y poseído por la escena mental de su historia, prosigue, “mi amada esposa, me consolidó como hombre. Tenía quien me esperara, tenía un hogar, tenía a mi pequeño hijo, y un emprendimiento fabril en sociedad con un amigo. La vida me sonreía, me mimaba. Todas mis ocupaciones y proyectos me “hervían la sangre”, me sentía que tocaba el cielo con las manos. Al llegar a mi hogar, donde luego de la hermosa cena familiar, me dirigía hacia el balcón a fumar. Mientras lo hacía con sumo placer, contemplaba las estrellas. Era como un bálsamo, sentía que el cuerpo se relajaba del trajín laboral, y era así como todos los días, mi mente volvía al recuerdo de Mario. Esa rutina me entristecía enormemente. Mi esposa, no se animaba a preguntarme qué era lo que tanto me angustiaba. Eran recuerdos que quisiera enterrar para siempre y olvidar que pasaron”.
Llegando a Aeroparque, el BMW estaba por llegar a los 160 km/hora. Evidentemente me sentí culpable por si llegara a ocurrir un accidente. Imprevistamente, golpea el volante con su mano derecha, asustándome, maldiciendo y diciendo “¡hijo de puta!, porque este dolor en mi pecho, porque esta angustia, si fuiste malo y me abandonaste”. Yo ya me entregué a la incertidumbre total. Continúa en voz alta.. “no aguanté y comencé a preguntar a parientes y vecinos, si sabían algo de él. Que vivió un tiempo en… , que se fue al extranjero, que sí, que no. Habían pasado veinticinco años sin verlo, ¿Cómo sería ahora? Por intermedio de un cliente, logro averiguar que era médico y además profesor universitario. Lo que siguió fue fácil. Lo difícil era enfrentarlo.”
Por el Rosedal, frena y apoya su cabeza sobre sus manos y sobre el volante. “Entré a la facultad de medicina, recorrí los pasillos, subí los pisos hasta llegar a su aula. Me paro sobre la puerta de su aula y lo veo de costado, de pie en el frente, hablándole a una multitud de alumnos”. En la misma posición, anterior, gritando, me dice: “…..él giro hacia su izquierda, y me miró fijo a los ojos, fue una eternidad, se acercó lentamente a mí y me dijo “hermanito mío, por fin”. Me había conocido. Lloramos abrazados ante la presencia de todos”
Don José María me pedía perdón y lloraba con sus 83 años, como si fuese el día que ocurrió. Pocas veces me he sentido tan orgulloso, de haber despertado semejante cantidad de emociones en otra persona.
Me bajé en Libertador y Sarmiento, lo saludé y comencé a caminar pensando que cada tanto hay que sacar las piedras de la mochila, porque se hace duro el andar.
Gustavo M. Mamón Contrera
“…caminante son tus huellas del camino y nada más
caminante no hay camino, se hace camino al andar
al andar se hace el camino y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar
caminante no hay camino sino estelas en la mar…”
Nuevos horizontes en la vida? Nuevas gentes?, Nuevos lugares?, Nuevas reflexiones
Cada uno ha de recorrer su camino, no queda otra que decidirse a ese recorrido y aún con la incertidumbre de lo que habrá, y lo que no habrá, ni se recorrerán caminos ya pisados, andados. Y sólo quedará al final de nuestros días, los recuerdos de lo vivido… sólo estelas en la mar
LobosMagazine 2018
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San Salvador de Lobos - Argentina