La culpa de la suba de precios no la tienen ni el dólar ni los empresarios
La fórmula para bajar la inflación
Por Iván Carrino, 2 de febrero de 2019
Me encuentro en este momento en la costa argentina disfrutando de unos días de vacaciones.
Lamentablemente, no me tocó el mejor clima, pero eso no impide que uno se desconecte y descanse.
Cambiar la rutina de Buenos Aires por la de los balnearios de la costa, con calles de tierra, playa, árboles… es siempre una buena idea.
Por lo que pude ver, aquí hay bastante gente, pero parecería que el comportamiento de las familias es austero. Y eso que, haciendo nuevamente una mirada superficial, los precios han aumentado, pero entre 30 y 35%, varios puntos por debajo de la inflación de 2018, que cerró en 47,6% anual.
Y es sobre la inflación que me gustaría hablar hoy. ¿Por qué se produce? ¿Tiene cura? Hace poco el controvertido economista Javier Milei hizo que la tuitosfera debatiera acaloradamente acerca de si la inflación es, o no es, un “fenómeno monetario”.
Así que para sumar al debate, me gustaría compartirte aquí abajo un resumen de un capítulo de mi último libro. Allí abordo el tema de la inflación.
Y sí, sostengo que se trata de un fenómeno puramente monetario, y que es responsabilidad exclusiva del gobierno y del Banco Central.
Buena definición
Lo primero que tenemos que hacer es dar una buena definición de inflación. A diferencia de la definición más conocida, la inflación no es el aumento generalizado de los precios, sino la pérdida sistemática del poder de compra del dinero.
Esta diferenciación, que puede parecer trivial, es fundamental, ya que quita del foco de la escena a los precios y pone allí al dinero.
Es que, en realidad, la inflación no es un problema de los precios, sino de la calidad del dinero. Es, por así decirlo, una enfermedad que sufre la moneda y por la cual los usuarios de ella cada vez pueden comprar menos.
Cuando el poder de compra del dinero cae, la contrapartida es que los precios suben, pero esto es una mera consecuencia de la pérdida de valor del dinero que utilizamos.
Una vez que comprendemos que el problema de la inflación es el dinero y no los precios, podemos pasar a investigar a qué se debe que el medio de intercambio que utiliza el país en cuestión pierda sistemáticamente valor.
Es allí donde ingresa la famosa teoría cuantitativa, que formalizó por primera vez el profesor de la Universidad de Yale, Irving Fisher, en el año 1911. Esta teoría sostiene que, si se mantiene constante la demanda y también la producción, entonces un aumento en la cantidad de dinero terminará produciendo una suba de precios.
Este razonamiento, que puede lucir muy pomposo y articulado, no es más que una nueva aplicación de la ley de oferta y demanda. Es que el dinero es otro bien de la economía y, como tal, está sujeto a todas las leyes económicas que aplican a los bienes y servicios producidos e intercambiados en un mercado.
¿Y qué nos dice esta ley? Que cuando aumenta la cantidad de un bien, ceteris paribus, entonces su precio debe caer.
Aplicando esto a la moneda, podemos decir lo mismo: si lo demás se mantiene constante, un aumento de su cantidad hará que su precio caiga. Y, como el precio es su poder adquisitivo, un aumento de la cantidad de dinero hará caer el poder adquisitivo, reflejándose en una suba de los precios.
Ni los empresarios ni el dólar
A menudo se quiere acusar a los empresarios de la inflación. Suele argumentarse que los empresarios suben los precios para ganar más dinero y que eso necesariamente destruye el poder de compra de la moneda.
La teoría puede tener su atractivo, especialmente para algunos políticos que no quieren hacerse cargo de sus propios errores. Sin embargo, es totalmente falaz.
Es que, sin un aumento en la cantidad de dinero, un productor de cosechadoras para el campo –por ejemplo- podría elegir subir sus precios un 30% de un año al otro, pero esto no tiene nada que ver con la inflación.
Veamos: si los consumidores compran la misma cantidad de cosechadores al nuevo precio aumentado, entonces estarán gastando una porción mayor de sus ingresos en cosechadoras. Esto hace que tengan que restringir su gasto en otros bienes y servicios que no sean las cosechadoras, lo que tenderá a reducir el precio de esos bienes y servicios.
Finalmente el aumento del precio de las cosechadoras se dará a costa de la caída de otros precios de la economía. El nivel de precios, a largo plazo, se mantendrá sin cambios y también el poder adquisitivo del dinero.
Otra idea muy difundida es que si aumenta el dólar entonces aparece la inflación. Lo que se explica aquí es que, dado que el precio de todos los bienes importados está ligado al tipo de cambio, un aumento de éste genera un aumento para todos los bienes de la economía.
Este argumento adolece de tres problemas. El primero es el que comentábamos antes. Sin un aumento de la cantidad de dinero, la suba de los precios importados tendería a compensarse por la caída de los precios producidos localmente, manteniendo el promedio sin cambios.
El segundo es que, incluso cuando la compensación no exista, eso no quiere decir que estemos en un proceso inflacionario. Si el dólar aumenta por única vez, los precios de los bienes importados también lo harán, y no estaremos frente a un proceso de pérdida sostenida del valor del dinero, sino a un cambio puntual –de una sola vez- del nivel de precios.
El último punto a destacar es que si está subiendo el tipo de cambio, y si lo hace de manera sostenida y constante, probablemente sea consecuencia de un proceso inflacionario ya iniciado.
De hecho, esto es lo que suele pasar. El poder de compra del dinero cae producto del exceso en su cantidad. Eso se ve reflejado en un aumento de todos los precios y, como las monedas extranjeras son un precio más de la economía, más tarde o más temprano, también terminan por subir.
Así, no es que la suba del dólar o la devaluación generen inflación, sino que la devaluación es una más de las consecuencias de la inflación.
Es el gobierno
Milton Friedman solía decir que no conocía ningún episodio inflacionario en donde no hubiera habido un aumento sustancial en la cantidad de dinero por unidad de producto.
En un famoso y breve trabajo titulado “La Inflación en Una Página”, Henry Hazzlit dio un paso más y explicó los motivos del aumento.
De acuerdo con Hazlitt, las causas de la inflación no son “múltiples y complejas” y no existe tal cosa como la inflación de costos. Los períodos inflacionarios son consecuencia de una cantidad de dinero que es excesiva respecto de su demanda, y ésta, a su vez, es la consecuencia de un presupuesto desequilibrado:
“El motivo más frecuente para imprimir dinero es la existencia de un presupuesto desequilibrado. Los presupuestos desequilibrados se generan por los extravagantes gastos que el gobierno no puede o no está dispuesto a financiar mediante la subida de los impuestos.”
¿Cómo bajarla?
Cuando hay un gasto excesivo, y un Banco Central listo para financiarlo, la aparición de la inflación es la consecuencia inevitable.
Dado que el gobierno gasta de más y le pide al Banco Central que pague la cuenta, el dinero termina sobrando y los precios terminan subiendo.
La inflación es un fenómeno monetario y en las economías modernas el responsable de emitir moneda es el Banco Central.
Comprender esto es clave para entender por qué suben los precios de manera sistemática y por qué la única vía de solución es limitando el poder del gobierno y de las instituciones monetarias.
Buen fin de semana
Iván Carrino
Iván Carrino. Economista, escritor, conferencista y profesor. Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas del Instituto Universitario ESEADE. Lic. En Administración por la Universidad de Buenos Aires; Máster en Economía de la Escuela Austríaca por la Universidad Rey juan Carlos de Madrid y Máster en Economía Aplicada por la Universdad del CEMA, Buenos Aires.
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