El fútbol ya no es lo que era no?... bueno casi como todo lo reformado-emparchado. Y tal vez el 2 a 0 de Patronato a Velez, ... y en el Amalfitani, no es nada...
Sábado seis y media de la tarde en la Ciudad de la Furia:
"Pepe, te llamo por el cuento, continuábamos en febrero, te acordás?, hoy editamos; "Si si ya lo envío, se escucha,...es que estoy saliendo del Amalfitani...y... Patronato de Paraná nos liquidó 2 a 0... no se puede creer !!
El fútbol ya no es lo que era no? … bueno casi como todo lo reformado-emparchado; hoy tampoco el mundo laboral es muy claro; tecnología y masificación, y nuevas formas de trabajo, “videoblogger”, “streamer”, “community manager”, “dron pilot”, “especialista en cloud computing”… Bueno por ahí va la cosa… Tal vez el 2 a 0 de Patronato a Velez no es nada.
Por Pepe Juliá:
Índices de Mortalidad
Entró al reducido espacio bostezando, como se bosteza a las 10 de la mañana. Se paró frente a la máquina … y desafiante, miró la pantalla que tenía a la altura de sus ojos. Leyó: “Presione el botón negro”. El dedo índice de su mano derecha apretó en el teclado, obedeciendo. “Presione el botón negro”, volvió a aparecer en el monitor. Le pareció que esta vez las letras eran grandes. Repitió el movimiento y no dio resultado.
Maldito artefacto del demonio, gritó exaltado mientras amagaba darle un golpe. Se abrió la puerta y la encargada de la máquina le preguntó qué pasaba. No responde, le contestó. Ella se dirigió al teclado y de una manera muy femenina presionó el botón negro y le señaló la pantalla. “Ahora siga usted”, socarronamente dio media vuelta y se perdió por donde había entrado.
Miró el armatoste con tanta bronca como la soberbia que creyó intuir del aparato cuando le ordenó a través de la pantalla que se parara en el rectángulo pintado de amarillo en el piso. Los separaban tan solo diez centímetros. Se encendieron varias luces. Entre ellas un haz color verde que en línea horizontal empezó a descender desde su cabeza hasta recorrer toda su estatura. En su avance, la pantalla, mostraba como si fuesen ecografíasy radiografías, el interior de su cuerpo.
Vaya adelanto de la empresa, murmuró. Conseguirse este armatoste para hacer los chequeos médicos sin abandonar el lugar de trabajo. El era el cuarto empleado de la oficina que pasaba por el experimento. Sintió lo que sentiría un “conejillo de la India”. Cuando el hilo verde desapareció en cuanto llegó a las suelas de sus zapatos, en la pantalla se dibujaron unos cuantos cuadrados pequeños que se iban iluminando también de color verde. Calculó que eran más de cien. Verde, verde. A medida que se iban coloreando, se entusiasmaba, suponiendo que ese color esperanza, auguraba buenos resultados. Verde, verde, verde. A medida que aparecían apretaba el puño en señal de triunfo. Verde, verde, rojo. Verde, verde. Ya no le importaba la mayoría de verdes. Se quedó en el casillero donde se perdía la unanimidad.
Una vez completados todos los cuadrados, la máquina lo sacó de la incertidumbre ahora con una voz robotizada al preguntarle si había tenido algún suceso fuera de lo normal en el día de hoy.
-No, ¿qué me pudo haber pasado en las tres horas que llevo despierto?
-“Recurra a su memoria”, con sonido impersonal, casi ordenándole, la máquina lo obligaba a confesar su itinerario como si fuese el culpable de un delito.
Y cuando estaba por lanzar un insulto su memoria entró en acción. En voz alta enumeró: “me desperté sobre la hora. Me mal vestí. Salí anudándome la corbata en el pasillo. Apreté el botón del ascensor. Nunca llegó. No puede ser que el ascensor no funcione, con lo que pago de expensas. Justo hoy que estoy encogido de tiempo. Bajar los cinco pisos por escalera me llevó 10 minutos. Los bajé rápido pero en planta baja me encontré con la viejita del primero que me pidió si la ayudaba a llegar hasta su departamento. En cada escalón se paraba para decirme que al ascensor le tenía pánico. Ni me molesté en decirle que no funcionaba. Llego al estacionamiento, pongo en marcha el auto. Quiero encender la radio oprimiendo el botón y no funciona. Me pasé todo el trayecto hasta el trabajo tarareando “Despacito”, sintiéndome Luis Fonzi. Llego al laburo y hoy los ascensores me declararon la guerra. El de la empresa tampoco responde a mi llamado. Subo tranquilo los tres pisos. No es tan tarde. Me arrimo a la máquina de café y al apretar la tecla de despacho, no cumple su función específica: servirme el café. Pasó Miriam con toda su belleza y a ella sí le dio bolilla y ya que estaba le pedí que sacara el mío. El perfume francés de la secretaria se mezcló con el aroma colombiano y me mareó un poco. Llegué a mi escritorio y me llamaron para hacerme el examen médico. Y nada más. No veo nada fuera de lo normal.
La luz roja del cuadrado empieza a titilar en la pantalla. La máquina con su voz metálica le diagnostica fríamente:
“Se ha encontrado una anomalía en su sistema anatómico. No reviste gravedad a corto plazo…(hizo una pausa). Por ahora…(repitió la pausa). Se le notifica que la vida útil del dedo índice de su mano derecha ha caducado en el día de la fecha."
José Pepe Juliá
Los Cuentos de Pepe (el primero de 2018)