"Además de llenarnos la boca hablando de "Políticas de Estado", debemos hacer lo posible y necesario para hacerlas realidad"
Opinión
Los desafíos de Cambiemos tras la elección
Por Ricardo Alfonsín
Diputado Nacional
En esta nota, más que consideraciones acerca del triunfo de Cambiemos, nos referiremos a algunos de sus desafíos futuros. Lo haremos de un modo breve.
Ya después de las PASO, y con una mirada subjetiva, inevitablemente, de alguna manera se anticipaba que la diferencia a favor del oficialismo podía ampliarse.
Ahora, con las elecciones legislativas ya resueltas, el principal desafío, obviamente, no es ganar las elecciones de 2019, sino tomar decisiones que resuelvan o empiecen a resolver los problemas de los argentinos. La experiencia demuestra que se pueden ganar elecciones, aunque no se resuelvan los problemas. Es que las decisiones de un gobierno, buenas o malas, suelen producir efectos después de haberlas tomado. Depende de los temas que se aborden. En el interregno puede generarse el espejismo de la solución. Pensemos, sino, en la tan cuestionada década del 90. El oficialismo se cansó de ganar elecciones. Por eso es necesario que los debates en política sean profundos, rigurosos, intelectualmente honestos. Esta es una obligación que pesa sobre todos los que tienen la posibilidad de llegar a la ciudadanía con sus opiniones. En el caso de los partidos y sus dirigentes es, además, inexcusable. Resulta muy difícil encontrar una razón que justifique la renuncia a opinar. A su vez, los ciudadanos deben interesarse en los debates y exigir que se desarrollen en los términos a los que hemos aludido. Ser ciudadano supone una sobre exigencia. Sólo con ciudadanos exigentes contaremos con democracias exigentes.
Decía de los desafíos a futuro y los más complejos. En el terreno económico, la necesidad de recuperar el crecimiento. El tema es que hay muchas maneras de crecer y no todas son igualmente virtuosas, desde el punto de vista social, fiscal, ambiental, externo o federal. Tampoco desde su sostenibilidad. Si la política no se involucra en la búsqueda de estos objetivos, no se alcanzarán. El mercado no tiene, ni puede tener metas de esta naturaleza. No es su función. Eso le corresponde a los Estados democráticos y sus poderes, en el marco de la ley y la Constitución. ¿Lo hará el gobierno? ¿Y cuál será el rol de sus aliados?
Es sabido que el gobierno quiere llevar adelante una reforma laboral, cuyos contenidos aún no se conocen. Si las recetas o soluciones son las que proponen algunos economistas o algunas centrales empresarias, que son parecidas a las que se aplicaron en los 90 y a las que se impulsaron en algunos países que sufrieron las consecuencias de las “estafa-crisis” financieras, tendremos problemas. No sólo se multiplicará la conflictividad social, además no se conseguirá aumentar la inversión. Nos referimos a ese eufemismo, que se da a conocer como “flexibilización laboral”.
Ya que los economistas aludidos suelen citarlo tanto, se pueden recordar palabras de Adam Smith: “Los empleados tratarán de obtener lo más posible y los patrones otorgar lo menos posible”. Es el gobierno el que debe asumir la función de cuidar los salarios, establecer impuestos para controlar derroches y regular el sector bancario.
Sería bueno que el país no esperara a que le agua llegue al cuello para empezar a discutir en todos los ámbitos públicos, de inteligencia y conocimiento, cómo enfrentaremos los problemas derivados de la creciente robotización del trabajo por ejemplo.
Otro desafío tiene que ver con el sistema de previsión social. Esperemos que haya un debate como el que dijimos. Hasta ahora no ha sido así. La propuesta, por ejemplo, de aumentar la edad jubilatoria, apela a verdades a medias. La esperanza de vida es un promedio. Por calidad de vida que imponen ciertos trabajos, muchas personas están lejos de la media. A estos ciudadanos, de avanzar el aumento de la edad, se les estaría negando el derecho a jubilarse. Ocurre lo mismo, las verdades a media, cuando los defensores de las privatizaciones hablan de la relación activos-pasivos. No se dice, por ejemplo, cuántos trabajadores son informales y cuántas mujeres cobran menos que los hombres. En el primer caso no hay aportes y en el segundo aportan menos. Tampoco se habla de los desempleados y subempleados. Se hacen estimaciones como si esos datos fueran invariables. En ese caso son muchas las cosas que entrarán en crisis, no sólo el sistema previsional.
La reforma educativa es otro tema central. No se trata sólo de discutir cómo hacemos para que en la escuela los chicos efectivamente aprendan. También debemos debatir qué es lo que los chicos efectivamente deben aprender. No sería bueno que se impusiera la pedagogía que pretende reducir la educación escolar a la instancia de socialización para el empleo. Lo cierto es que algunas declaraciones permiten presumirlo. Siempre se formó para el empleo y está bien, pero cuidado con la desatención de la escuela republicana. La historia, la literatura, la filosofía, distraen decía un reciente ministro de educación de Europa. Y Marta Nussbaum, en contraste, decía algo así como que “¡Dios nos libre de un Estado que decida educar sólo en aquellas materias útiles a las necesidades de la economía y la empresa!
Dijimos antes que el crecimiento debía ser inclusivo. Podríamos haber dicho que la economía debe ser solidaria. El sistema tributario es una pieza fundamental en este sentido. Y puede haber tensiones entre la inversión y la equidad del sistema. Estos tirones no pueden resolverse en perjuicio de los trabajadores. Recordemos la cita de Adam Smith. Pongamos equidad y además imaginación en la solución.
En lo que hace a la llamada inserción de Argentina en el mundo y los tratados comerciales con otros estados. Se puede agregar algo que suelen decir muchos analistas, que nuestro país tiene ahora la posibilidad de ejercer un liderazgo importante en América Latina. Muy bien, sería bueno que lo aprovecháramos para discutir en los foros internacionales (Parlasur, Unasur) acerca de la necesidad de celebrar tratados entre estados para controlar al poder financiero, para evitar competencias inter estatales a la baja en materia laboral, tributaria y ambiental. Sería necesaria una manifestación sobre el decreto sancionado en Brasil que legaliza las condiciones del trabajo esclavo.
Son muchas las cuestiones que quedan en el tintero. Para terminar digamos que formamos parte de los que piensan que la corrección o acierto de las decisiones que se adoptan no depende sólo de consideraciones técnicas. Antes que una cuestión técnica, una decisión gubernamental es una cuestión política. Y a nuestro juicio, el acierto de una decisión se asegura más cuando recorre el camino político adecuado. Este recorrido, en el caso de las medidas más complejas, es el diálogo entre las fuerzas políticas y las representaciones de los sectores involucrados para la reforma laboral, por ejemplo, el trabajo y el capital. Además de llenarnos la boca hablando de “políticas de Estado”, hagamos lo necesario para hacerlas posibles. La primera condición es tener la humildad necesaria para comprender que nadie es dueño de la verdad. Los pedantes en la vida suelen ser fastidiosos, en política pueden ser muy dañinos. Esto no es angelismo, al contrario, pero para parecerlo, digamos lo mismo de otra forma: la política no es sólo cuestión de verdad, buenas intenciones y buenas ideas. La política es cuestión de poder, relaciones de fuerza y de intereses. Las mejores intenciones, las mejores propuestas, las mejor elaboradas, pueden fracasar, si una correlación de interés y poder es adverso. ¿Qué son difíciles esos acuerdos? ¿Y quién les dijo que la política era fácil?
A un conocido le oí decir una vez que quien quiera cosas fáciles debe dedicarse a la física o a las matemáticas, no a la política.