Ponerse a andar de nuevo hacia adelante todos, implica ver y comprender; el no confundir opciones políticas con los sentimientos y deberes cívicos.
Puentes
Dicen que existe una leyenda andina que cuenta, más o menos, que un espíritu maligno castigaba a sus víctimas, condenándoles a que su tiempo se detenga. Entonces, algún ignorante se felicitaba, “si no se pasa el tiempo, pensaba, entonces, es la eterna juventud”; el Quipucamayoc ( hoy sería una especie de economista planificador) que junto a los números guardaba las palabras, intentaba explicarles que no es igual parar el tiempo, a que el tiempo no transcurra: “si se para el tiempo, el futuro nunca llega y el presente placentero se diluye. Y entonces, si no hay nada por venir, no hay nada, ni sueños, ni esperanzas, y el ser humano se convierte en un ser insustancial que finaliza en la idiotez”. Y sobran los ejemplos.
Este país, que llena de banderas, sus ventanas , o balcones y se auto anima con gritos del tipo “vamo vamo Argentina! “ “oh oh oh ohoho o juremos con …” , etc, etc y otros del mismo cariz intelectual, cuando las cosas van bien, y parece que está sufriendo de ese maligno hechizo en el transcurso de las últimas décadas.
Como en el cuento de Álvaro Mutis, La Muerte del Estratega, nuestros estrategas, ni en otra vida, ni en otro tiempo, ni en otro espacio han dejado atrás la mortecina desazón existencial. Eso sí, seguimos creyendo en la valentía, en la batalla, no se renuncia a la aventura hasta el hastío, a la actitud heroica y arriesgada, nada de ello parece responder a la fe en una causa, sino al escepticismo vital de nuestra identidad. Y ese no es el camino, no debe serlo, y cuando reparemos en ello, igual es demasiado tarde. Que hace?, que produce?, esa testarudez de vivir detenidos en el tiempo.
Argentina, los argentinos, debemos de una vez recuperar ese ser de emprender y acordar, como ha sido en la época de todos nuestros abuelos o bisabuelos inmigrantes, que venían a “la América”, huyendo de hambrunas y guerras. Y que les permitió, en términos generales proyectar una capacidad económica, y de progresar a base de trabajo duro, esfuerzo, aprendizaje y un proyecto para su nueva tierra, proyecto moldeable, proyecto al fin.
Y hoy? Cuál es la salida a los problemas de hoy? Cómo se hace para que ocurra cuando no se respeta la Constitución? Es posible e imprescindible un entendimiento, es necesario un pacto alguna vez y de una vez entre los argentinos. Esto es sin lugar a dudas un tormentoso y costoso pesado camino, pero si los diferentes líderes políticos, (consideremos que existen y consideremos que son líderes), asumen la trascendencia y mortalidad de su existencia y en vez de estar avivando viejas irreconciliables pasiones, supongamos pasiones, generan confianza en el pueblo y toda la ciudadanía que pretende y aspira a vivir con tranquilidad y seguridad, habrá un camino, que además de posible, no sea tan tortuoso e incierto como ahora les parece a muchos, y con justa razón.
Habrá que reinventar emular figuras históricas que miraron al futuro y no se quedaron parados en el pasado; habrá que superar una visión de Argentina, que sólo son nebulosas ilusiones, “que el granero del mundo”, “que los campeones del mundo”, “que los mejores de Latinoamérica”, “que el asado, que el dulce de leche” y una larga lista de logros imaginarios. Sí imaginarios. Habrá que superar una visión de Argentina monolítica que ha pretendido fundamentar y fundamentarse desde un pedestal también imaginario, parado en un tiempo pasado, y lo peor, sin resolver, y donde “la otra Argentina”, la que no tiene ni agua potable, ni energía, ni escuelas, ni ilusiones; “barrida bajo la alfombra”.
Entonces, nos encontramos con otro problema; lo malo, es que los liderazgos no se improvisan, y a los medios de comunicación de la cosa fácil les resulta muy de su gusto proyectar y recrearse en lo más abrupto y lo más “chancroso” de lo que se dice o se hace, en lugar de enfatizar la templanza y la sensatez, la razón. Abrir la mentalidad de los ciudadanos hacia una concepción plural y no el estereotipo pobre de una “identidad” que está muy lejos del “yo soy argentino, argentino” del momento, de lo que sea, pero siempre esa cosa futbolera, simiesca, sin saber por qué. Habría que empezar por preguntarse qué es ser argentino. “Donde se cruzan los caminos; donde el deseo viaja en ascensor; las niñas ya no quieren ser princesas y los niños les da por perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra; los pájaros visitan el psiquiatra; las estrellas se olvidan de salir; la muerte viaja en ambulancias blancas… pongamos que hablamos de Argentina”; diría Sabina. Este lugar lleva desde hace mucho tiempo generando un elemento de tensión en la búsqueda de su concepción, tensión hacia adentro y hacia afuera.
Se necesita de un gran esfuerzo y compromiso, de capacidad y de inteligencia, de pedagogía política digamos, para poder ponerse a andar de nuevo hacia adelante, todos. Los ciudadanos tienen que ver y comprender, que no hay que confundir las opciones políticas con los sentimientos y deberes cívicos. Que en treinta y cuatro años de la Nueva Democracia Argentina, se ha ejercido en las urnas muchas veces el derecho a decidir; y la democracia tiene eso, unas veces se hace bien y otras se hace mal. Una parte de los argentinos cree que de una manera puede o podría mover el reloj y tal vez es así, pero para atrás; y la otra parte quiere también mover ese reloj y tal vez, con distinta técnica, pero también lo esté moviendo, y porque creen que es así, no se ve si lo están moviendo para adelante o para atrás; y así sucesivamente. Y los unos creen que son mejores que los otros y los otros que ellos son los mejores, y así hasta el infinito, ganar por ganar, sin saber que se gana y para qué se gana o se pretende ganar; Ganar qué? Y en ese afán de ganarle al otro porque sí, con la raquítica y enclenque salud del sistema político y de los partidos políticos, es donde se filtran los oportunistas, los “alien” de la política; y eso también es corrupción. Beneficiarios de los votos con odio, hacia todos lados, los unos y los otros. Hasta que una vez más el ciudadano ilusionado y creído, una vez más, abre los ojos y sólo percibe el reloj detenido y ya es tarde. Y para los abismos, sólo sirven los puentes.
Es necesario romper esa campana de cristal que ahoga a todos, sabiendo interpretar en las urnas, en la elección de los ciudadanos, el camino hacia adelante; todas las visiones suman, deben sumar. Se hace necesario, imprescindible entender y asumir el nacimiento de una nueva época, no por una cuestión simple y ordinariamente electoral, sino porque el mundo está en esa nueva época hace rato; un mundo que está trabajando ya inmerso en lo que se llama la Cuarta Revolución Industrial, la 4RI. Una nueva época donde el “concepto de Argentina” sea plural, el de un concepto de patria compartida, donde la simbología sea accesoria, simbología accesoria, sí; y lo que se imponga sea el anhelo y la realidad de vivir en una democracia avanzada donde el bienestar de todos esté resguardado y custodiado por la Ley. Y no a merced del ignorante de turno, devenido a “político”. Una Argentina donde las ciudadanos vivan en el tiempo real que está toda la humanidad y no parada en ese tiempo ni mucho menos; una involución, como una cruda y triste metáfora a la inversa de La Guerra del Fuego.